#MAKMAArte
‘Juan Estellés. Vuelta desde México’
Comisarios: Rocío Esquivel y Rafael Segovia
Ateneo Mercantil
Plaza del Ayuntamiento 18, València
Hasta el 27 de septiembre de 2024
“La vida humana es un verdadero y amargo exilio”, contaba el poeta Giacomo Leopardi. Juan Estellés, médico psiquiatra valenciano y pintor exiliado a México tras la guerra civil, se nutría de sus versos en las reuniones que mantenía con otros exiliados y de lo que da cuenta su nieto Rafael Segovia en el catálogo de la exposición ‘Mirada y espíritu’ que acompaña la muestra dedicada a Estellés en la capital mexicana.
Esa exposición tiene su continuidad ahora en València, con otras obras de la vasta colección que atesora Segovia (“en México hay ahora unas 1.200 obras de mi abuelo y catalogadas cerca de la mitad, 460, porque el trabajo de catalogación es lento; tendremos fotografiadas unas 850”, subraya su nieto) y que recala en el Ateneo Mercantil con el elocuente título de ‘Vuelta desde México’, gracias al impulso inicial de la promotora cultural Rocío Esquivel.
Su pintura ecléctica, que, como apunta su nieto, “algunos llamarían diletantismo”, y desde luego libérrima, por aquello de transitar por diversos estilos pictóricos sin quedarse encerrado en ninguno, caracteriza la obra de Estellés, cuyo apellido no guarda relación con el del celebrado poeta Vicent Andrés Estellés, objeto de conmemoración ahora mismo en València por el centenario de su nacimiento.
“El deseo es un fuego que nunca se apaga”, proclamó Leopardi y, sin duda, es ese deseo ardiente e inapagable por la pintura el que atraviesa la obra de Juan Estellés. Pintura impresionista, fauvista, cubista, expresionista y abstracta, como vías diferentes mediante las que manifestar, más que su amargo exilio leopardiano, la necesidad que tuvo de atrapar con bodegones, retratos, situaciones y paisajes, la vida mexicana y la suya propia arraigada en la memoria.
Carlos Esplá, político republicano y periodista, lo llamó “pintor de enfermos y médico de paisajes”, tal y como lo anota Segovia en su texto del catálogo, añadiendo estas otras palabras: “En la pintura de Juan Estellés hay un grano de rebeldía contra el sentido unilateral y monótono de la vida”.
Su doble actividad médica y artística quedó, efectivamente, reflejada en su trabajo mediante la conjunción de su experiencia clínica y sus dotes creativas para la pintura. “Su padre era artesano tallador de madera, pero de altísimo nivel, y además sabía pintar muy bien. Fue él quien le enseñó a dibujar desde los cuatro años, adquiriendo una gran facilidad, lo cual se nota en el trazo, porque hace lo que quiere con el pincel”, explica Segovia en la sala del Ateneo Mercantil donde se expone una pequeña parte de su obra.
“De manera que es un pintor”, añade, “con mucho virtuosismo y facilidad, que, aunque tenía su trabajo como médico, a su vez pintaba a tiempo completo, en cuanto dejaba su otra ocupación. Tenía su alma en la pintura, pero siempre pensando en volver a España, de ahí que no quisiera involucrarse en la cultura mexicana”.
En Valencia, antes de la guerra, sí que expuso y se relacionó con otros pintores, cosa que no sucedió en México, donde realizó varias exposiciones, pero, como subraya su nieto, “siempre dentro del ámbito de los refugiados españoles y no trascendió, como sí ocurrió con aquellos otros que se relacionaron con el ámbito cultural mexicano”.
De hecho, de su producción valenciana anterior al exilio, da buena cuenta Juan Gil Albert, que ya hablaba de él como pintor: “Estoy seguro de que festejamos aquí [València, 1937], la originalidad indispensable a toda obra de arte [en Juan Estellés]”. “Hay que tener en cuenta que cuando llegó a México ya tenía 50 años, no era un joven”, precisa Segovia.
Max Aub, por su parte, manifestó de Estellés, en el México de 1953, que era un artista que hacía de todo (“esculpe, modela, escribe, critica, diagnostica”), siendo un “médico de locos y presos, con lo que se diría, siguiendo una fácil pendiente, que lo es de todos. Juan Estellés no duda de nada, porque puede hacerlo todo”.
Sus retratos y paisajes, aunque huyan de la enfermedad médica objeto de su otra gran ocupación, no dejan de combinar cierta belleza amable con su otra cara más siniestra o, cuando menos, sombría de lo que se oculta, precisamente, tras el encanto de la más grata realidad. De ahí su inclinación, en algunos de sus trabajos, por la fantasía, a la que llega despegándose, una vez más, de la más estricta razón instrumental.
“Como no se ató a ninguna imagen de sí mismo como pintor, tenía la libertad de hacer lo que quisiera, experimentando e inventando situaciones cercanas incluso a la ciencia ficción, según explicó el artista Marcos Límenes. Brujas volando en escobas; robots en un planeta imaginario rodeados de cosas extrañísimas. Tenía una inventiva inagotable”, resalta Segovia.
Juan Estellés salió de València en 1939, justo en el último momento de la guerra, cuando ya estaban entrando las tropas franquistas. Estaba casado con Rafaela Camoin –abuela materna francesa de Rafael Segovia–, quien se casó con Estellés en segundas nupcias. Fue ella –como cuenta su nieto– quien pidió auxilio al consulado de Francia para que les ayudara a salir de Valencia.
“Mi abuela murió en 1965, quedándose Juan Estellés solo en México, porque no tuvieron hijos –los hijos eran fruto de un matrimonio anterior de mi abuela, que tuvo dos hijas, una de las cuales es mi madre–. Yo viví con ellos desde muy pequeño hasta la muerte de mi abuela Rafaela y, desde entonces, viví a solas con mi abuelo, en una situación deprimente, porque estábamos muy tristes los dos en una casa desangelada por el vacío que dejó su fallecimiento”.
Una amnistía de Franco a mediados de los 60 propició el regreso de Estellés a España. “Sobre él pesaban ocho penas de muerte a consecuencia de trabajar como médico psiquiatra en el manicomio de València, perteneciendo al Partido Comunista y realizando trabajos de alfabetización en los pueblos. También era psicoanalista, lo cual no era muy bien visto por el régimen franquista”, recuerda Segovia.
Cuando volvió a València, toda la obra que había pintado durante 25 años en México se quedó allí. “Fue mi madre la que reunió toda su obra y, a su muerte, fui yo quien se ha hecho cargo de la misma, como heredero por parte materna”, señala. “Y durante todo ese tiempo, nosotros hablábamos que esa obra tenía que volver a Valencia, para que los valencianos conocieran a un pintor exiliado cuya obra, además, es muy interesante”, añade.
La intención de Rafael Segovia es que ‘Vuelta desde México’ sea la primera de una de las tantas exposiciones que quiere hacer en el territorio natal de su abuelo, para que se conozca su obra en Valencia, estableciendo colaboraciones entre el gobierno mexicano y el valenciano y español. De hecho, y para empezar, la Universitat de València se hará cargo durante un año de la muestra, con el fin de proceder a su itinerancia por diversos municipios de la Comunitat Valenciana, según revelan sus comisarios.
“Tenemos una exposición de animales increíble, porque Juan Estellés percibió el alma de esos animales. Y es que tenía el alma y los conocimientos de un filósofo”, apunta su nieto, mientras paseo por entre las 30 obras expuestas en el Ateneo Mercantil de València.
A pesar de los pesares, en su obra filosófica y, sin duda, humanista, “la muerte tampoco está muy presente”, destaca su nieto, aunque dicha presencia, si no literal, se adivina como fondo telúrico y en la mirada de sus retratados. El propio Segovia concluye: “Hay una obra, que no he podido traer, en la que se ve a un ciervo en medio del claro de un bosque con un hemiciclo de árboles de los que salen las puntas de unos fusiles. Y esa es la imagen más temible de la guerra”.
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