Escena con significado al fondo
Según apunta Zygmunt Bauman, el hecho de que lo “displacentero” no tenga más que unos pocos días de antigüedad no es un argumento para la complacencia. Ya no hay razón alguna para medir la justicia de la propia condición buscando en la memoria; existen, no obstante, muy buenas razones para comparar la propia miseria con los placeres actualmente en oferta, de los que otros disfrutan pero que nos han sido negados a nosotros. La “injusticia” cambia su significado, ahora significa quedarse rezagado en el movimiento universal hacia una vida más placentera. La sociedad moderna proclamó el derecho a la felicidad: no era únicamente la mejora de las condiciones de vida, sino el grado de felicidad de los hombres y mujeres implicados lo que justificaría (o condenaría, en el caso de que ese grado se negara a ascender a alturas cada vez mayores) a la sociedad y todas sus obras. La persecución de la felicidad y la esperanza de que se produjera se convertirían en la motivación principal de la participación del individuo en la sociedad, y ya no dejarían de serlo. Al habérsele asignado semejante papel, la persecución de la felicidad no podía sino, antes o después, dejar de ser una mera oportunidad para convertirse en un deber y en un principio ético supremo. Aquellos obstáculos a los que se acusó de bloquear esa persecución, o sospechosos de bloquearla, se convirtieron entonces en el sistema de injusticia y en una causa legítima de rebelión.
La realidad se ha transformado progresivamente en el páramo de lo relativo, las certidumbres absolutas son cada vez más escasas y, en ese terreno pantanoso, la sociedad civil ha optado hasta el momento por ponerse a cubierto mientras se oye, de fondo, el sonido de los temidos tambores. José Medina Galeote, con Artista invisible dispara, plantea “una metáfora contemporánea y a la vez una declaración de intenciones” dirigida a indagar el terreno del engaño, de las dobleces que se escenifican en la vida pública y de cómo su efecto llega a los ámbitos de lo privado. El artista desplegó un torrente de actividad, apropiándose de uno de los espacios expositivos del CAC de Málaga, a través de una gran instalación que tiene como eje un importante trabajo de pintura mural realizado in situ. Su obra se convierte en una gran trama, que nos sitúa en una escenografía cargada de referencias bélicas. Mientras la masa prosigue su travesía en el desierto, exhausta por el esfuerzo en el que –de nuevo- se ha convertido la superviviencia, todavía con la adicción por lograr los recursos que le permitan adquirir la mayor cantidad posible de bienes de consumo, cuyo engañoso objetivo es lograr una felicidad que paradójicamente se aleja en el horizonte cuanto mayor es el empeño del individuo.
La guerra ha sido históricamente entendida como el mayor acicate posible a la economía, una gran maquinaria que produce riqueza al estimular la producción de armamento, a la vez que siembra una cosecha de destrucción que obliga a una reconstrucción posterior. Las potencias mundiales mantienen puntualmente viva la llama del conflicto bélico, activando oportunas discordias que tratan de legitimar ante la opinión pública mundial la necesidad de una intervención armada. El uso del lenguaje, el modo de alterar el significado de las palabras para relatar unos hechos más acordes a los intereses de las partes, logra capitalizar las ventajas de los discursos más populistas. Los sucesos que narran la realidad internacional, a través de los medios de comunicación de masas, no son la suma casual de acontecimientos objetivos, son el resultado de un relato construido por especialistas de los gobiernos más poderosos del mundo, aliados frecuentemente con las grandes factorías de la ficción cinematográfica.
“Por las calles de una ciudad devastada por la guerra, un grupo de niños reunidos cerca de un campo de fútbol le avisa de que hay minas por los alrededores. Una mujer le acusa de haber matado a su marido. Se pregunta si el hombre que avanza sobre un carro tirado por un burro es el mismo individuo al que busca su comandante por contrabando de explosivos. Graffitis en árabe sobre los muros de los edificios le hieren con sus letras extrañas. ¿Cómo reaccionar? Le quedan cinco minutos. Su radio le recuerda que hay que actuar rápido. Se acuerda de su misión: Desconfíe de todo y de todo el mundo. No crea nada ni a nadie. Pero que sepan que está ahí y en guardia”. No es el guión de una película bélica, es un videojuego sobre el entrenamiento de los soldados norteamericanos en Irak. Fue concebido por el Institute for Creative Technology, un centro de investigación fundado en 1999 por el Pentágono en la Universidad de California del Sur.
Ciertamente conviene desconfiar, los sentidos nos confunden con frecuencia. Toda una poderosa estructura de creación de significado trabaja para construir una narración en la que poder incorporar las expectativas vitales de millones de personas, conformando discursos que imanten nuestra voluntad. Medina Galeote ha recreado a nuestro alrededor su particular storytelling, desplegando una trama con suficientes trazos como para que el espectador pueda insertarse y completar el relato.
José Luis Pérez Pont
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