#MAKMAArte
‘Por el Prado de Moneo’
Joaquín Bérchez
Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia (CTAV)
Hernán Cortés 6, València
Del 16 de abril al 30 de mayo de 2024

“La fotografía tiene mucho de aislamiento. Si vas con una persona hablando, no te enteras de la historia; tienes que estar callado con tu cámara, esperando y viendo”. Así lo piensa Joaquín Bérchez, quien expone en el Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia (CTAV) su serie de fotografías ‘Por el Prado de Moneo’.

La muestra reúne un conjunto de imágenes fruto de sus paseos por el Museo Nacional del Prado que amplió en 2007 Rafael Moneo. Imágenes que dieron lugar a una exposición en 2017 para conmemorar el décimo aniversario de dicha ampliación y que ahora ha recalado en la sede del CTAV.

En una conversación con Miguel Falomir, director del Prado, a modo de actividad complementaria a la exposición, Bérchez respondió a la pregunta de Carlos Salazar, vocal de Cultura del colegio de arquitectos, de hasta qué punto se sentía más artista que historiador, de la siguiente forma: “[El poeta] Jaime Siles dijo de mí que era mitad fotógrafo, mitad arquitecto, y no me atrevería a decir cuál pesa más que otra”.

De manera que sumando ese aislamiento con el que Bérchez caracteriza su trabajo, a la mezcla de fotógrafo y arquitecto con el que encara su propia labor creativa, podríamos entender a su vez la racionalidad geométrica -sin duda deslumbrante- y el lirismo poético -subyugante- que animan el conjunto de fotografías exhibidas en ‘Por el Prado de Moneo’.

Vista de la exposición ‘Por el Prado de Moneo’, de Joaquín Bérchez, en el Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia (CTAV). Foto: Juan R Peiró.

Lo entenderíamos, eso sí, atendiendo a la etimología del propio concepto, que viene del latín intendere, es decir, tender a, dirigirse hacia dentro, que es la forma que ha tenido Bérchez de fotografiar los distintos espacios de la arquitectura museística de Moneo: acercándonos a ellos como si fuera un detective privado en busca de pruebas que delaten los misterios del alma humana y, por ende, la naturaleza que la comprende.   

“Hoy en día se habla ya de que no hay arquitectura si no está fotografiada. No quise ir muy estudiado con todo lo que implicaba la obra de Rafael Moneo, sino que me dedique a desplazarme por los rincones del Prado descubriendo cosas de Moneo, en ocasiones con un 21 -objetivo gran angular que no distorsiona- y luego con un teleobjetivo 70×200 para algunos detalles”, explicó durante la conversación que mantuvo con Falomir.

De manera que fue captando la esencia de los espacios fotografiados acercándose mucho a ellos con un teleobjetivo y alejándose de los mismos mediante un gran angular, siempre con la intención de sentirse poseído por los lugares que transitaba, como un caminante que va haciendo camino al andar mientras le asalta la belleza. Belleza en el sentido clásico de “lo que agrada a la vista” (‘id quod visum placet’).

Obra de Marc Antoine Laugier (izda) junto a ‘A vueltas con los orígenes de la arquitectura’ (dcha), que Bérchez puso en relación en su conversación con Miguel Falomir, en el marco de la exposición ‘Por el Prado de Moneo’. Imagen capturada de Youtube.

Aunque es aquí donde cabe abrir un paréntesis para anotar que esa belleza, sin duda agradable para la vista, no deja de esconder cierto grado de melancolía que empaña la mirada. Se puede ver en el caso de la obra ‘A vueltas con los orígenes de la arquitectura’ (puerta leñosa en bronce de Cristina Iglesias, con muro llagado de ladrillo aplantillado y logia de pilares áticos), que Bérchez asoció al ensayo sobre la arquitectura clásica de Marc Antoine Laugier, donde se alude al “mito de Vituvrio, cuando dice que el origen de la arquitectura es la cabaña. Y aquí se ve claramente cómo Moneo coge lo inactual y lo hace contemporáneo”.

Esa cabaña se asemeja, salvadas las lógicas distancias, a la que aparece al final de la película ‘Melancolía’, de Lars von Trier, a modo de entrelazado de palos bajo los cuales pretenden los protagonistas del film guarecerse del apocalipsis que tendrá lugar por la colisión del planeta Melancholia contra la Tierra. Por frágil que sea esa cabaña, representa el calor del hogar anhelado y a punto de extinguirse.

Valga esta provocadora conexión para sugerir los lazos existentes entre textos creativos que, en su calidad de plenamente artísticos, generan roces de los que saltan chispas. Bérchez se refiere a ello cuando alude a una frase que, en todo momento, le venía a la cabeza cuando abordaba su trabajo en el Prado.

«En todo ello me venía siempre la idea de una frase de Francesco Dal Co, el gran teórico de la arquitectura contemporánea, cuando dijo: “En un mundo como el nuestro, que algunos llaman líquido, frente a la pluralidad del mundo contemporáneo, se hace necesario evitar ser ecléctico. Las obras de Rafael Moneo son contemporáneas precisamente por ser inactuales”».

“En algunas de las fotografías que hay presentes veremos cómo esa inactualidad que tienen las composiciones de Moneo son totalmente contemporáneas, lo cual le da una tremenda modernidad, tanto con el ladrillo como con el mármol, etcétera, etcétera”, añadía Bérchez, para quien la obra de Moneo “va a crecer con el tiempo, porque posee una inteligencia del gran espacio”.

Inteligencia de la que el propio Joaquín Bérchez se fue nutriendo, como explica él mismo: “Me fui infundiendo de ello en la fotografía que iba haciendo. Si el Prado es importante por el contenido de artes plásticas que tiene, lo sorprendente es que la arquitectura de Moneo se incorpora en ese contenido, cobrando una nueva dimensión”.

‘Actualidad del bel composto’, de Joaquín Bérchez, en la exposición ‘Por el Prado de Moneo’, en el CTAV. Imagen cortesía del autor.

De esa nueva dimensión se hace eco el responsable de ‘Por el Prado de Moneo’ mediante un cuidadoso destilado de las imágenes. Así, desgrana cómo “la luz de la mañana arroja una luminosidad extraordinaria sobre el reflejo de la diosa Polimnia, que está sobre ese fondo de rojo sangrante que tiene detrás con el estucado”.

Y refiriéndose a esa misma pieza (‘Actualidad del bel composto’) apostilla: “La transparencia de la luz cenital arroja ese brillo suave. Está hecha sin ningún foco, ni encendido, con la luz de primera hora de la mañana”.

En ‘Utilería de lo clásico’, relaciona el fuste dórico truncado de madera a modo de pedestal, con ‘Las musas inquietantes’ de Giorgio de Chirico, al tiempo que destaca la “composición abstracta” derivada de “los listones broncíneos y piedra granítica del techo” de la obra ‘Nido de ángulos’, que ha servido de portada al catálogo expositivo.

Bérchez
‘El asombro de la penumbra’, de Joaquín Bérchez, en la exposición ‘Por el Prado de Moneo’, en el CTAV. Imagen cortesía del autor.

Y para rematar esa ligazón que observamos entre belleza y melancolía en ‘Por el Prado de Moneo’, cabe traer a colación dos últimas piezas: ‘Claustro solar’ y el elocuente ‘El asombro de la penumbra’, donde Bérchez evoca al fotógrafo de arquitectura Lucien Hervé, no sin antes retomar a Giorgio de Chirico.

“Estamos acostumbrados a claustros [refiriéndose al de ‘El asombro de la penumbra’] que dan a espacios cerrados y estos recuerdan a Chirico y Aldo Rossi”, para rematarlo con una frase de Hervé que lo concita todo: “La sombra fabrica arquitectura”. Ineludible, llegados a este punto, concluir con otra evocación ilustre, la de ‘El elogio de la sombra’, de Junichiro Tanizaki, cuando éste dice: “Creo que lo bello no es una sustancia en sí, sino tan sólo un dibujo de sombras, un juego de claroscuros producido por yuxtaposición de diferentes sustancias”.

Joaquín Bérchez, señalando un detalle de la obra ‘Emociones a granel’, en la exposición ‘Por el Prado de Moneo’, en el CTAV. Foto: Juan R Peiró.

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