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‘Movimiento continuo’, de Juan Manuel Díaz Burgos
La Llotgeta
Fundación Mediterráneo
Plaza del Mercado 4, València
Hasta el 12 de abril de 2025
Juan Manuel Díaz Burgos (Cartagena, 1951) es un fotógrafo que, parafraseando a Henri Cartier-Bresson, atrapa la vida preservándola en el acto mismo de vivir. Quiere esto decir que, aunque la imagen siempre es la congelación de un instante, en su caso, ese instante congelado supura una vitalidad extrema. La vitalidad que transmiten los seres retratados en un ambiente que, por degradado que esté, respira la hondura de la humanidad contenida bajo el brillo de lo ajado.
“Es un retrato más de ambiente, que de los rostros mismos”, subraya Díaz Burgos, quien ha querido radiografiar la sociedad cubana de los últimos treinta años mediante 160 fotografías reunidas bajo el título de ‘Movimiento continuo’, exposición que permanecerá en La Llotgeta de València hasta el 12 de abril, presentada por la Fundación Mediterráneo.
El ambiente recogido en la muestra tiene su origen en el periodo especial de Cuba, que arrancó en 1991 tras la caída de la URSS, y que Díaz Burgos extiende hasta la actualidad: “Allí empezó el drama que subiste hoy en día”. Un drama que el fotógrafo murciano, lejos de recrearse en él, describe con el corazón partido: por un lado, mostrando sin ambages el deteriorado paisaje urbano producto de la crisis económica que asola la isla, y por otro, dejando que aflore, de modo natural, una humanidad resistente.
“Trato de mostrar cómo el ser humano es capaz de reaccionar al hecho tan duro de ver cómo se rompe tu vida cotidiana”. Y Díaz Burgos lo logra practicando el humanismo que aflora en sus imágenes: “Cuando veo sufrimiento en una escena, me cuesta meter ahí el objetivo. No me gusta introducir imágenes ofensivas”.
En esto, parece seguir lo apuntado por el fotógrafo estadounidense Elliott Erwitt: “La fotografía es el arte de la observación. Encontrar algo interesante en un lugar ordinario. Más que las cosas que ves, lo que cuenta es cómo lo ves”. De manera que Díaz Burgos, al observar la decrepitud de esa sociedad cubana asfixiada por las penurias económicas, pone el ojo en lo ordinario para rescatar, de ese fondo telúrico, lo que reluce bajo su minuciosa mirada.
“Seré de los últimos fotógrafos humanistas”, afirma quien entiende esa humanidad de la siguiente forma: “Ser sincero contigo mismo. Siempre he visto la figura del ser humano por delante del paisaje”. Por eso dice que le interesa, por encima de todo, captar “la tristeza, la alegría, la pena o la felicidad de las personas que aparecen en mis fotografías”.
Y si Ansel Adams decía que una buena fotografía “se obtiene sabiendo dónde pararse”, no cabe la menor duda que Díaz Burgos obtiene de esa máxima resultados sorprendentes. “Hay veces que la fotografía se te ofrece y otras en las que intuyes que va a pasar algo y te adelantas a ello”, asegura quien va ofreciendo ejemplos de ello a lo largo del recorrido expositivo.
Como en la fotografía en la que un anciano, sentado en su silla de ruedas, saluda con la mano a un niño que le mira cuando pasa a su lado por la calle. “Le dije a un amigo, ‘corre que aquí va a pasar algo’. Me maravilla esa sensación que transmite la imagen de que uno empieza a vivir [el niño], mientras otro [el anciano] está para irse”.
“El fotógrafo tiene que dar un paso más allá de la descripción”. Y, sin duda, Díaz Burgos describe la sociedad cubana con “tristeza, enorme tristeza, que es la sensación que tuve al volver a Cuba en 2023”, pero al dar ese paso más, fruto del humanismo que él mismo destila, lo que hace es capturar la esencia del propio cubano: “Están en todo momento reinventando y resolviendo, de ahí que salgan siempre a la calle con su ‘jabita’, su bolsa, por si hay que recoger algo”.
Luis Boyer, presidente de la Fundación Mediterráneo, tiene claro que en La Llotgeta “queremos especializarnos en fotografía de calidad”, y, como muestra, ‘Movimiento continuo’, de Juan Manuel Díaz Burgos, a quien precedieron, entre otros, Pilar Pequeño, José Manuel Navia, Juan Manuel Castro Prieto, Vicente Gómez Novella o Vicente Albero.
“Este proyecto está hecho y configurado expresamente para La Llotgeta. Tomé las medidas de las salas, con el fin de adaptar las imágenes a cada espacio”, subraya el fotógrafo, quien afirma haber añadido tres guiños: tres collages de imágenes en torno a los carros inventados por los cubanos para transportar todo tipo de objetos –“estos carros serán en el futuro pura historia”–, una serie de retratos –“gente que va ensimismada, de frente, como si fueran zombis”– y diversas imágenes tomadas en picado, desde el balcón de donde se hospedaba.
“De La Habana me maravilla esa sensación de surrealismo mágico que observas cuando paseas por sus calles”. Lo dice, por ejemplo, al observar cómo, entre las ruinas de un edificio, de pronto ves a un hombre sentado en su silla contemplando, desde lo alto de una habitación derruida, a los que transitan por su calle. “Es una escena loca, como loca es la sociedad cubana”.
Locura fascinante de un país que vive en ese ‘Movimiento continuo’ aludido en el título de la exposición: “Sí, ‘Movimiento continuo’ porque Cuba lleva mucho tiempo en lo mismo; una sociedad enquistada en un bucle”. Díaz Burgos afirma que, mediante este conjunto de fotografías, “quería coger ese momento”. Atraparlo, mientras la vida fluye en medio del colapso económico.
En este sentido, diríase que, más que buscar, como decía Picasso, él se va encontrando con esa vida extrayendo de la cotidianidad instantes memorables. Y si lo consigue es porque su mirada empatiza con lo que ve, parándose en el punto exacto donde la humanidad sobrecoge. “Debe de haber complicidad con lo que vas a retratar”, concluye Díaz Burgos.
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