‘Polyphonic Worlds: Justice as Medium’
Contour Biennale 8
Diversas sedes
Malinas (Bélgica)
Hasta el 21 de mayo de 2017
La ciudad belga de Malinas acoge, hasta el 21 de mayo, la octava edición de Contour Biennale, cuya presente propuesta de contenidos culturales se polariza en torno del polisémico concepto de Justicia, bajo el título ‘Polyphonic Worlds: Justice as Medium’ (‘Mundos polifónicos. La Justicia como Medio’) y la dirección curatorial de la comisaria de origen indio Natasha Ginwala.
Enclavada en la región flamenca de la provincia de Amberes, la histórica y renovada urbe de Malinas uniforma una relevante extremidad de su arquitectura con el fin de procurar refrendo institucional a este proyecto artístico, que ha logrado consumar sus principios desde aquellas primeras incursiones en el videoarte que perfilaron la génesis de Contour Biennale, en 2003.
Desde entonces, esta cita ineludible en el cronograma septentrional del país ha procurado nutrirse de múltiples dispciplinas emparentadas con el Arte en Movimiento, es decir, aquellos léxicos que encaminan sus postulados hacia el universo de la imagen en curso, el audiovisual, el arte de acción o las instalaciones cinéticas.
‘Polyphonic Worlds: Justice as Medium’ no solo asienta sus principios en un territorio de longeva historiae iudicialibus –no en vano, en Mechelen (denominación neerlandesa de Malinas) se encuentra el gótico Palacio del Gran Consejo, otrora corte suprema de los Países Bajos borgoñones, cuya edificación se remonta al ocaso del siglo XV–, sino que procura concitar la aproximación de más de una veintena de artistas internacionales a los turbios lindes semióticos contemporáneos de la Justicia –cuyas intricadas y dispares morfologías terminan por someter al individuo–, con el fin de poner en cuestión la inextricable y desequilibrada semántica de los poderes legislativos.
De este modo, en el proemio curatorial ‘Bodies Before the Law’, Natasha Ginwala apunta que “con los límites de la justicia ahora desenmarañándose en una crisis volátil de ética en el presente global, Contour Biennale 8 se involucra en una visión polifónica que recuerda la historia acústica de las Tierras Bajas, al tiempo que presenta un paisaje notacional que es multifónico, con connotaciones que se escuchan como una conciencia plural y, en ocasiones, como estados de discordia. Esta edición se propone cuestionar los límites preconcebidos entre la percepción de legalidad e ilegalidad dentro de la experiencia actual de la estadidad”.
La bienal parte del centro de arte contemporáneo The Garage –próximo a la catedral gótica brabantina de San Rumoldo–, sede en la que se formulan nueve propuestas, de entre las que debe destacarse el video ‘Black Beach / Horse / Camp / The Dead / Forces’ (2016), de la puertorriqueña Beatriz Santiago Muñoz, filmada en la isla de Vieques (Puerto Rico), campo de tiro de la Armada de Estados Unidos durante más de medio siglo, actualmente en arduo proceso de descontaminación; igualmente reseñables el trabajo de la belga Ana Torfs y sus veinticico versiones del concepto de verdad o los límites de la visibilidad postulados por el norteamericano Trevor Paglen en su instalación ‘Code Names’.
Otros cinco emplazamientos citadinos vertebran ‘Polyphonic Worlds: Justice as Medium’: el Aldermen’s House o Casa del Concejal –el más antiguo testimonio arquitectónico (s. XIII) de cuantos primigenias sedes de los ayuntamientos se conservan en el país–; la Court of Savoy (Tribunal de Saboya) –reconstruido como el Palacio de Margarita de Austria (insigne archiduquesa de Austria y princesa consorte de Asturias)–, sede actual del Tribunal de Primera Instancia; la House De Clippel (popularmente, ‘La Emperatriz’) –una renombrada casa solariega del siglo XV–; la House of the Great Salmon, situada junto al muelle y paradigma de la arquitectura renacentista de los Países Bajos; y el Warehouse and Co-working Space, un almacén industrial destinado, en otro tiempo, a la fábrica de muebles y que en la actualidad se erige en galpón colectivo para el teatro experimental, amén de otras dedidaciones.
Sobresalen del croquis programático tres proyectos de heterodoxos acentos. El colombiano Pedro Gómez-Egaña, de excelsa trayectoria internacional, reporta una exquisita y compleja morfología a su instalación móvil ‘The Moon Will Teach You’ –planteada ex profeso para la buhardilla de la Casa del Gran Salmón–, que el artista formula como “un estudio que va desde lo acústico hasta lo cinético, para aprender de las características mínimas y las crónicas incrustadas de un sitio”, a partir de las que “empiezo a considerar cómo escenificar el trabajo de modo tal que existe tanto un aparato mecanicista como una participación humana en la composición de una escena. La audiencia a menudo es guiada a presenciar una sensación de transporte en el proceso de convertirse en parte del trabajo. El trabajo implica el trazado de la proximidad y la distancia, donde las construcciones hechas a mano y automatizadas se contrapesan como un entorno inmersivo y la percepción del tiempo se recompone continuamente”.
Por su parte, el jordano Lawrence Abu Hamdan interviene con sutileza acústica los jardines del Palacio de Margarita, mediante ‘The recovered manifesto of Wissam (inaudible)’, una instalación sonora vertebrada por la ubicación de altavoces de pétrea morfología, distribuidos entre las plantas, de cuyo interior emana una repetitiva y contumaz lectura en torno de la taqiyya –un arraigado concepto islámico relacionado con la ocultación o disimulo de las creencias religiosas cuando estas pudieran ser motivo de persecución– por parte de un hombre llamado Wissam, cuya grabación hubo sido fortuitamente hallada y recuperada por Abu Hamdan de entre cuantas viejas cintas de cassette suelen emplearse en las montañas del Líbano para envolver y proteger los frutales de las aves e insectos.
Y por último, Basir Mahmood, artista pakistaní que proyecta, en el Warehouse and Co-working Space, el proyecto ‘Monument of Arrival and Return’, un audiovisual de nueve minutos protagonizado por un grupo de guardas del ferrocarril y portaequipajes (“conocidos localmente como coolies, de acuerdo con la expresión colonial británica), quienes son exhortados por Mahmood a improvar con diversos utensilios y objetos domésticos, con el fin de reflexionar a través de su determinación como “un iniciador que pone en movimiento colisiones de personas y escenarios improvisados para crear historias originales; como un observador que se teletransporta dentro o fuera de las situaciones cotidianas que está observando, para ver íntimamente: desde dentro y desde fuera”; y sentencia que “mi propio viaje como cineasta se inscribe, así, en la larga historia del movimiento de los coolies (‘”Kuli”) que fueron transportados como mano de obra contratada durante el Imperio Británico a través de plantaciones, unidades industriales, astilleros y plataformas ferroviarias”.
Ocasión decisiva, por tanto, para aventurarse por el mapa artístico, diegético e histórico de una ciudad, Malinas, erigida en hallazgo polisémico.
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J.R. Alarcón y M. Medina
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