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‘Arcología’, de Juan Miguel Aguilera
Reino de Cordelia, 2025
Frente la Costa de Granito Rosa de Bretaña se alza una portentosa pirámide de un kilómetro de altura que puede albergar hasta un millón de personas. Es Xingfú Weilái –futuro feliz en mandarín–, una de las cincuenta arcologías que los chinos han levantado en las costas de Europa. Ciudades utópicas cuyos habitantes disfrutan del máximo confort y seguridad, mientras permanecen vigilados por cámaras día y noche.
Estamos entre 2050 y 2100. Futuro feliz es el escenario donde se desarrolla la última novela de Juan Miguel Aguilera, ‘Arcología‘ (Reino de Cordelia, 2025), en la que rompe los límites entre los géneros. Una historia policíaca, de anticipación, de amor y de venganza. La muerte de un ingeniero en un lugar donde no se producen crímenes despierta sospechas, y la jefa de seguridad, Kiang An-An, inicia una investigación junto al gendarme francés Erwan La Bihan.
Sus pesquisas los conducen a un colega del difunto, cuyo hobby es tallar pequeñas figuras de animales mitológicos. Aguilera intercala en el relato breves anuncios y noticias que reflejan la vida cotidiana en la segunda mitad del siglo XXI y nos habla de un polémico megaproyecto de China cuyo objetivo es mitigar el impacto del sol.
‘Arcología’ es un viaje delicioso y apasionante a un futuro que está a la vuelta de la esquina en el que las maravillas tecnológicas no impiden que el hombre ame y mate, impulsado por las pasiones básicas que forman parte de su naturaleza.

¿Qué significa el título de tu novela, ‘Arcología’?
Arcología significa “arquitectura y ecología”, un término acuñado por el arquitecto italiano Paolo Soleri. Y Xingfú Weilái, el nombre de la que describe mi libro, significa “futuro feliz” en mandarín. Es, precisamente, lo que figura en el emblema que la protagonista de la portada luce en el hombro en caracteres chinos.
¿Por qué has situado tu arcología en la Costa de Granito Rosa de Bretaña?
Porque es una zona que conozco bien. Me han invitado muchas veces a las Utopiales de Nantes y al festival Étonnants Voyageurs de Saint-Malo, en Bretaña. Y, sobre todo, quería remarcar el cambio de clima como consecuencia del calentamiento global.
¿Se podría construir algo parecido, aunque en menor escala hoy día?
Ya existen proyectos en todo el mundo para construir arcologías, como el New Orleans Arcology Habitat, La Línea [The Line] en Arabia Saudí o la pirámide Shimizu en Tokio, cuyo inicio de construcción está previsto para 2030 y alcanzará el doble de altura que Xingfú Weilái.
Mi amiga y escritora Eva G. Guerrero conoce a una ingeniera que actualmente trabaja en La Línea, un proyecto iniciado en 2021 y que aún se encuentra en sus primeras fases. Una vez finalizado, tendrá 170 kilómetros de longitud y atravesará el desierto.
Por lo tanto, esta anticipación es completamente realista. Es evidente que algún día veremos alguna arcología terminada, ya que este tipo de construcciones ofrecen ventajas ecológicas indiscutibles.

¿China será el país hegemónico dentro de unas décadas, como ocurre en tu novela?
La ciencia ficción no pretende adivinar el futuro; simplemente extrapola nuestro presente y plantea posibles escenarios basados en lo que observamos a nuestro alrededor. No somos adivinos. Por eso, ningún escritor de la era dorada de la ciencia ficción predijo Internet, aunque muchos aseguraron que a estas alturas ya tendríamos coches voladores.
Personalmente, me apoyo en la ciencia y la sociología para imaginar el futuro, y esta es la novela más apegada a la realidad que he escrito. ¿Qué va a suceder? Ahora mismo, más que una China dominando el mundo, mi sensación es que Europa se encamina hacia la decadencia. Es lo que estamos viendo, pero, ¿quién sabe? Quizá logremos reaccionar. En cuanto a la parte tecnológica, me he mantenido dentro de lo que ya se está diseñando hoy en día, como las arcologías, que están cada vez más cerca de convertirse en una realidad.
¿Los Agentes Personales (AP), que conectan a los individuos con una IA global mediante un pequeño dispositivo que se inserta en la nuca, tardarán mucho en sustituir a los móviles?
Bill Gates ha pronosticado el fin de Internet, no porque vaya a desaparecer realmente, sino porque se volverá invisible para la mayoría de las personas, que interactuarán directamente con una IA. Esta IA se encargará de navegar por la red global en nombre del usuario, algo que ya estamos empezando a ver. Los buscadores tradicionales serán gradualmente reemplazados por inteligencias artificiales entrenadas para encontrar todo lo que sus usuarios necesiten.

Por otro lado, las conexiones cerebro–máquina ya son una realidad, aunque todavía están muy limitadas. Sin embargo, seguirán desarrollándose en el futuro porque serán muy útiles, como bien dices. El problema que plantea mi novela es la pérdida total de la intimidad en este futuro aparentemente perfecto. Creo que esto también es inevitable y, sobre todo, muy preocupante. Imaginemos lo que un Gobierno totalitario podría hacer con ese tipo de poder.
El gendarme Erwan –mencionando la obra de Tomas Moro, ‘Utopía’– dice lo que me parece una gran verdad: “Quizás las utopías lo sean solo para los visitantes, no para los residentes”. Esa visión podría explicar, en parte, la explosión global del turismo.
Sí, hace unos años, en 2016, me invitaron a un festival en Puerto Rico y me pidieron que diera una charla sobre ‘Utopía’, de Tomás Moro, para celebrar el quinto centenario de la publicación de la obra. Puerto Rico me pareció un paraíso, pero la gente que vivía allí no lo veía de la misma manera.
Fue entonces cuando me di cuenta de que Tomás Moro no pretende haber estado él mismo en la Utopía que describe, sino que fue un viajero ocasional quien, al pasar por allí, se maravilla de los avances de todo tipo que encuentra en esa isla imaginaria, y luego se lo cuenta a Tomás Moro. Por lo tanto, sí, creo que los paraísos suelen serlo solo para el visitante ocasional, para el turista, pero no para los nativos.
Tengo la impresión de que lanzas algunos guiños a la ciencia ficción vintage de Pascual Enguídanos; por ejemplo, las aceras rodantes… o los exosuits.
Por supuesto, Pascual Enguídanos siempre tendrá mi admiración por lo que escribió y por las condiciones en las que lo hizo. Especuló con sociedades encerradas en hábitats, y también con el significado del dinero en esas sociedades futuristas. Esa visión es parte de mi background, algo que siempre llevaré conmigo.
Pero los exosuits aplicados al buceo a grandes profundidades ya existen en la actualidad, y no son muy diferentes a los que describo en la novela. En esa parte, me ayudó muchísimo Alfonso Mateo-Sagasta, quien, además de ser un gran escritor, es un experto buceador. Las aceras rodantes ya las vemos en aeropuertos y centros comerciales; no son ciencia ficción.
Sin embargo, lo importante es cómo se emplean en una arcología, donde no hay vehículos de combustión, y todo está relativamente cerca, lo que reduce la huella de carbono causada por los desplazamientos de miles de personas.

Te habrás divertido mucho al intercalar esos flashes de noticias sobre temas diversos como política internacional, la pugna entre China e India, robots para cuidar ancianos o cambiar fácilmente de sexo.
Muchísimo. Me estaba divirtiendo tanto imaginando todas esas noticias y publicidades del futuro que terminé escribiendo muchas que finalmente no incluí en el libro. Sin embargo, muchas de esas noticias contienen ideas que podrían dar lugar a relatos en el futuro. Fue un proceso muy divertido, sin duda.
Supongo que tu formación de diseñador industrial te ayuda a concebir estructuras y espacios innovadores.
Siempre ha sido así, incluso en novelas en las que la arquitectura y el diseño no eran tan importantes como en esta. Tengo una imaginación puramente visual, y siempre siento la necesidad de dibujar bocetos, planos y esquemas de lo que estoy describiendo en una novela.
En esta, aún más, ya que es, ante todo, una novela policíaca. Es la historia de un asesinato que ocurre en un lugar muy especial, donde hay cámaras que registran todo lo que sucede dentro de la arcología, haciendo imposible cometer un crimen sin que quede registrado. En este caso, entender los espacios en los que se mueven mis personajes es esencial para desarrollar la trama.
¿Nunca te has sentido llamado a la novela gráfica?
Sí, claro. Pero durante veinte años compartí mi estudio con el genial Paco Roca. Sé que nunca podré dibujar como él, así que ni lo intento. Dibujar un tebeo es miles de veces más complicado que hacer una ilustración, así que me quedo en estas y en mis novelas.
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