#MAKMAArte
‘Kara Walker. Burning Village’
Exposición sobre la Colección Michael Jenkins y Javier Romero
Comisaria: Rosa María Castells
Museo de Arte Contemporáneo de Alicante (MACA)
Plaza de Santa María 3, Alicante
Hasta el 7 de septiembre de 2025
Figura sobre fondo. Blanco y negro. Negro y blanco. Una dualidad que encaja con la luz del museo. La sencillez es, a menudo, la mejor manera de llegar al espectador. En la obra de Kara Walker, esta fundamentación parece dirigir gran parte de su trabajo. En un primer vistazo, entendemos lo que nos quiere contar. A pesar de la gran cantidad de referentes estéticos e históricos, captamos el mensaje inicial para luego querer adentrarnos mucho más en sus obras.
‘Kara Walker. Burning Village’ recoge cuarenta y cuatro piezas que recorren toda la producción de la americana Kara Walker, esencial para entender el panorama artístico contemporáneo y su conexión con cuestiones sociales que transitan por nuestra actualidad.

No cabe duda de que Walker es una de las grandes artistas contemporáneas de nuestro tiempo. Nació en Stockton (California), en 1969, y, tras estudiar en el Atlanta College of Art, acabó convirtiéndose en una de las personas más jóvenes en recibir la prestigiosa beca MacArthur, en 1997.
Desde entonces, su obra se encuentra en grandes colecciones y ha realizado exposiciones en la Tate Modern de Londres, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York o en el Guggenheim de Berlín, entre otros muchos sitios. Su trabajo comprende unas cuatro décadas de producción en las que siempre ha abordado temas sobre violencia, identidad, raza, sexualidad o feminismo, tomando como partida el pasado y haciendo una suerte de revisionismo histórico estético muy particular.
Según Rosa María Castells, directora del MACA y comisaria de la muestra, se trata de “una de las artistas más incómodas y más valientes de nuestro tiempo”.
En ‘Kara Walker. Burning Village’ se pueden disfrutar piezas que comprenden toda esa larga producción y donde sorprende que el material papel resalte por su versatilidad, aunque la cantidad de técnicas que encontramos es muy amplía: esculturas, libros de artista, grabados, fotograbados, dibujos…

Casi cualquier material es susceptible de convertirse en su obra, como ocurrió con el maravilloso proyecto monumental ‘A Subtlety, or the Marvelous Sugar Baby’, una gran instalación ideada por Walker para la antigua fábrica de azúcar Domino, en Brooklyn. En ella, una esfinge de tamaño colosal de rasgos africanos recubierta de azúcar llenó el espacio como símbolo de la historia del azúcar y su comercio, en el que la esclavitud siempre ha tenido un papel fundamental.
Pero su seña de identidad, sin duda, son sus siluetas recortadas. Quizá la pieza más interesante, donde se puede ver el uso que hace de esas figuras, es ‘Burning African Village Play Set with Big House and Lynching’, en donde crea, dentro de una gran vitrina, una especie de juego escultórico compuesto por veintidós figuras recortadas en cartulina negra a través de las que presenta una escena terrorífica: una gran plantación, afroamericanos esclavizados y maltratados, soldados confederados y toda una suerte de escenas violentas de lo más diversas.
Esta dureza contrasta con la estética de esas figuras recortadas que nos recuerdan a los teatros de sombras o las linternas mágicas, pero, como bien explica Castells, “se inspira sobre todo en la tradición histórica de los retratos de sombras victorianos, un trabajo frágil, no tan serio como la pintura y que practicaban fundamentalmente las mujeres”.
Para Walker, fue todo un hallazgo descubrir, mientras leía libros de historia, una postal del siglo XIX que representaba una niña negra de perfil. La propia Walker relata cómo fue aquella revelación: “Vi que todo lo que había sentido y pensado hasta entonces estaba en aquella silueta, estaba vacía y llena al mismo tiempo, era general y específica, era negra y blanca, era arte y no lo era, e incluso, en cierto modo, estaba feminizada”.
“Así, el arte aparentemente inocente de siluetas recortadas se convirtió en un arma afilada, empleada por la artista en gran parte de sus trabajos. La silueta dice mucho, con muy poca información, pero es también lo que hace el estereotipo”, comenta Castells, resumiendo a la perfección la intencional técnica. En el mismo hecho de recortar, ya hay una intención de ocultar y desvelar, de guiarnos hacia un discurso que ella tiene presente pero no impone en ningún momento.
Analizando el pasado histórico, cuestiona personajes y pasajes, plantea desafíos sobre cómo miramos esas crónicas, al tiempo que explora la representación de la raza en el arte moderno y contemporáneo.
Así, desde el pasado, nos sitúa en los discursos de odio de la actualidad, como, por ejemplo, demuestra en ‘Exodus of Confederates from Atlanta, Suite Harpe’s Pictorial History of the Civil War (annotated)’, una obra de 2005 que combina litografía y serigrafía para contarnos un diálogo entre imágenes nuevas y antiguas. A modo de intervención, Walker utiliza sus figuras para enmarcar un momento histórico concreto recogido en una serie de ilustraciones históricas. Con sus intervenciones, coloca nuestro punto de atención sobre el detalle para adentrarnos en discursos alternativos y hacernos pensar más allá del relato convencional.
Desde que se adentró en el panorama artístico en los años 90, y escandalizó por la novedad de su discurso, su madurez artística ha tenido una curva ascendente. Siempre comprometida, la exposición acaba con una de sus más recientes obras: una película de animación titulada ‘Prince McVeigh and the Turner Blasphemies’, donde, a través de una serie de escenas de corte onírico y con sus ya características figuras negras anónimas de protagonistas, se recrean algunos de los actos de violencia supremacista blanca de la historia reciente.
Todo un ejercicio de extrapolación para hacernos reflexionar sobre estas narrativas dolorosas que atraviesan a una gran parte de la población, no solo en Estados Unidos, sino en la mayoría de países. Una manera de tratar con amplitud el hecho pasado para evitar su repetición en el futuro y dejar de perpetuar discursos que ya deberían estar más que olvidados.
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