Land, de Sebastián Nicolau
Fundación Bancaja
Plaza de Tetuán, 23. Valencia
Hasta el 6 de enero de 2020
“Podría decirse que es mi primera exposición con carácter circular: no se sabe dónde empieza y dónde acaba”. Esa circularidad aludida por Sebastián Nicolau, no exenta de cierta linealidad, aun cuando subraya el carácter específico de la muestra en cuestión, no deja de ser igualmente algo que atraviesa el conjunto de su obra, sabiamente representada en la Fundación Bancaja bajo el título de ‘Land’. Circularidad de un trabajo que, al modo manierista, huye del centro para irradiar hacia los márgenes, que no pueden contener todo lo que bulle en esa “cabeza en llamas” del artista, según expresión del comisario Alfonso de la Torre, una energía telúrica.
De hecho, Land (Tierra) remite a ese carácter telúrico de su obra en la doble acepción recogida en la RAE: perteneciente a la Tierra como planeta, y a lo subterráneo. O dicho de otro modo: partiendo del suelo donde se afirman los pies, Sebastián Nicolau se va elevando por la fuerza de su intensa y multifacética creatividad, en su afán por alcanzar un firmamento que le desborda. Por eso da vueltas y vueltas alrededor de lo mismo, mostrando, de diferentes y muy atractivas formas, aquello que el espectador ha de descubrir de la mano del propio artista, igualmente perdido en la búsqueda de ese algo que le sobrepasa.
“Detrás de cada obra siempre hay algo”, apunta. “Algo que conviene descubrir”, añade. ¿Y qué es ese algo que hay en el fondo? “La inseguridad, no es otra cosa”, responde. Inseguridad por haber “querido hacer una cosa y no haber llegado”, de ahí que le produzca “ansiedad el hecho de exponer”. Bendita ansiedad, porque al ver las 50 obras reunidas en torno a esa concepción telúrica, que “de lo representativo a lo abstracto” (De la Torre) dibuja el perfil de un “viaje a la abstracción” (Rafael Alcón, presidente de Fundación Bancaja), el espectador se imagina a un prestidigitador que de su chistera va sacando arquitecturas y paisajes de una belleza infinita.
Para ello, Sebastián Nicolau se vale de diversos materiales: aluminio, madera, metal, escayola, papel, cerámica, transitando por las más variadas disciplinas, desde la pintura a la escultura, pasando por el dibujo, la fotografía o la videocreación. Y es así como el “land” o la tierra evocada por el artista en el conjunto expositivo, lejos de referirse a un espacio exterior, entronca con su mundo interior, al que aludió Alfonso de la Torre, abarcando un territorio “al que le falta siempre algo por descubrir”. Ambas naturalezas, conectadas en cierto modo entre sí, constituyen la materia prima de la que se nutre quien halla dentro de sí el inabarcable mundo.
“Land no se refiere a un espacio concreto, sino a un territorio más amplio”, señala el propio autor. Como apuntó el poeta francés Paul Éluard, “hay otros mundos, pero están en éste”. De igual manera, todos esos mundos exteriores representados y evocados por Sebastián Nicolau, están en su propia cabeza, de ahí que esté en permanente combustión. Las relaciones entre lo evidente y lo misterioso, apuntadas por Alcón, que le permiten “gozar de lo paradojal”, según el comisario, componiendo, cosiendo y trazando signos “de hondo contenido poético”, convierten la obra del artista valenciano en una rara avis dentro del panorama artístico internacional, tal y como lo destaca Alfonso de la Torre.
Aunque las piezas que constituyen la exposición, que permanecerá en Fundación Bancaja hasta el 6 de enero, son de reciente producción, dialogan con otras anteriores, para dar cuenta de esa circularidad envolvente que posee cada obra por separado y el conjunto. De ahí que hablar del marco que contiene cada pieza sea un modo inútil de fijarlas, ansiosas como están todas ellas por llevar al espectador hacia el territorio insondable que explora el propio artista.
Como bien señala el comisario, la obra de Sebastián Nicolau refleja la inquietud del artista “bajo la apariencia de una serenidad misteriosa”. Como si al contemplar esa naturaleza exterior que le maravilla, advirtiera el tornado que se avecina y que le obliga a apresurarse en la captación de esa belleza que Rilke definió como “el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar”. He ahí su constante quehacer, su mirada sometida “a los misterios del ver” (De la Torre). Mirada telúrica, ahora en el sentido de sísmica, por cuanto la obra entera de Sebastián Nicolau vibra como vibran los materiales agitados por la fuerza interior de la tierra.
Salva Torres
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