#MAKMAEntrevistas
Juanma Artigot, coordinador artístico del TEM
Teatre El Musical
Plaza del Rosario 3, València
Entrevista realizada por Jose Ramón Alarcón y Salva Torres
Juanma Artigot es una persona cercana, amable, que quiere recuperar en el Teatre El Musical, que ahora dirige, el público ausente durante los tiempos duros de la pandemia. Tiempos duros que, de momento, persisten. Su objetivo, que despliega con el cuidado de un desactivador de minas, es, además, involucrar al espectador en los procesos teatrales, con el fin de ir sembrando, a medio y largo plazo, el gusto por el teatro.
Le entrevistamos utilizando citas de personajes ilustres de la escena, de manera que, a través de sus sentencias, pueda adentrarse mejor en los asuntos que le conciernen al frente del TEM. Artigot, fiel a cierta máxima, pretende que no haya exhibición teatral sin reflexión. Lo pretende, sabedor de que los cuatro años que tiene de contrato son insuficientes. Aún así, ya está en la carrera, a la que llega con el pedigrí de su gestión cultural en otros espacios de la ciudad de València. No hay tiempo que perder.
“Programar un teatro es pensar”, decía Alfonso Sastre.
Para mí programar un teatro, efectivamente, es pensar; invitar a reflexionar al espectador, a la ciudadanía, con el fin de que sea más crítico y encuentre, con las herramientas que ofrecen los contenidos teatrales, la resolución a los problemas inherentes a la sociedad.
“El teatro debe divertir, noblemente, pero nada más que divertir. Pretender hacer de él una escuela de moral es corromper a la vez la moral y el arte” (Joseph Joubert). Que se complementa con esta otra: “El arte, cuando es bueno, es entretenimiento” (Bertolt Brecht).
La comedia suele ser más compleja que otras disciplinas a la hora de buscar esa conexión con el espectador. Dicho esto, fijándonos en el teatro griego, lo que se buscaba, más allá del entretenimiento, era que los participantes en esos rituales pudieran reflejarse en determinadas situaciones para intentar resolver sus conflictos personales. Solemos entender el entretenimiento asociado a la risa y el humor, pero, en el fondo, entretenimiento es cualquier interacción del espectador con el hecho teatral. Al final, es una cuestión de sentimiento.
“El teatro es un gran medio para educar al público, pero el que hace un teatro educativo se encuentra siempre sin público al que poder educar” (Enrique Jardiel Poncela). ¿El teatro ha de adoctrinar?
La educación dentro de las artes escénicas, para mí, tiene más que ver con la formación del público. Más allá de que pueda parecer una doctrina, yo lo entiendo como la manera de ofrecer herramientas al espectador para que pueda interpretar y descifrar muchos de los códigos que contiene el hecho escénico. Es decir, la educación ligada a la formación y, a través de la exhibición, vinculada a la transmisión de una serie de valores que el propio espectador adquiera.
“Si la gente quiere ver solo las cosas que puede entender no podría ir al teatro, tendría que ir al baño” (Bertolt Brecht).
El espectador tiene que sorprenderse siempre, ir hacia la búsqueda de lo extraño. Además de conocer el proceso de una pieza teatral, el consumo y el hábito te lleva al mismo tiempo a tener una experiencia continua y a un mejor disfrute del teatro.
“Si el teatro sirve para algo es para enseñar a la gente que hay actividades que no sirven para nada y que es indispensable que las haya” (Eugene Ionesco). ¿Por qué crees que es necesario acudir al teatro?
Y justamente hoy más que nunca. En principio, porque lo concebimos como un ritual que necesita de la presencia. El ser humano nace para vivir en sociedad, para experimentar encuentros colectivos y también para reflexionar conjuntamente. El teatro se dice que cumple una labor social de transformación, porque se basa en las debilidades con las que convivimos día a día y, bien a través de la comedia, para reírnos de ello, o del drama, para emocionarnos, es una herramienta muy útil.
“Habría que cerrar los teatros por un año y ver si así la gente nota la diferencia, y si no, el teatro no está cumpliendo su misión” (Heiner Müller). ¿Cómo has experimentado esta reflexión con respecto a la pandemia?
El teatro en sí y todo lo que rodea al teatro necesita una continuidad, porque, más allá de lo que pensamos de la exhibición, hay que poner el foco en el proceso y todo lo asociado a él, y cuando esos procesos se paran, produce efectos devastadores. En el caso del Teatre El Musical, ya sea debido a la pandemia o al hecho de haber estado un tiempo sin nadie coordinándolo, su reactivación supone un esfuerzo mayor. El público cuesta mucho irlo ganando, pero se pierde con suma facilidad cuando se produce un parón, por una mala gestión o por cualquier acción mal enfocada. Recuperarlo, en estas circunstancias, es muy difícil.
“El teatro es como la misa [o el deporte], para sentir completamente sus efectos hay que ir [o hacerlo] frecuentemente” (Émile-Auguste Chartier). ¿Qué público aspiras a tener?
Si tú al público, además de la exhibición, le ofreces unos contenidos paralelos de participación en los procesos teatrales, posiblemente le resulte luego mucho más atractivo enfrentarse a una escena y al propio hecho escénico. El público que ya viene de por sí es un público interesado. El problema con el que nos encontramos es el de atraer al público joven y, para ello, la clave es fomentar el interés ofreciendo formatos más legibles o más adecuados a su consumo cultural. También a través del teatro de base y de los talleres que les permita acercarse al hecho artístico.
Desde el lado mismo de las tablas escénicas, Albert Boadella ha dicho que ahora es más difícil hacer teatro, porque ya lo hacen también hasta los políticos.
La vida es teatro, al fin y al cabo, y la vida es política. Es decir, que el teatro es político, porque la vida es política. Por ejemplo, ‘Ricardo III’, que lo acabamos de tener en el TEM, es una obra en la que se parte de un clásico de William Shakespeare, de algo que se escribió hace siglos, pero que sigue vigente, porque el poder y la política de entonces, trasladada al contexto actual, es prácticamente idéntica.
Ignatius Reilly, en ‘La conjura de los necios’ (John Kennedy Toole), que sabemos que es una de tus lecturas predilectas, dice: “Hombre limpio, muy trabajador, de fiar, callado. ¡Santo Dios! ¿Pero qué clase de monstruo quieren? Creo que jamás podría trabajar en una institución con semejante visión del mundo”. ¿Cuál es tu experiencia con las instituciones?
Siempre hay que buscar el entendimiento con la institución, sin sucumbir a ella a cualquier precio. Uno ha de tener sus propios criterios y mantenerlos hasta el final. Siempre hay una lucha en ese sentido, tanto en lo privado como en lo público, pero, por suerte, yo no he tenido experiencias malas en este sentido. Nuestra función, como gestores, siempre es la de facilitar, lo cual no significa tener que claudicar, sino el de buscar soluciones más allá de las diferencias que pueda haber.
También sabemos de tu predilección musical por ‘London Calling’, de The Clash, en una de cuyas letras se dice: “La edad de hielo se acerca, el sol se acerca, los motores dejan de funcionar, el trigo adelgaza, un error nuclear, pero no tengo miedo, porque Londres se está ahogando y yo vivo junto al río”. ¿Qué te sugiere en la actualidad?
Es un disco completísimo y vigente. Quizás las circunstancias pueden ser diferentes, pero al final el mensaje que transmite podría estar vinculado a la pandemia actual. Es un disco que va a seguir en mi cabecera.
Esta frase es tuya: “Vivimos tiempos duros en los que hay que recuperar afectos mediante la imaginación”.
Nos estamos encontrando con miedos, con ciertos recelos, y aun cuando decimos que la cultura es segura, percibimos reparos entre la gente que viene al teatro. Por eso he dicho que debemos recuperar el afecto, independientemente de las herramientas que tengamos, dadas las limitaciones impuestas para manifestar esos afectos. Y la imaginación es la clave para recuperarlo.
También has dicho que quieres que el TEM posea una “voz propia”. ¿Qué sello quieres imprimir al Teatre El Musical?
El TEM ya tiene su identidad, pero queremos reforzarla. Esa voz propia la entiendo como aquella en la que el mensaje que salga del TEM a través de sus contenidos siempre vaya en la misma línea. Es decir, que no nos equivoquemos, que siempre estemos pendientes de las realidades que existen fuera, de buscar y solucionar esas realidades mediante nuestras herramientas, que son las artes escénicas y cualquier otra disciplina, para poder integrarlas en ese proceso de cambio que necesita cualquier sociedad.
Y tres años, más uno, de contrato, ¿es tiempo suficiente para imprimir ese sello?
No, yo creo que no. Ese es uno de los hándicaps que tiene este puesto. De hecho, entras ahora, a mitad de temporada, y estos proyectos empiezan a dar sus frutos justamente cuando acabas, digámoslo así. Incluso las colaboraciones con otras instituciones y los marcos a desarrollar te pueden llevar dos o tres años.
¿Debería haber más teatros públicos en València?
Pues mira, más allá de que haya pocos o muchos teatros, este momento de parón por la pandemia nos tenía que haber servido para que las estructuras fueran más sólidas. Posiblemente ahora haya un acercamiento mayor entre espacios públicos y privados, algo que estaba por resolver, pero hay que ir también más allá de las ayudas, porque éstas se consumen y al final hay que buscar fórmulas para estar más protegidos.
“He disfrutado mucho con esta obra de teatro, especialmente en el descanso” (Groucho Marx). ¿Qué le dirías a la gente para que se acerque al TEM a disfrutar de las obras, más allá del descanso?
Esta frase puede tener varias lecturas, porque yo ha habido obras que las he disfrutado mucho en el descanso, y te explicaré por qué. Un descanso te puede dar la oportunidad de reflexionar acerca de la obra que estás viendo o has visto, una vez la piensas ya estando tranquilamente en casa. De manera que el descanso es una buena forma de pensar y de ser crítico con la obra que has presenciado.
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