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‘Castell de Pop’
Juan Pablo Mazzola
Exile Records
¿Qué está suponiendo ‘Castell de Pop’ en tu trayectoria discográfica?
Toda una sorpresa, algo realmente inesperado, ya que el disco me lo iba a guardar para compartir con algunos amigos y ahora creo que va tomando identidad. La idea de tener un disco en un plano tan tranquilo, casi acústico, lo venía pensando hace mucho. Cuando lo hice no me dieron ganas de sacarlo, porque implica mucho producir un disco. Además, creo que toda esta cuestión de ser autosuficiente, sacando uno mismo los discos, le hizo muy mal a la música.
De pronto, el hecho de que una serie de personas se junten y lancen un vinilo con tus canciones es casi surrealista en el año 2023. Creo que lo significativo pasa por cosas de este estilo. Ya saqué muchos discos por mi propia cuenta y volver a tener un sello detrás me convenció a la hora de publicarlo. Hacía varios trabajos que no tenía un sello defendiendo el disco y volver a ese manejo ordena las cosas, aparte de que en Exile son gente que realmente siente la música.
Ha sido publicado precisamente a través del sello Exile Records. ¿Cómo surgió esa relación y cómo se llevó a cabo?
Hace unos años que ellos vienen escribiendo sobre mis discos. Creo que el primero fue en 2014 o 2015. En 2016, yo vine a pasar unas vacaciones a Valencia y conocí al escritor y crítico musical Juanjo Mestre, juntándonos en un café en Malvarrosa a charlar sobre música.
Me mudé aquí en 2018 y, desde ahí en adelante, la gente de Exile SH Magazine siempre estuvo presente en mi música. Juanjo me comentó entonces la idea que tenían de armar un sello independiente y me propuso sacar mi disco para dar el puntapié. Están intentando armar una especie de culto, que nació desde lo digital, pero que tiene sus raíces en lo que todos siempre consumimos. Cubren el garaje, punk, new wave, power pop, americana. Me siento muy cómodo entre gente que aprecia todo eso.
Cuentas con una trayectoria musical asentada en lugares como Argentina, Estados Unidos y varios países de Europa, y ahora estás radicado en València. ¿Por qué elegiste la ciudad del Turia?
De todos los lugares donde viví fuera de mi país -Argentina-, fue quizás Los Angeles donde sentí algo muy atractivo, claramente relacionado con la música, pero también con lo estético; estuve por instalarme definitivamente allí.
Pero hubo un momento en el que pensé que iba a querer tener hijos algún día y, con todo lo que amo California, ni loco hubiera criado a mi hija en ese lugar repleto de problemas sociales. Entonces, cuando visité Valencia en 2016 (llegué en Fallas y no sabía tan siquiera de qué iba la cosa), sentí algo muy raro. Nunca me había pasado, pero las calles, el mar, el amor por el underground, qué se yo. No lo sé, pero fue como si ya la conociera.
A veces pienso que todo esto ya lo vivimos en otra vida. Y en esa ocasión, junto a mi mujer y mi niña (que era una bebé de 9 meses), hicimos muchas caminatas de punta a punta de la ciudad: Ruzafa, Avenida del Puerto, Ciudad de las Artes… Y fue así como nos enamoramos de todo. Recuerdo también ir al Loco Club a ver a los Posies y, a la semana entrante, a los Flamin’ Groovies: todo eso me resultó maravilloso.
De alguna manera, me di cuenta que en Valencia hay como una fidelidad a bandas del power pop, al menos desde el público, y eso me hizo pensar que quizás terminaba de encontrar el lugar que siempre había buscado. Sentí que era ideal para traer a mi hija, sin la locura de Estados Unidos, ni el frío de Alemania, además de haber decidido, con mucho dolor, no criarla en Buenos Aires. Me había cansado de la violencia y la pelea constante de la gente, entre familiares, conocidos.
Y un argentino cantando en inglés, ¿cómo es eso?
Tuve una vida muy rara de pequeño, de adolescente y de grande también. Mi familia pasaba mucho tiempo fuera de Argentina, en Londres, Nueva York y algunas otras ciudades europeas. Siempre estuve medio partido en mis influencias, por esta cuestión de pasar temporadas fuera de Argentina.
Pasé mucho tiempo solo en habitaciones de hotel o apartamentos, donde la única diversión para mí era la música, escuchar la radio. En los 80, me compraba cassettes de lo que se conocía mucho a nivel popular en Estados Unidos: Prince, Madonna, Michael Jackson, Duran Duran, etc. En los 90, llegaron los cds, el discman y, con esas cosas, también Nirvana, Kiss, The Beatles, Ramones.
La cosa es que cuando comencé a escribir canciones, medio que las pensaba en inglés. No es casualidad que las primeras las haya hecho fuera de mi país. Después, me fui seis meses a Londres, otros seis a Berlín, un año entrando y saliendo de Los Angeles, estudié literatura en la Florida y viajé muchas veces a Brasil, pasando allí temporadas tocando con una banda increíble. Es decir, que tengo influencias de muchos lugares; una ensalada total.
De todas formas, lo de cantar en inglés es solo una faceta, porque sentimentalmente soy 100 % argentino. Por otro lado, me ocurre que si salgo a tocar mis canciones en castellano me siento todavía más raro, porque me revuelve algo que extraño mucho, que es mi cultura. El inglés es más universal en el rock.
¿Baby Scream -primero, nombre de tu banda, y ahora tu marca personal- podría ser el grito de un niño o tiene algún sentido más camuflado?
Es exactamente eso, pero relacionado también al grito primal, porque siempre pensé que el llanto de un niño es la desesperación sin filtro. También leí sobre Arthur Janov y su idea de que los traumas en la infancia son el principio de muchos tipos de neurosis. John Lennon hizo terapia con este hombre.
Hoy en día prolifera cualquier mentira en base a terapias, gente vestida de blanco que come hongos y que piensa que por eso está sanando no sé qué cosa, cuando en realidad simplemente se están drogando. Quizás hoy le hubiera puesto otro nombre, no sé.
El tema es que la banda Primal Scream ya existía y entonces, un día, se me ocurrió relacionar lo del llanto de los niños con futuros traumas. Todas mis canciones son autorreferenciales, el problema es que el mundo no está esperando que yo desate mis nudos mentales [risas].
¿Y qué miembros forman parte a nivel instrumental o de producción de Baby Scream?
La producción hace un tiempo que la viene haciendo Nick Schinder, un amigo de Argentina. Fui armando bandas, desarmándolas, cambiando incluso el género. Un poco porque me cansa el tema de armar una banda, pero otro poco porque, siendo sincero, me costó mucho encontrar gente en Valencia.
Una de las cosas que le dije a la gente de Exile SH Magazine, cuando me hicieron la propuesta de sacar el disco, es que iba a sumar a un tecladista para las presentaciones en vivo, o al menos para algunas. Fue así que, por medio de un amigo, di con Ezequiel Gruber, que me acompaña en algunos shows, ahora incluso vamos a grabar algunas cosas.
La idea que tengo es ir sumando de a poco. Ojalá se dé como para armar una banda nuevamente; veremos cómo se desenvuelve todo. La realidad es que también el concepto de la banda y el rock en el año 2023 realmente quedó en una situación complicada. Al no ganar dinero con la música, muy poca gente se quiere sumar a un proyecto.
¿Por qué ese título, ‘Castell de Pop’, para tu más reciente trabajo? Explícanos un poco el contenido general.
Yo cuando llegué a Valencia vivía en una calle que se llamaba así, en el barrio de Nazaret. Un día vi el cartel de la calle y pensé que era un título divino para un disco. Ahí, Juanjo Mestre hizo de investigador y dio con que, en realidad, el ‘Castell de Pop’ existía en Murla (Alicante).
Por otro lado, cabe mencionar que la idea de grabar un disco en este modo tan tranquilo, casi acústico, fue de mi amigo Eric Balbi de Argentina. Él me venía diciendo que yo debería grabar un disco con esa intención. De alguna manera, la idea fue suya.
Las canciones tienen un halo melódico de gran belleza. ¿Cómo definirías tu estilo y cuáles son tus influencias?
Me inspiran mucho las figuras de Paul Westerberg, Elliott Smith, Harry Nilsson, Marc Bolan, John Lennon, Ronnie Lane, Alex Chilton, Chris Bell, Bob Dylan. Es decir, cantautores. Muchos discos que hice suenan a otra cosa, porque en banda suelo mezclar géneros más diversos.
La portada y contraportada del disco son de una gran belleza complementaria. ¿Dónde se realizaron las imágenes? ¿Tienen que ver con el contenido?
Fuimos hasta Murla, donde queda el ‘Castell de Pop’, junto a Juanjo Mestre, Chals Roig (también de Exile) y su hijo Marcos. Chals hizo las fotos sobre el castillo y fue una experiencia muy loca, porque tuvimos que subirnos por unas escaleras antiquísimas que me daban vértigo.
Un poco, estaba la idea del concepto de tapa de ‘I Am The Cosmos’, de Chris Bell. Hay una canción en el disco que se llama ‘Explosions’, que tiene una frase que dice ‘I Am The Universe’. Esta frase es, en cierto modo, una referencia a Chris Bell, pero, por otro lado, describe también el concepto de conciencia colectiva.
Aunque es un álbum que destaca como un todo, más que por una canción concreta, ¿hay alguna por la que hayas recibido más felicitaciones o sea tu preferida?
Varias personas destacaron ‘Panic Room’, que es una canción que le hice a una habitación de mi casa, donde guardo discos, libros y guitarras. ‘Explosions’ y ‘Spirits’ también fueron de las que más me han hablado mis amigos y algunos conocidos.
En lo personal, mi favorita es ‘The Hurt and The Weak’, que casi queda afuera del disco, pero un amigo me dijo que la usara y le hice caso. Tanto la letra como la música de esta canción fueron hechas un día que volví de noche, plena época del Covid. Si bien estoy acostumbrado a ver gente en las calles durmiendo -imagínate que soy de Buenos Aires-, sin embargo, no estaba tan acostumbrado a verlas en Valencia.
La cuestión es que, sea de donde sea, la gente que duerme en la calle es toda igual; está rota en mil partes. Son historias muy intensas, de personas que quizás perdieron todo y se hallan en un limbo. Como el concepto de la canción es medio un manifiesto, terminó siendo mi preferida: habla de la empatía (o no empatía) que puede llegar a tener la gente que pasa caminando al lado de estos seres rotos.
Dinos, por último, en qué tiendas físicas o virtuales se puede comprar.
En Valencia, está en Harmony y en Amsterdam, que son dos lugares que adopté desde mi llegada; ambas disquerías son una belleza. Después, está en Power Records de Bilbao, en Disco 100 y Revolver de Barcelona, y en Discos Marcapasos de Granada.