#MAKMAArte
Un poema de Elsa Moreno frente a la representación de ‘La Fama’, de Ricardo Bellver
Premio Nacional de Poesía Viva L de Lírica
Ámbito Cultural de El Corte Inglés
Museo del Prado
La poesía me lleva por caminos insospechados, como al Museo del Prado vacío, sin visitantes. Ver aquello es un privilegio, aunque lo de vacío es mentira. Antes de que entren las hornadas de visitas, en el recibidor del Prado está el personal preparado como galgos antes de lanzarse a correr. En una galería encontré un grupo de danza ensayando, y en otra andábamos dos poetas, Gonzalo Escarpa y servidora, recitándole nada menos que a ‘La Fama’ (1887), de Ricardo Bellver y Ramón. Diez minutos antes de la apertura de puertas, es la hora mágica del Museo del Prado.
Hace cuatro años, con la pandemia, el Prado inició una nueva campaña de contenido digital que ha revolucionado el sector. La iniciativa ha sido premiada con los Premios For You Fest 2022 de TikTok en la categoría de contenido educativo y con el premio Webby –los Óscar de Internet– a la mejor iniciativa mundial de arte y cultura en TikTok de 2023. Con más de 500.000 seguidores en TikTok y más de 1.000.000 en Instagram, el truco del Prado ha sido abrirse en canal.
Acercar las obras de arte al público, acercarse literalmente con la lente, descubrir lo que el ojo común no percibe, colaborar con otros artistas que ofrezcan una lectura particular de las piezas y así con más dinámicas. La cuestión es ofrecer una mirada cercana del museo que trascienda los límites geográficos. Javier Sainz y Bernardo Pajares son los responsables de esta campaña y, hace unos meses, el propio Sainz publicaba el libro ‘Los tesoros del Prado’, que recoge veinticinco de las historias narradas en sus vídeos.
Como decía antes, la poesía me está llevando a lugares que no habría imaginado. Este es el segundo año que el Premio Nacional de Poesía Viva #LdeLírica colabora con el Museo del Prado. El año pasado tuve el honor de llevarme el laurel de oro en su quinta edición y compartir mis poemas junto a Gioconda Belli, Soleá Morente y Eudris Planche, ganador de la cuarta edición, en el salón de actos. Para promocionar la sexta edición del premio, nos colamos en los vídeos del Prado, con la suerte de que se graban diez minutos antes de abrir las puertas al público.
Gonzalo Escarpa, coordinador del premio, y yo nos presentamos frente a la citada estatua ‘La Fama’, de Ricardo Bellver y Ramón. Una figura de latón que representa a la diosa Fama, una joven alada sujetando una flauta. Se dice que detrás de cada pluma tiene un ojo y una lengua en cada ojo que repite todo lo que ve. Gonzalo habló de la evolución de la concepción de la fama a lo largo de la historia. Un dato curioso es su etimología. Proveniente del verbo latín fari, que significa habla. Quien tiene el don del habla, tiene la fama.
Al terminar esta breve batería de curiosidades, cerraba el vídeo con un poema, que no tiene nombre, pero empieza diciendo: “La composición musical del poema es un solo de desgarro / un desgarro de saxofón / que llena el vasto silencio de quien, por fin, / observa la irrelevancia / y se enamora”.
Si recitar en el Museo del Prado hace un año fue un acontecimiento fantástico, recitar en el Museo del Prado vacío fue otro nivel de alucinación. Mis versos a la altura de las más grandes obras de arte. Una chica, cuando está escribiendo poemas en su habitación, no se espera estas cosas.
Supongo que la fama era esto, y es un regalo, pero ya decíamos antes que detrás de cada pluma hay un ojo con una lengua en cada ojo, y es que a la fama siempre le acompaña la mala fama. El vídeo fue un éxito en redes, tuvo considerable alcance y buenas críticas, pero una nunca se libra de su pequeña dosis de acoso. Suelo pensar que mi poesía es irrelevante, pero cuando veo que mueve corazones y mueve mucha rabia, me pongo un puntito en la boca.
Hay quien saca su vena de crítico literario y dice que el poema no es bueno porque “no se entiende”, que es “un batiburrillo de palabras sin sentido” o un “conjunto de lugares comunes”. Cada uno es libre de tener sus gustos artísticos y ahí no me meto, pero, verdaderamente, creo que estas críticas vienen de una potente carencia de comprensión lectora, de prejuicios por ser joven y mujer y de una concepción muy limitante hacia la poesía.
Cómo que no se entiende el poema. A una bulería no le pides que se entienda, simplemente te emociona. Si el atardecer sigue alguna lógica, es irrelevante. El poema llega y te atraviesa si tienes el cuerpo disponible. No hay que leer con la mente. Ni siquiera había que leer, es poesía oral. Hay que escuchar con los oídos y con la piel.
La otra línea del acoso pasa directamente del poema y se centra en mis dientes y mis axilas. Una, que la separación entre mis dientes descentra y hace que la performance no sea agradable. Otro, que con esos pelos en las axilas no me deberían dejar entrar en el Museo del Prado. Tengo poco que añadir a estas barbaridades. Pero sí que me parece relevante visibilizarlas porque yo pensaba que la diversidad estaba aceptada, pero resulta que era solo en mi mesa del bar.
A mí, personalmente, no me ofende. Yo sigo con mis palas, mis pelos y mis antipoemas, dando guerra sin haberla buscado. Es el precio a pagar por la fama, por la exposición pública, más bien, que te conviertes en un símbolo. Un símbolo al que la gente idolatra o demoniza según se sientan identificados o atacados.
La fama me parece más una ilusión que una realidad. Mucha gente se me acerca para felicitarme por mis logros y es cierto, me va bien, pero la realidad es que yo soy la misma miserable que vive en casa de sus padres, que no ve el momento de poder independizarse, que vive con la incertidumbre anclada al cuello y que piensa que su carrera artística está acabada cuando a penas gatea.
A mí no me duele la mala fama porque no tiene nada de peso en comparación con esos otros lugares bellísimos a donde me lleva la poesía. Me duele la precariedad del ámbito cultural, la especulación inmobiliaria, el auge de la extrema derecha y la legitimación de los mensajes de odio. No sé si la poesía será una solución. Lo dudo, sinceramente. Pero tampoco es su deber. La poesía no arregla nada, desestabiliza más bien. Agita, desordena, abre nuevas posibilidades.
Continuaba el poema diciendo: “Tenemos que escarbar la tierra con los dientes y escupirnos en las bocas. / Tenemos que ser persistentes con la irrelevancia. / Desatar los cabos y dejar que levite la vida leve. / ¡Eleve! ¡Eleve! / Porque si nos organizamos todos / la gravedad es un invento / del que podemos prescindir”.
Y eso es todo.
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