#MAKMAArte
‘The F…ing Mañana’, de Jordi Machí
Premio del Público en Abierto València 2022
Galería Cuatro
La Nau 25, València
Desde el 23 de septiembre de 2022
Jordi Machí dice haber concebido la exposición ‘The F… Mañana’ como “un sueño utópico”. Un sueño repleto de rostros femeninos salidos del metaverso, tras otra serie de obras más carnales, aunque igualmente evanescentes, de cuerpos velados por una naturaleza tan presente como diríase en pugna con la tecnología. La serie ‘Black Mirror’ -reconoce el artista- es fuente de inspiración para un trabajo que ha sido Premio del Público en Abierto València 2022 y que acoge la Galería Cuatro.
Los puntos suspensivos del título de la muestra son un guiño al espectador, que deberá rellenarlos para, en la mayoría de los casos, terminar optando por ese ‘The Fucking Mañana’ (El jodido mañana) con el que Machí apunta haber querido “meterle un poco de caña al asunto y de preocuparme, por otro lado, acerca de lo que va a ser ese mañana, porque el paraje que nos aguarda en el futuro parece muy desolador, por todo lo que hemos vivido estos años de pandemia y demás”.
El sueño utópico que el artista valenciano plantea tiene que ver con lo humano y la tecnología, en un diálogo siempre tenso e inevitable entre lo natural y lo artificial, a modo de combate nulo entre el sujeto y sus vínculos con la naturaleza de la que procede. “Para mí, la tecnología es exponencial y entiendo que va a formar parte de los humanos hasta que desaparezcamos, yendo mucho más allá. La tecnología puede, igualmente, llevarnos a ser más inteligentes, y lo que no podemos dejar de lado es la naturaleza”.
Asegura que no es una visión pesimista de la tecnología, “porque nos ha ayudado y nos ayuda mucho, pero sí creo que nos ha apartado de la naturaleza”. Imagina ciudades como Hong Kong, “en la que ya no ves tanto verde, sino que te pasas más tiempo en casa con la tecnología que en la calle”, a la que vuelve, porque para él “es esencial y es la vida”.
“Yo he vivido muchos años pendiente del ordenador y del móvil y ahora como que necesito apartarme de todo eso y ver montañas, ríos, verde. Me parece fundamental esa vinculación entre lo humano, la tecnología y la naturaleza”, apostilla.
En una exposición que tiene este mes de octubre en Hong Kong dice poner más el acento en ese enganche a la tecnología desde un punto de vista más crítico. ‘The F…Mañana’ ya cuenta con un ejemplo. “‘Click’ representa a toda esa libertad que desde casa nos ofrece un ordenador y la explosión más mental que física de la cabeza por el cúmulo de información de Internet, a través de un personaje anónimo, que puedo ser yo y puedes ser tú, alguien que viaja y se mete en un mundo que está a su alcance y de infinitas posibilidades”.
Se refiere a la pieza en la que un hombre sentado apaciblemente en su sillón, como cualquiera de nosotros en la sociedad del bienestar, disfruta con los contenidos reflejados en las pantallas de un móvil o de un ordenador, para estallarle la cabeza. Un estallido que, lejos de resultar macabro, el artista contiene para transformar los sesos al aire en un chisporroteante juego de líneas de colores y pájaros que salen de esa mente efervescente.
Lo macabro, hacia lo que reconoce sentir cierta atracción, queda de momento aparcada en su obra, para, en su lugar, inclinarse por una seducción más amable. “Tiendo a embellecer el cuerpo humano y a poner labios carnosos en los rostros, no sé por qué. También a sentirme libre de los fondos, jugando con texturas y dejándome llevar”, subraya Machí.
Le apasiona la figura humana sobre unos fondos que le cuesta más pintar. “Es un trabajo mental más duro, porque no me interesan tanto los fondos como las figuras”. De hecho, señala que una parte de la exposición es “más cárnica, más real”, mientras que la otra está más relacionada con el metaverso. “Me encanta luchar contra los colores que se me resisten. Ese rojo fucsia, por ejemplo, es muy complicado de meter en un cuadro porque es muy potente. Lo principal es saber combinar los colores”.
El rojo fucsia al que alude tiene que ver con uno de los rostros femeninos menos explícitamente seductores y más inquietantes, en esa línea de lo turbio que dice orillar. “Para mí lo más fácil sería hacer un retrato realista, pero la deconstrucción que voy haciendo tiene que ver con la deconstrucción de la forma. No sé si llega a la abstracción, puede ser, porque al final siento que pictóricamente evoluciono”.
Jordi Machí saltó a los medios de comunicación por sus retratos a famosos como el rapero Kayne West, la modelo Kim Kardashian, el actor Ryan Gosling o, más cerca, el cantante Miguel Bosé. “Yo pintaba básicamente para clientes y me daba igual el tipo de famoso que fuera, pero es cierto que ha sido noticia el pintar a Kayne West, Kardashian o Bosé y me ha beneficiado, aunque no me identifico con el pintor de gente conocida, ni es mi intención”.
¿Le ha beneficiado o perjudicado esa relación de su obra con cierta frivolidad? “Siempre hay un miedo en mí de que se me valore como artista verdadero, que es como yo me siento, porque es mi pasión, y no quiero que cualquiera de esos encargos influya negativamente en esa percepción. Sí es verdad que he tenido que luchar para quitarme ese título de pintor de famosos, pero siento que soy un artista. Me ha beneficiado mucho y también me ha perjudicado”.
En el retrato intenta captar “más el alma que los detalles, porque en el que le hice concretamente a Miguel Bosé, las pinceladas son grandes. Y de ser voyeur sería más de alma que de detalles. Y la figura en sí, el color carne, tampoco me interesa tanto, sino el tono bello”.
Dice meterse en su burbuja cuando trabaja y que le cuesta salir de ella durante el proceso creativo. “Soy una persona muy sociable, pero también tengo un punto muy autista de viajar con lo que hago. Soy el típico niño que en clase me iba, viajaba, y no me enteraba de nada. Y eso es algo que sigo guardando. El arte es una manera de llegar a esos otros mundos”. Mundos que exploró desde que, en su más temprana infancia –“yo tenía siete añitos”-, perdió a su padre, “y lo que hice fue meterme en un mundo de fantasía”. El sueño utópico que ahora despliega en la Galería Cuatro.
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