El problema de los críticos de arte y de los comisarios de exposiciones en nuestro país es previo a la crisis económica, por más que esta circunstancia ha venido a agravar la situación y a incrementar sus efectos. Podría decirse que el período de bonanza económica no sirvió para vertebrar un sector de las artes visuales fuerte en España, como tampoco ha servido para darle una visibilidad internacional. Algo falla en las políticas culturales del Estado español y de las distintas regiones, pues a pesar de la inversión realizada en el período democrático prácticamente no se han apreciado resultados adecuados a largo plazo. El exceso de personalismo y partidismo en las políticas culturales y la inexistencia durante ese tiempo de una estrategia sectorial activa e independiente de los cambios de gobierno, son algunas de las causas por las que no se alcanzan los objetivos propuestos que, por buenos que pudieran ser, se ven permanentemente frustrados, pues se trata de objetivos que debieran se entendidos como metas alcanzables a corto, medio y largo plazo. Ante esa imposibilidad, han florecido comportamientos oportunistas que conducen a que algunos profesionales reciban todos los apoyos y facilidades o bien les sea negado el pan y la sal, dependiendo de los vaivenes electorales. Esa situación fomenta en algunos profesionales de la crítica del arte y del comisariado cierto tipo de comportamientos gregarios y complacientes, impidiendo por tanto la independencia y la libertad básica que debe primar en este ámbito profesional.
Un problema que afecta particularmente ahora a los comisarios de exposiciones en España, que ya se daba antes de la crisis, pero que ha encontrado en la situación económica una justificación poco aceptable, es el constante comisariado de exposiciones por parte de algunos directores de museos en los museos que dirigen. No es incompatible ser director de un museo o centro de arte y comisariar en el mismo exposiciones, pero es llamativo el monopolio que algunos directores/as realizan sobre la programación de sus centros, con lo que ello supone de empobrecimiento programático y reducción de oportunidades para quienes han optado por el comisariado independiente.
El crítico de arte ha estado siempre en crisis, el trabajo intelectual no obtiene en España el reconocimiento debido en ningún ámbito, por lo que la precariedad es el estado habitual de esta figura. Como habitual es recibir invitaciones para escribir en prensa diaria o en algunas revistas especializadas sin la debida remuneración económica. Con independencia de las limitaciones económicas del presente, antes, ahora y siempre se ha intentado que los críticos de arte trabajen bajo mínimos o que lo hagan alentados por estímulos de oportunidad y complacencia con quien manda, una costumbre que es necesario desterrar.
La reducción de presupuestos para actividad expositiva, publicitaria y editorial ha menguado la posibilidad de los críticos de publicar, por lo que la invisibilidad del sector va en aumento, a la vez que desde algunos ámbitos se promueve la opinión de que se trata de una profesión prescindible. La crítica va siendo progresivamente sustituida por las notas de prensa elaboradas por las instituciones acerca de sus propias exposiciones, convirtiéndose en meras laudatios de las mismas. El ataque a la actividad crítica es constante, cuando no es mediante lo económico lo es bajo la condición de lo ideológico, por lo que ejercer la crítica de arte en condiciones de libertad se presenta como una tarea complicada.
El trabajo bien hecho por parte de los profesionales de la crítica y el comisariado no tiene su principal condicionante en la abundancia de recursos económicos. Son numerosos los ejemplos de proyectos expositivos de gran interés y relativa inversión económica y, a la inversa, algunas muestras expositivas muy costosas y publicitadas han carecido de interés. Si fundamentamos nuestro trabajo en base a los parámetros de audiencia y espectacularidad empleados en los medios de comunicación, estaremos confundiendo nuestro cometido. Si en algún ámbito existe capacidad de respuesta ante la actual coyuntura económica es en el ámbito de la cultura. Sin embargo, donde no siempre se encuentra capacidad de adaptación a las nuevas realidades es en la clase política, pues en demasiadas ocasiones una parte importante de sus esfuerzos se dirigen a la mera perpetuación en el cargo.
Es constante la exclusión de los profesionales de los ámbitos de consulta y toma de decisiones. El sector profesional de las artes visuales, representado por las principales asociaciones que lo conforman, inició hace un tiempo un proceso de acercamiento de posiciones, de puesta en común de asuntos y suma de opiniones. De ese proceso natural y autónomo han surgido y surgirán iniciativas que las instituciones públicas y los representantes políticos deberán atender. La cohesión del sector permitirá introducir cambios en la lógica de funcionamiento de las estructuras de poder. Todos los cambios son posibles, pero habremos de trabajar para que esos cambios se produzcan en positivo y no en menoscabo del reconocimiento de los profesionales.
Solo mediante una verdadera refundación de los modos y las maneras de funcionar del sector se podrá garantizar su pervivencia. La ligereza con la que algunas instituciones públicas han destinado sus recursos, en los tiempos de las políticas del exceso, no ha contado con el visto bueno de una parte importante de los profesionales. De igual manera, en el momento presente, se observa falta de sentido común en las medidas gubernamentales hasta ahora aplicadas.
Tras varios años de crisis económica, que están afectando de manera directa al sector del arte contemporáneo, presentamos algunos puntos para contribuir al diagnóstico de la situación:
-Constante interferencia política y partidista en la definición de las políticas que afectan a las artes visuales en el Estado español, en las comunidades autónomas y en los municipios.
-Error continuado de los sucesivos gobiernos a la hora de definir los objetivos de apoyo a la cultura y el arte, primando la construcción de infraestructuras, sin contemplar adecuadamente los contenidos de las mismas ni las necesidades reales del sector profesional, de la ciudadanía ni su función formativa y educadora.
-Inaplicación por el actual Gobierno de la «Estrategia para las Artes Visuales», consensuada en 2011 por el sector profesional del arte en España. Esto significa desatender la realidad recogida en cada una de sus siete líneas estratégicas, que va desde el estudio de fórmulas de apoyo a los creadores, pasando por la necesaria regulación socio-laboral, la reordenación del patrimonio artístico contemporáneo, el fomento de la acción exterior o la creación de nuevos públicos, entre otros.
-Infravaloración del trabajo intelectual y de la capacidad innovadora de los creadores. La estrechez de miras de los gobernantes tiene efectos en detrimento de su repercusión económica en el PIB, a lo que se suma el incremento de la presión impositiva sobre el sector cultural a través del IVA.
José Luis Pérez Pont
Horizontes del Arte Contemporáneo en España
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