José Porcel

#MAKMAEscena
Entrevista al bailaor José Porcel
‘Último tiempo’
Ballet Flamenco José Porcel
Teatre Principal de València
Barcas 15, València
8 de junio de 2024

Su pasión, obsesiva y maravillosa, era el baile. València, en un día de sol que embutía la luz por todos los rincones, fue el escenario del atronador aplauso de la despedida, ese ruido que no se apaga ni se olvida con la bajada del telón. Clavado en el centro del escenario del Teatre Principal de València, la visión de un hombre que a contraluz parece medir tres metros.

José Porcel, un “tío altito, que bailaba medianamente bien” en sus inicios, puso el broche a una carrera que inició en la misma ciudad de la mano de Martín Vargas. A pesar del fin de ciclo, esa misma tarde, el público llenó el teatro de un aire festivo y de palmas, donde Porcel hizo su última apuesta argumental, la de toda una vida, en ‘Último tiempo’.

“Me quedo satisfecho”, confiesa. “¿Quién llega aquí? ¿De cada cien quién llega? ¿Uno? ¿Dos? ¿Y de cada mil?”. La última pataíta la da, como todo durante su trayectoria, cuando “todo era otra historia”, cómo, dónde y en el lugar que ha querido.

En 2022-2023, aún coleaba la celebración de tus veinte años sobre los escenarios, accidentada por la pandemia. Y en 2024, treinta y tres años y mil doscientos bolos después, retirada.

Cuando pasó la pandemia, el espectáculo estaba recién estrenado y se tuvo que hacer un tiempo más, y ya estos últimos meses vino lo de la despedida, pero la actividad estaba un poquito pensada para el aniversario de los veinte años, como dices.

José Porcel haciendo un guiño al cartel de su ‘Último tiempo’, en el Teatre Principal de València. Foto: Sergio Lacedonia.

Desde 2015, la despedida ha sido una idea recurrente.

La verdad es que siempre lo he pensado; creo que no hay que alargar muchísimo la profesión porque es bonito retirarse cuando tú sabes que todavía puedes dar lo máximo de ti. Retirarte cuando tú crees que ya no estás al 100 % creo que, luego, te crea un poco de inseguridades y complejos contigo mismo. A mí me gusta saber que me retiro cuando yo quiero porque sé que todavía estoy al 100 % en la profesión.

El Teatro Olympia fue el primer sitio donde bailaste con Martín Vargas, tu mentor. Ahora los planes pasan por cuidar el semillero que es tu academia de Madrid, con unos 160 alumnos, después despedirte en otro teatro de València, el Principal, a 450 metros. En todos estos años, ¿cómo ha evolucionado la afición al flamenco en València? ¿Y fuera?

Siempre he dicho, a lo largo de mi carrera como director de una compañía propia, que València es la que me ha dado ese empujoncito para poder cumplir este sueño. Aquí siempre se me ayudó. También el Ministerio de Cultura y la Comunidad de Madrid, pero la que realmente empezó a ayudar a que José Porcel y su compañía pudieran trabajar siempre ha sido València. Siempre. Yo también le he traído todos los estrenos, siempre que he podido.

En cuanto al flamenco, mira, desde nuestros maestros, como Carmen Amaya, Farruco, incluso más antiguos, ha sido y es un arte con tanta energía y tan personal que llega a cualquier espectador.

Lo de la moda en el flamenco no existe. Siempre ha estado ahí, con otra expresión, otros artistas, otra sociedad. ¿Qué pasa? Que no hemos sabido venderlo. No hemos pasado de la postal con toros, castañuelas y ole, ole, ole. Eso le ha quitado muchísimo, se nos ha despreciado muchísimo, en un arte que no ha crecido en ninguna otra parte del mundo.

José Porcel, junto a Sergio Moreno, durante la entrevista en el Teatre Principal de València. Foto: Sergio Lacedonia.

Manuel Alcántara repetía una frase de procedencia incierta: “El ser humano es un animal inconsolable”. ¿Dirías que lo es más en su propia despedida? ¿Queda siempre un hueco donde caben más aplausos, como después de una comida está el hueco del postre? Hay quien ha convertido la despedida en un género, en casi la mitad de su carrera artística.

Cuando he llegado al teatro, estaba viendo cómo ponían el suelo acústico emocionado, porque me están llegando mensajes de todo el mundo de la danza, bailarines, bailaores. No quería que este día fuera especial, pero es que no tiene más remedio que ser especial.

Tampoco me ha gustado nunca acomodarme. Cuando llevaba seis años en el Ballet Nacional, les dije a mis padres que algo no me acababa de encajar. Y, con mi nómina de funcionario, me lo dejé para emprender otras aventuras.

Como cantó la chirigota de García Cossío El Selu por martinetes en la última edición del carnaval, este “y el flamenco nunca han tenío muy buen rollete”. Tampoco la danza y el flamenco han sigo los mejores amigos.

Antiguamente, para decirle a alguien una cosa, en el año 1800, tú le decías a una persona que la querías y lo hacías cantando o lo hacías moviéndote o lo decías en una hoguera. Era otra forma de comunicarse, no como ahora. ¿El flamenco es eso realmente? El flamenco es un estilo más de danza. ¿Qué pasa con el estilo de danza del flamenco? Que es muy española, es lo que te decía antes. Solo lo tenemos nosotros.

Para alguien que se asoma a este arte por primera vez, ¿cómo se le podría señalar dónde está la frontera entre el flamenco, el clásico español y la danza contemporánea de brochazo flamenco?

Quien quiera profundizar tiene que irse a la biblioteca y estudiar cómo es la historia de la danza, por ejemplo, que viene de la época de Curro Jiménez, el bandolero famoso de Andalucía, cuando se celebraban las fiestas. El flamenco siempre ha tenido una connotación un poquito más marginal.

Luego se traslada a los cafés cantante y más tarde al teatro. Va cambiando. A esa persona habría que explicarle esta historia y este porqué. Quien quiere meterse en el mundo del flamenco por primera vez, da igual que sea cante, toque o baile, es porque le ha tocado algo en el corazón, por dentro, que no sabe qué es, pero que quiere y necesita explorarlo.

¿Qué tenemos que hacer los profesionales del flamenco? Intentar darle los medios para que pueda llegar a un punto que lo pueda disfrutar y entender, pero hay que explicarle también de dónde viene el flamenco. Que no lo sabemos y es un enigma precioso, está claro, pero por lo menos transmitir los datos ciertos que tenemos.

José Porcel, durante el espéctaculo ‘Último tiempo’, en el Teatre Principal de València. Foto: Sergio Lacedonia.

¿Tienes algún palo flamenco favorito, que sientas más tuyo?

Yo siempre he sido de palos grandes, más lentos. Me refiero a la soleá, la soleá por bulería, la farruca, el tiento, la seguiriya, el taranto. Me gusta todo, aunque no he sido un bailaor muy festero. Pero si te tengo que decir uno, la soleá por bulería me ha marcado mucho. Es más, el último número de la función de despedida en València es una soleá por bulería que me ha acompañado muchos años y con él cierro una etapa.

La docencia es una labor algo incomprendida para cualquier figura. Parece que una carrera tenga que ocurrir siempre en los escenarios.

La gente que ha sido más famosita en el flamenco y luego no quiere dar clase, a lo mejor es que no lo necesita. A mí es que me gusta. Me gusta, por ejemplo, Antonio Canales, que es una figura que hace su masterclass y la tiene llenísima donde va. Eso es como tú lo enfoques.

Me apasiona ver en mi academia que a una persona que está jubilada la saque a un escenario y esté nerviosa por bailar; y que va a transmitir esos valores y su experiencia de vida. Luego está, también, la parte mía de que me encanta la producción y quiero intentar ayudar a la gente joven, con contactos, con producciones. Me apetece mucho.

Las falsetas y las letras de los cantes para otros son habituales. En tu último espectáculo interpretas coreografías de Israel Galván, Rocío Molina (de los más rompedores), Bayón y otros. ¿Les ocurre a las coreografías como a las faenas de los toreros, que son irrepetibles, inaprensibles una vez empieza el movimiento?

No te va a salir dos veces igual, por muchas veces que lo hayas ensayado. Eso es lo que diferencia al flamenco de otras danzas. Hay otras danzas en las que tú lo llevas todo muy marcado y montado y la coreografía en el flamenco es un esquema. Sobre esa base, improvisas. Hay momentos más libres. El flamenco es espontaneidad.

En tu caso, la despedida, este ‘Último tiempo’ es hacer una versión del espectáculo ‘Moralejas’(2010), pero siendo tú ese maestro, con el bagaje y las enseñanzas.

Me siento el protagonista de mí mismo, macho. Miro para atrás y digo: “Hostia, tío, lo que has liado”. Lo he dado todo, hasta la última gota. No me he escaqueado nunca de un ensayo, aun no teniendo actuaciones: con lluvia, con frío, con calor.

Siempre he estado de lunes a viernes, mínimo. Y para vivir de la danza he pasado por rachas de todo tipo: con mucho trabajo, con muy poco. Te agota mentalmente cuando vives tu profesión de forma tan intensa. Pero me siento un privilegiado y si volviera a nacer, repetiría, vamos.

José Porcel
José Porcel, con el cartel, detrás, de ‘Ultimo tiempo’, en el Teatre Principal de València. Foto: Sergio Lacedonia.