Jorge Usán

#MAKMAArte
‘()’, de Jorge Usán
Comisario: Alejandro Mañas
Galería Espai Nivi Collblanc
Inauguración: 1 de junio de 2024, a las 20:00
Hasta el 1 de julio de 2024

La Galería Espai Nivi inaugura la exposición de Jorge Usán (Zaragoza, 1979), artista galardonado con la prestigiosa Beca Pollock-Krasner, en la que presenta todo un conjunto de obras que reúnen conceptos articulados en torno a arte y ciencia.

Explorando lo desconocido: Jorge Usán entre ciencia y arte en Espai Nivi

“Explorar es especular en direcciones alocadas, preguntar, buscar respuestas que deben ser validadas. El fracaso convive con la epifanía, la ciencia se hace arte” (‘Cuántica: Hacer visible lo invisible’, de J. L. Latorre).

Cuando descubrí las obras de Jorge Usán (1979, Zaragoza) en la galería, me provocaron un estremecimiento. Concretamente, fueron las obras ‘Capilla I’y ‘II’. Aquel altar inmaculado, blanco, espiritual y escultórico me provocó una sensación de mar oceánico, o lo que se puede denominar un mysterium tremendum, que se produce por ese buceo personal y superior, producto de la conmoción de la belleza, la contemplación y el silencio. La perfecta unidad, un viaje hacia el océano. Aquellas urnas se volvieron para mí en un objeto deseado, algo sacro. Las palabras de la nube del no-saber, se hicieron imagen:

“Es natural que al comienzo no sientas más que una especie de oscuridad sobre tu mente o, si se quiere, una nube del no-saber… Hagas lo que hagas, esta oscuridad y esta nube se interpondrán entre tú y tu Dios… Pero aprende a permanecer en esa oscuridad. Vuelve a ella tantas veces como puedas, dejando que tu espíritu grite en aquel a quien amas. Pues si en esta vida esperas sentir y ver a Dios tal como es, ha de ser dentro de esta oscuridad y de esta nube” (anónimo inglés del siglo XIV).

Aquellas obras me abrieron conceptualmente hacia la mística de la nocturnidad, nubes, tinieblas, trascendencia, lo absoluto y, a la vez, la imposibilidad de su comprensión. Lo que se puede denominar la vía negativa. Pero así es la obra de Usán, toda una teología de simbología sensible, movimientos ascendentes de negaciones que alcanzan un estado de trascendencia. Este tratado está recogido en esta exposición titulada ‘()’. Curioso título para la serie, pero acertadamente nombrado. La nada y el todo, lo primigenio, la abertura, lo contemplativo, lo macro y lo micro, lo absoluto.

No obstante, también la incertidumbre, la curiosidad. Todo ello, es la plástica que nos ofrece Jorge Usán, el que nos hace introducirnos en su mundo interior, pasadizos, moradas, recovecos… y que como artista “tiene la responsabilidad de crear un universo que tenga la complejidad e inmensidad de la capacidad humana” (‘Estación experimental. Investigación y fenómenos artísticos’, de V. Torrente).

Cada obra contiene su personalidad única. Un mundo lleno de texturas que nos hacen viajar al fondo de ese microcosmos, de la luz a la oscuridad, y de la oscuridad a la luz. Un filósofo del siglo XXI que nos cuenta cosas que de otra manera no se explicarían.

Y su medio de transmisión, el arte. Ese concepto que se hace proceso donde se adquieren las dimensiones de la existencia humana, poniendo en relación lo interior y lo exterior, el microcosmos y el macrocosmos, la profundidad y lo pequeño. Es la búsqueda del equilibrio. La tecnología procesada por lo humano, y es donde Usán nos hace caer en la cuenta de que “el ser humano toma conciencia de que él puede convertir en expresión estética todo ese mundo de hechos y fenómenos experimentados en su alma” (‘Estética teológica y arte sagrado’, de Jesús Casás).

Por tanto, su creación respondería, tomando las palabras de Jesús Casás, al “intento de expresar, con el lenguaje más adecuado, el impacto sensacional de las tensiones que experimenta ante sus interrogantes y la trascendencia del misterio”.

No puedo dejar de mencionar, a propósito de la obra de Jorge Usán, el grabado titulado ‘Et sic in infinitum’, de Matthäus Merian (1593-1650), representando la teoría de Robert Fludd (1574-1637), con el intento de mostrar aquello que nos encontramos antes de la creación del mundo, la nada, una oscuridad completa, que proseguirá con la creación de la materia y la luz recibida por una paloma, que en su viaje de salida crearía un haz de luz que envía Dios –el poder divino– y que, después, retorna a su lugar dejando la huella y dando forma a la creación. Lo que se puede comparar con una pintura mantra que se abre y se cierra.

‘Butho’, de Jorge Usán. Imagen cortesía de la Galería Espai Nivi.

Robert Fludd se inspira en el libro bíblico del Génesis para su peculiar visión de la creación: “En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra. La tierra no tenía entonces ninguna forma; todo era un mar profundo cubierto de oscuridad, y el espíritu de Dios se movía sobre las aguas”.

Un mar profundo de oscuridad nos representa también Usán, así como Merian reflejó en forma de cuadrado la nada, pues este simboliza lo terrenal, contrapuesto con el círculo, que representa lo celestial. Será más tarde cuando, a través del envío del haz de luz en forma de paloma, el Espíritu llene de luz la oscuridad representada. La apertura, la creación, el ciclo de la vida en el que se desarrolla un espacio puro y trascendente.

En este camino de reflexión sobre el grabado negro que ilustra la teoría de Robert Fludd  y con una cierta conceptualización, nos viene a la mente como una nube el cuadro ‘Cuadrado negro sobre fondo blanco’, de Kazimir Malévich (1879-1935), realizado en 1913, que representa la nada y el todo. Una obra que “representa, tal vez, en non plus ultra de toda posible representación de lo divino, el estado final de la espiritualidad en el arte que Occidente conoció a principios del siglo XX” (‘El arte, como la magia, es una metafísica práctica’, de S. Fuso).

La obra de Usán es la construcción simbólica de la puerta hacia lo interior y lo exterior, el abrir y el cerrar, analogías que utiliza para emprender ese viaje espiritual, que nos llevará a mundos desconocidos. Unas obras que nos trasladan a las teorías de macrocosmos y microcosmos de Robert Fludd y a su representación del cuadrado negro de sus teorías ‘Y así hasta el infinito’, un todo y a la vez la nada.

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Su forma cuadrada proviene por el hecho de asemejarse a una mesa, la función del altar, y, por otro lado, signo de una nueva humanidad y homo quadratus, forma en la que se inscribe en el ser humano, forma geométrica compuesta de cuatro puntos para “interpretar a través de arquetipos matemáticos la relación entre microcosmos y macrocosmos” (‘Arte y belleza en la estética medieval’, de Humbergo Eco).

Detrás de un mundo creativo y de sugerencias, del que no puedo escapar de la mística por deformación profesional, la experiencia estética de las obras de Jorge Usán nos lleva hacia la subjetividad, creaciones llenas de trascendencia en las que habita la luz, y donde lo invisible se hace visible, luz inaccesible en la que morar. Donde los conocimientos hacen visible la ciencia del no saber. Y “en esto consiste el verdadero conocimiento de lo que buscamos, en ver, en el no ver, pues lo que buscamos trasciende todo conocimiento, totalmente circundado por la incomprehensibilidad” (‘Sobre la vida de Moisés’, de G. de Nisa).

La nube del no saber, aquella frase con la que comienza esta experiencia estética de la obra de Usán para referirnos al abandono de todo conocimiento, para llegar a esa nube que es lo absoluto. Todo este conocimiento se encuentra entre la amalgama de fibras que nos abren a mundos micros, diálogos de silencio profundos, por el cual podemos oír al otro. Silencio sagrado, “porque los misterios profundos solo se revelan en el silencio” (‘El libro de los símbolos. Reflexiones sobre las imágenes arquetípicas’, de K. Martin), un silencio que nos evoca la verdad más elevada, como en la obra ‘III III’. Obras concebidas a partir de la nada que llenarán de matices cada superficie de sus creaciones.

En cada una de estas obras se palpa el ritmo vital de la respiración, la esencia del viento, el espíritu y el sonido revelado, del que surgen paisajes interiores que nos trascienden a otros lugares, a bosques en su esplendor primaveral, del que somos capaces de escuchar el movimiento de las hojas producido por el sonido.

La vida misma se revela: la respiración y el ritmo producidos por el amor, la búsqueda del objeto, el misterio, la fuerza de la vida y la energía vibradora de toda manifestación, el microcosmos de la alternancia del día y la noche, la actividad y el descanso. Estos conceptos son desvelados por el color, que nos habla de renuncia, de austeridad y sencillez. El negro es ese color de la nada y del más allá y la ausencia de luz.

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Negro silencioso y misterioso, pues “la oscuridad está quieta, aguarda y es opaca” (K. Martin). El negro es la podredumbre, el paso hacia la descomposición del yo, tu desaparición del mundo, un viaje. El negro nos evoca “las bellezas del submundo y sus tenebrosos centros de sanación e iniciación”. En estas obras se crea una tensión que proviene de la contraposición del negro y el blanco. Piezas en las que podemos observar las virtudes de cada uno: el blanco frío y el negro cálido, o también en blanco iluminado y el negro sumido en la oscuridad.

Mientras que los blancos nos llevan a la iniciación que más tarde se ocultará, producto de la transformación hacia el negro, el mundo interior, el silencio estremecedor. El blanco nos lleva conceptualmente a la niebla, la nube, al vapor, al vacío, blanco contrapuesto con el negro para hablarnos de pureza, virtud e inocencia.

La serie ‘()’ nos muestra hendiduras, rejas, tramas que asemejan a la materia negra, partículas unidas, túneles que nos transportan a la nada, y que en manos de científicos físicos creen que es el verdadero bloque de construcción de la materia. En 1876, W. K. Clifford teorizó que esta nada, refiriéndose a la materia, es un espacio vacío y curvo. Mientras tanto, John A. Wheeler afirma, al igual que Clifford, a lo que añade “materia, carga, electromagnetismo y otros campos son solamente manifestaciones de la combadura del espacio. La física es geometría”.

Y, sin embargo, para Wheeler la nada del espacio se puede ver como bloques fundamentales de construcción. Un paisaje que visto a través del microscopio formaría un tejido como los que nos presenta Usán en su obra ‘Ọ’, y compuestos de un turbulento mar de burbujas. Burbujas que son la urdimbre y textura del espacio vacío, lo que Wheeler denominó “espuma cuántica”. Jack Sarfatti imaginó la espuma cuántica como un mar de miniagujeros negros y miniagujeros blancos giratorios.

‘Ọ’, de Jorge Usán. Imagen cortesía de la Galería Espai Nivi.

Todo un quehacer lleno de contradicciones que nos elevan al conocimiento de la nada, que se contrapone con el misterio revelado con una escultura móvil conformada por una cuerda en constante vibración, esta al estar conectada a un motor sinusoidal y un generador de frecuencias, genera un nodo en su centro a modo de portal visual. El círculo, el movimiento, el latido constante, la puerta que nos conduce hacia la materia negra. “Uno de los misterios más fascinantes de la naturaleza, celosamente guardado y aun por descifrar” (‘Las entidades oscuras. Viaje a los límites del universo’, de C. Galbiati).

La exposición ‘()’, de Jorge Usán, nos transporta a la nada y el todo, a un mundo de conexiones al que nos invita a entrar y a salir, a viajar por el mundo de la materia negra, materia conectada, donde cada movimiento y acción repercute en otra dimensión. Esa nube hecha de partículas que están en constante movimiento. Entra también en juego en esta obra la teoría de cuerdas, una serie de hipótesis científicas y modelos fundamentales de física teórica que asumen que las partículas subatómicas, aparentemente puntuales, son en realidad estados vibracionales de un objeto extendido más básico llamado cuerda o filamento.

También hay muchos creadores que abordan estas cuestiones, convirtiendo su campo creativo en un laboratorio de experiencias que le llevan a descubrir cosas nuevas. Como apunta Talbot, quizá seamos aquellos quienes podamos ayudar a comprender la concepción del mundo. El artista, al igual que un científico, a través de sus nuevas creaciones, está creando nuevos fenómenos, nuevos tipos de conocimiento. En ellos se hace visible aquello no visible, nuestro interior y su conexión con el mundo. ¿Pero qué hay detrás? ¿El fin o el principio?

En las escalas más pequeñas de la materia se impone la rareza. De acuerdo con los principios de la física, las acciones a escala subatómica son tan extravagantes que ningún ser humano habría podido experimentarlas y ni siquiera imaginarlas. Y aquí es donde entra Jorge Usán, que a través de sus obras y mecanismos nos deslumbra con sus creaciones en las que nos enseña lo micro. Sus texturas y vibraciones de su máquina, nos hacen pensar, reflexionar de lo que estamos hechos, en este mundo formado por partículas, de sonidos donde entra en juego la materia negra y la teoría de las cuerdas.

Como afirma Ferran Barenblit y Rosina Gómez-Baeza, “las prácticas artísticas y científicas comparten un buen número de motivaciones, búsquedas y horizontes imposible”, y esto nos muestra Jorge Usán con su trayectoria y creación impecable, en la que detrás de todo proceso hay una investigación minuciosa. Como investigador en creación artística, no me cansaré de afirmar que el arte es investigación.

Retrato del artista Jorge Usán. Imagen cortesía de la Galería Espai Nivi.