Josep Renau y Muñoz Bachs. Gráfica social en exilios paralelos | Arístides Rosell
MAKMA ISSUE #05 | Diseño
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2022
Josep Renau Berenguer y Eduardo Agustín Muñoz Bachs vivieron el exilio en primera persona y de forma paralela. Generacionalmente les separan 30 años, pero sus vidas, sus aportaciones y trascendencia como personajes de amplia trayectoria profesional en el campo de la gráfica social, la ilustración, el cartelismo, el muralismo o el fotomontaje (Renau) les otorgan un lugar especial en la diáspora valenciana.
Testimonios de personas muy próximas afirman que ambos personajes no se conocieron en vida. Incluso se podría afirmar que no tuvieron conocimiento el uno del otro, pero sus vidas se bifurcaron y transitaron en paralelo mientras desarrollaban una extensa e importante producción artística marcada por la transcendencia, la creatividad y un desempeño que sobresalía en su entorno generacional.
Ambos no asumirían por igual el desarraigo que conlleva el exilio. Renau lo vivió desde una juventud madura, enraizada en la política valenciana. Debió de ser duro y tormentoso. Una huida. Una escapatoria hacia un destino incierto. Tuvo que dejar mucho atrás: vivencias, emociones, un hogar, su gente, un proyecto político inacabado.
Bachs, en cambio, marchó arropado por la inocencia infantil, sin haber desarrollado todavía esos lazos. Quizás le acompañaba la extrañeza, el vuelco radical de su vida, la impronta del viaje, el barco, el mar. La angustia de sus padres. Pero los dos sí vieron cómo el barco se alejaba de la costa, del muelle… El retrato de una ciudad perdiéndose en el horizonte entre el ruido de las olas. Atrás quedaba la matria.
Este sello de origen concita hoy un sinnúmero de razones para reivindicar la vida y obra de estas dos figuras imprescindibles en el catálogo artístico universal. La cultura valenciana no debería contentarse solo con promover exposiciones, sino conceder premios a título póstumo, dedicarles una calle, una plaza o sobredimensionar el reconocimiento institucional y público del que son merecedores. Relanzarlos con ese particular protagonismo artístico como hijos ilustres de esta tierra.
Ambos fueron exiliados por las circunstancias. La guerra, la desidia, el pesado lastre de vidas secuestradas por un devenir social que condicionó su partida hacia otros lares. El exilio dejó en ellos una huella de dolor, de obligado desarraigo.
El exilio por definición es travesía, viaje a lo desconocido de forma voluntaria o forzada. Por lo general, el exilio es el hecho de encontrarse lejos de tu lugar de nacimiento por motivos políticos, por discriminación a determinadas etnias o razas, por persecución o pertenencia a determinados grupos minoritarios. Igualmente se puede dar por motivos económicos o provocado por situaciones extremas en conflictos bélicos.
Marchar al exilio presupone dejar atrás todo lo vivido y rehacer una vida plagada de obstáculos donde la supervivencia se convierte en dolencia crónica. La capacidad de adaptación depende de cada circunstancia personal y las vivencias en la nueva latitud van forjando un nuevo paradigma que para algunos constituye un nuevo renacer o dolor perpetuo.
¿Qué hubiese sucedido si el tiempo y las circunstancias les hubiese permitido acercarse para compartir ideas y proyectos? Josep Renau Berenguer (1907, Valencia-1982, Berlín) y Eduardo Muñoz Bachs (1937, Valencia-2001, La Habana) cohabitaron en un mismo siglo.
Hay más puntos de coincidencia de los que podemos imaginar. Nacieron en la Ciudad de València, residieron muy cerca uno del otro: Renau, en la calle Comedias y Bachs, en la calle Conde de Salvatierra (antigua calle Salvador Seguí). Partieron al exilio entre 1939 y 1940, el primero, con 32 años, y el segundo, con apenas 3 años. Sus familias les acompañaron en la travesía. El principal motivo fue el político. Por una parte, Renau era miembro del Partido Comunista y director general de cultura del Gobierno republicano; por la otra, el padre de Bachs (Eduardo Muñoz Nicart) era capitán del ejército republicano en el frente del Ebro.
Ambas familias partieron rumbo a Francia después del fracaso de la Segunda República y el avance de las fuerzas nacionales. Su destino final era la ciudad de México. La familia de Renau llegó allí después de un breve paso por Nueva York, pero la familia Bachs quedó varada en La Habana por circunstancias personales. Ciudades que les acogieron y donde emprendieron una nueva vida.
Josep Renau había conseguido un gran prestigio como político y diseñador en la época de la Segunda República ya que tanto su actividad política como sus carteles y creaciones evidenciaban todo tipo de denuncia social acorde con los tiempos que se vivían.
Formado en el campo de las bellas artes y alentado por su padre –Josep Renau Montoro, profesor de la academia San Carlos–, desde muy joven Renau proyectó su carrera hacia el campo del diseño, la publicidad y la gráfica social.
Del mismo modo, Muñoz Bachs, ya instalado en La Habana, comenzó a destacar desde niño en el dibujo y trabajó para varias revistas en la sección de publicidad. De formación autodidacta, el joven Bachs trabajaba para colaborar en la economía familiar e ir forjando un futuro que no tardaría en llegar.
Muchos han sido los autores que han escrito sobre ambas personalidades, pero existen pocas evidencias de narrativa en primera persona sobre sus vidas y obra. Parcos en palabras y de fuertes caracteres, ambos diseñadores no eran muy dados a la exposición pública.
La vida y obra de Josep Renau la hemos podido conocer a través de voces como el periodista Fernando Bellón, el crítico de arte Manuel García, el catedrático Román de la Calle, el historiador e investigador mexicano Cuauhtémoc Medina, el investigador Jaime Brihuega, la cineasta Giovanna Rives o los curadores Joan Ramón Escrivá y Josep Salvador, entre otros.
La Fundación Josep Renau también contribuye a su memoria y legado histórico que actualmente se encuentra depositado en el IVAM. La familia y amigos como la ilustradora Marta Hofmann, discípula y alumna del diseñador, así como entusiastas artistas, es el caso de Martín Forés y Javier Parra, que estos últimos han recreado murales con la figura del maestro cartelista para mantener vivo su recuerdo.
En el caso de Muñoz Bachs, destaca la labor realizada por la Biblioteca Nacional de Cuba para registrar, documentar y conservar la obra cartelística del creador cubano-valenciano, así como el archivo documental del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC). Del mismo modo, la obra de Bachs ha sido recogida en diversos textos y por autores que han escrito sobre el diseñador.
Entre ellos destacan, la investigadora y curadora Sara Vega Miche, la ensayista Susan Sontag, Fabián Muñoz (hijo de Bachs), el diseñador Pepe Menéndez, la historiadora Raquel Pelta, entre otros. Igualmente, la familia, coleccionistas y entusiastas del cartel conservan y custodian la obra de este prolífico creador.
De forma paralela, en los países de acogida, trabajaron para revistas realizando ilustraciones, portadas o maquetas gráficas, igualmente realizaron trabajos para el cine (también en cine de animación), colaboraron en televisión, pero, sobre todo, ambos destacaron en el diseño de carteles de cine.
Sobre Renau cabe destacar su trayectoria en la época dorada del cartel de cine mexicano en los años 40-50 desde su taller Estudio Imagen Publicidad Plástica, ubicado en la avenida Coyoacán de Ciudad de México. En el estudio colaboraba Manuela Ballester (esposa) Ruy (hijo), Rosita y Fina Ballester (hermanas de Manuela) y otros colaboradores eventuales.
Según palabras de Jordi Ballester (sobrino de Renau) –en ‘Renau, carteles de cinema (Mexic)’ (1984)–, “los trabajos que salían del estudio-taller eran para poder comer y vivir y mantener a una extensa familia, pero lo cierto es que de la frenética actividad generada salieron etiquetas, displays, anagramas, logotipos, cabeceras de todas clases, portadas de libros, discos y sobre todo carteles, muchos carteles de cine”.
Según algunos testimonios y en alusión a la actividad realizada en el taller familiar, Josep Renau no quería hacer referencia a esta parte productiva, pero no menos importante en su vida y obra, ya que la consideraba obra menor y de sustento para la economía familiar en su exilio en aquel país.
Por su parte, Muñoz Bachs, a principios de los años 60, es llamado para formar parte del equipo de diseñadores que dieran forma al naciente cartel cubano de cine que desde el ICAIC se quería fomentar con el triunfo de la Revolución Cubana en 1959. Primero, junto a Rafael Morante y, más tarde, se fueron incorporando los diseñadores Reboiro, Ñiko, Oliva, Azcuy, Roostgaard, entre otros.
Un excelente equipo creativo que se ha erigido como la vanguardia histórica del cartel cubano de cine. De hecho, Muñoz Bachs tuvo el privilegio de realizar el primer cartel para el ICAIC, para el filme ‘Historia de la Revolución’ (1961), de Tomás Gutiérrez Alea “Titón”. Con este cartel se inicia una nueva época para entender lo que hoy se considera uno de los hitos de la gráfica cubana, de este modo nacía un nuevo lenguaje, el cartel cubano de cine.
La obra cartelística de nuestros protagonistas fue muy prolífica, en el caso de Muñoz Bachs le avalan la no menospreciada cifra de más de 2.000 carteles realizados para el cine, y en el caso de Renau, destaca por su trayectoria en el cartel de contenido social, político y para el cine, a lo que se le suma su intensa actividad como muralista o fotomontador tanto en su exilio mexicano junto a David Alfaro Siqueiros como en su exilio berlinés.
En el año 2010, la 11ª Bienal Internacional del Cartel de México organiza de forma paralela, dos magníficas exposiciones de Bachs y Renau, con una excelente acogida. Ha sido hasta la fecha, el único encuentro expositivo que hayan tenido hasta el momento. Una vez más, México es escenario de un encuentro entre ambos creadores, esta vez a título póstumo.
Los exilios de estos creadores los llevaron a vivir y crear sus obras en países de régimen comunista hasta sus fallecimientos. Renau en la malograda República Democrática de Alemania (RDA) después de su exilio mexicano y Bachs en la República de Cuba. Se conocen los esfuerzos, contactos y visitas que Renau realizó a València en su última época para reestablecer su residencia nuevamente en la España democrática. Una salud frágil le impidió retornar a su ansiada matria. De Bachs no se conocen las intenciones del retorno a su València natal, pero sí que su añoranza por la madre patria era una constante en su vida.
Quizás sea el momento, siendo València en este 2022 la Capital Mundial del Diseño, reivindicar estas dos figuras históricas del diseño gráfico valenciano.
Arístides Rosell
Gestor cultural, diseñador, artista y docente en la Universidad Europea de Valencia
Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #05 | Diseño (junio de 2022).
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