‘Fuego amigo. Los restos de la escritura’, de Juan Gracia Armendáriz
Ediciones Contrabando
Año 2021
Antes de los veinte años le diagnosticaron insuficiencia renal crónica terminal. Lo que en otros tiempos hubiera sido una sentencia inapelable, gracias a los avances de la ciencia médica derivó en un duro desafío, una prueba vital de alto rendimiento que le ha convertido en una suerte de atleta de la supervivencia. Así, con el apoyo de la diálisis y un par de trasplantes, Juan Gracia Armendáriz no sólo ha hecho una vida, digamos normal, sino que se ha realizado plenamente en tres dimensiones: como periodista, como profesor universitario y sobre todo como escritor.
Nacido en Pamplona (1965) y residente en Madrid, Gracia Armendáriz mantiene estrechos vínculos con Valencia por doble vía. Su pareja trabaja en la delegación valenciana de un medio de comunicación y varios de sus libros han sido editados por el prestigioso sello Pre-Textos. Este lazo se refuerza con la aparición de ‘Fuego amigo. Los restos de la escritura’ publicado por Ediciones Contrabando dentro de la colección ‘Interlocutor cruel’ dirigida por Bárbara Blasco y Kike Parra. Un libro escrito durante la pandemia, pero sin mascarilla.
Gracia Armendáriz concibió la escritura de este libro “como la búsqueda en un cráter, tras la explosión, de restos de metralla, de pedazos de un cuerpo querido». Confiesa que ha sido un auténtico regalo en cuya elaboración disfrutó de una gozosa libertad. Sus páginas ofrecen un sincero retrato de sí mismo y de su visión del mundo combinando el ensayo fragmentario con el diario, una fórmula que domina magistralmente y que utilizó en obras anteriores: ‘Diario de un hombre pálido’ y ‘Piel roja’.
Bajo ese fuego amigo del que a veces sale vencedor y, otras, herido, pero siempre reforzado, el autor aborda ese raro y solitario oficio que es el de escribir, su relación con otros escritores y sus primeros editores, algunos recuerdos periodísticos, paseos con su perro Sancho y las maratonianas sesiones de diálisis entre desconocidos que se convierten en personajes.
La enfermedad como protagonista pero tratada sin énfasis ni dramatismos, con la irónica humanidad de un observador atento e imparcial de la existencia que desde muy joven aprendió a valorar cada segundo de vida. «He procurado que las distintas temáticas que abordo estuvieran compensadas, equilibradas, como en una buena ensalada ofreciendo al lector un sentido armónico, una dirección».
Debido a sus circunstancias personales, es uno de los escritores contemporáneos que más ha reflexionado sobre las patologías, junto a otros referentes ilustres, como Joan Didion, Susan Sontag o Philip Roth. «Jiménez Lozano decía que ‘en la enfermedad se conocen tierras desconocidas’, y yo entiendo la literatura como una forma de conocimiento, de búsqueda. La literatura sobre la enfermedad individual o social posee una larga tradición, desde las plagas del Antiguo Testamento, el ‘Decameron’, Defoe, Virginia Woolf, Thomas Mann o el propio Camilo José Cela en ‘Pabellón de reposo’. Últimamente, proliferan las novelas testimoniales sobre la enfermedad y sobre el cuerpo. Me pregunto si no se está abusando un poco».
No entiende la literatura como una profesión, sino como una vocación, «algo que nos paraliza, pero que al mismo tiempo impulsa al movimiento, al hecho maravilloso de asombrarse». Sin embargo, contempla la posibilidad de renunciar a escribir si las prioridades cambian. «Creo que se hacen muchas declaraciones impostadas sobre esa necesidad irrenunciable de escribir».
Defensor ardiente del dietario, un género poco cultivado en España, salvo ejemplos notables como Andrés Trapiello, considera que «estos libros son la cara B de un escritor, donde se puede acceder a un territorio que suele ser reservado. Siempre he defendido que no se han explorado todas las posibilidades narrativas del diario. Todo cabe en él: la anotación breve, la reflexión, el aforismo, la prosa poética, la invención… Al menos, así lo practico yo. Para evitar caer en el solipsismo hay que adoptar una voz narrativa como en la ficción».
Se niega a emplear los giros diabólicos de los guionistas televisivos, pues considera que la auténtica literatura está más allá de ese consumismo fácil e infantilizante. «A veces la calidad y el éxito comercial coinciden, como ocurrió con ‘Patria’, pero la mayor parte de los libros que se editan son de consumo rápido y digestivo».
Contempla con cierto recelo el boom de la novela negra. «Me siento ajeno a ese género, quizá por una inflacción de interés comercial. Me pierdo entre tantos autores nuevos y, la verdad, no tengo tiempo. A cierta edad hay que seleccionar. Leí con avidez a los clásicos: Chester Himes, Dashiell Hammet, Raymond Chandler, James Ellroy, Patricia Cornwell… También a algunos autores españoles, Vázquez Montalbán, Juan Madrid, Lorenzo Silva… Ya se ha dicho, y no me parece mala definición: son las novelas de caballerías del siglo XXI. Que cada cual saque sus propias conclusiones», concluye.
Juan Gracia Armendáriz es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra y doctor por la Complutense. Fue redactor del periódico El Mundo y actualmente es columnista de Diario de Navarra. Autor de las novelas: ‘Cazadores’, ‘La línea Plimsoll’, ‘La pecera’, ‘Diario del hombre pálido’ y ‘Piel roja’, también ha cultivado la narrativa breve en ‘Noticias de la frontera’, ‘Queridos desconocidos’ y ‘Cuentos del jíbaro’.
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