#DesayunosMAKMA | Abierto València 2021
Con Jorge López (Galería Punto) e Ismaël Chappaz (House of Chappaz)
Entrevista realizada por Salva Torres e Ismael Teira
Con motivo de una nueva edición de Abierto València, entrevistamos a dos figuras relevantes en el tejido galerístico de la ciudad: Jorge López, director de la Galería Punto, e Ismaël Chappaz, que dirige la recientemente renombrada House of Chappaz. El primero tomó hace poco las riendas de una galería histórica en la ciudad, fundada en 1972. Por su parte, Chappaz cumple prácticamente diez años al frente de la anteriormente llamada Espai Tactel, presentando ahora un nuevo proyecto triple cuya tercera pata pisa fuerte en Barcelona.
López y Chappaz se encuentran, tras una década en activo, en un momento clave de consolidación de sus respectivos proyectos. Uno y otro nos narran cómo han llegado hasta aquí y cuál es la previsión de futuro. Dos visiones distintas de entender la gestión de espacios privados vinculados al arte contemporáneo. Ambos trabajan en proyectos rigurosos, demostrando pasión por su profesión y aportando valor a su entorno cultural más próximo. Coinciden en muchas cosas, y difieren en casi todo lo demás.
Abierto València encara ya su novena edición, ¿es ello síntoma de buena salud?
Jorge López (JL): Sí, pero queremos que la sociedad acuda a las galerías todo el año, no solo en Abierto València.
Ismaël Chappaz (IC): Abierto València sigue siendo una cosa puntual y el resto del año la gente no va a las galerías.
Recientemente algunas galerías valencianas mejoraron su presencia en Madrid: 1 Mira Madrid (antigua espaivisor) se trasladó a la capital, y Rosa Santos o Aural abrieron allí una segunda sede. ¿Qué está pasando, mientras tanto, en València?
JL: Yo creo que la visión de València como ocio y playa está cambiando. Desde fuera ya nos perciben de manera distinta a como lo hacían hace diez años, cuando relacionaban la cultura con la corrupción. Eso ya ha desaparecido. Bien es cierto que en Madrid están mucho más acostumbrados a ir a las galerías que aquí, pero yo tengo esperanza.
Es una realidad que en València se van a inaugurar en los próximos dos años varios centros expositivos culturales relevantes, como el CaixaForum, el Centro de Arte Hortensia Herrero o la sede de la Fundación Juan José Castellano Comenge. Confío en que habrá una serie de actividades que van a contribuir a mejorar culturalmente esta ciudad.
IC: Es una ciudad complicada porque su alta burguesía no parece tener intención alguna de aprender sobre arte contemporáneo, ya que, en cuanto desconoce algo, parece que se violenta. Aún así, aquí sigo. Hace unos años me moví al centro de la ciudad porque fui consciente de que lo mejor era estar cerca de otras galerías. Que estemos juntas y unidas es lo mejor, y es absolutamente necesario que exista una asociación como LAVAC. Por eso, en su momento, hice lo posible para que existiese.
A la ciudad, al final, lo que las galerías le regalamos es un espacio privado gratuito donde se puede disfrutar de arte contemporáneo de primer nivel. Respecto a Madrid, la diferencia es que si allí te mueves bien puedes abrir un camino y llegar a tener una serie de coleccionistas que tengan una cierta continuidad. Madrid tiene un tejido de coleccionismo muy potente.
¿Creéis que es vuestra responsabilidad poner en valor lo cercano dando oportunidad a los artistas de aquí o, por el contrario, debéis perseguir una proyección internacional cueste lo que cueste?
IC: Estamos obligados moralmente a apoyar el tejido cultural valenciano, puesto que estamos aquí. Jorge y yo tenemos un tipo de galería que trabaja con proyectos, tratando de mover realmente a los artistas a nivel internacional y colaborando con las instituciones, con comisarios, etc. Pero la situación es la que es. Muchos artistas, sobre todo de esta ciudad, te usan como trampolín. Ellos a lo que aspiran es a saltar, probablemente, a una galería madrileña, y es la máxima obsesión que tienen. Somos trampolín.
JL: Tiene que haber una relación cercana, una implicación. El modelo del artista profesional esta precarizado. Ser artista es una profesión y, como tal, tiene que comprender un lenguaje, pero es muy difícil desligarlo de la propia persona. Eso genera que, a veces, puedan caer en ciertas inseguridades o crisis propias que afectan directamente a la obra. Y ahí, a veces, nosotros actuamos como coach.
Es obvio que las galerías tienen, entre otras, una finalidad comercial. En lo que respecta a la oferta, parece que estamos servidos, pero ¿cómo es la demanda?
IC: Hay galerías que abordan su proyecto como una tienda. En mi caso, el negocio está ahí afuera, en las ferias extranjeras. Después de diez años, me he movido muchísimo y el nombre de mi galería suena a nivel internacional. Sin embargo, no hay una cantidad ingente de coleccionistas archimillonarios agitando los billetes en la puerta de mi galería, todo lo contrario: es que no se enteran de que existo.
JL: Yo sé que mantener un negocio relacionado con el pensamiento es complicado, pero la parte mercantil de la galería es un proceso que viene al final, no es algo que venga al principio. La necesitamos porque forma parte de la liquidez que necesita el negocio, pero la esencia de una galería se relaciona más bien con un proyecto personal ligado al campo del pensamiento que a la venta de un producto. Muchas veces se considera a las galerías como si fueran una tienda, y cada día están más lejos de ser una tienda. El proceso previo a la venta es un proceso muy largo y el posterior también.
Sabemos cómo crecen otros tipos de empresas y negocios, pero ¿cuál creéis que es la progresión lógica de crecimiento y consolidación de una galería de arte contemporáneo?
JL: Yo creo que lo fundamental es idear una estrategia, un plan de negocio para tratar de lograr un mayor asentamiento de la galería dentro de lo que es València. En mi caso, hay algunas cosas que van a cambiar en un futuro próximo, pero antes tienen que ir cumpliéndose una serie de objetivos. Lo anunciaré, si todo va bien, dentro de año y medio o dos años. Solo puedo adelantar que va a haber muchos cambios en la galería.
En realidad, el tiempo que yo invierto en asesorar y formar a gente que no está acostumbrada al arte contemporáneo, que ni siquiera entiende las dinámicas y el lenguaje del arte contemporáneo, es tanto o más grande que el que dedico a la galería.
IC: Para nosotros lo fundamental es trabajar mano a mano con los artistas, preocupándonos por la evolución de su carrera. Ahí radica el crecimiento. Siempre se ve al galerista como un tío huraño y horrible que le está robando el alma a los artistas, pero no es así, al menos en nuestro caso. Lo que queremos es acompañarlos en el tiempo, ayudarlos a estar en las mejores colecciones, en las mejores instituciones, incluso supervisar las becas a las que se presentan. A veces algunos creen que lo único que nosotros estamos haciendo es quedarnos un 50 % de la venta.
Otro problema para progresar en el mundo del arte es que hay que andar rindiendo pleitesía. Entonces, cuando eres un poco anarko-punk como yo y no te postras ante quien quiere te postres, pues eso tiene unas consecuencias.
Alguien dijo una vez que lo difícil no es llegar a la cima, sino mantenerse en ella.
IC: En mi caso también fue difícil llegar. Cuando abrí, recuerdo que se me miraba totalmente por encima del hombro. Tuve que hacer lo indemostrable para llegar hasta el lugar donde estoy. No es un terreno fácil el del mundo del arte contemporáneo, el real, el del establishment. Llegar a él es complicadísimo.
JL: Son carreras a largo plazo. En las galerías se evalúan los largo plazos, no los períodos cortos. Los períodos cortos normalmente desaparecen, son muy fugaces, son como un masclet que hace mucho ruido, pero que después no deja nada. Incluso genera un terreno aún mucho más baldío, mucho más plano que lo que había antes. Lo que sí deja sustrato en casi todo, tanto en la trayectoria de las galerías como de los artistas, es la continuidad.
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