#MAKMALiteratura #MAKMAEntrevistas | Lucrecia Hoyos
‘Cuando nos cerraron el mundo’
Prólogo de Susana Gisbert e ilustraciones de Alfredo Aguilera
Relatos breves, 2020
Miércoles 12 de agosto de 2020
La escritura fue un antídoto contra los efectos del confinamiento para muchas personas. Una terapia que mitigaba el hastío del encierro y la angustia de la incertidumbre. Comienzan a ver la luz los primeros libros nacidos en esa etapa, la mayoría colecciones de relatos o testimonios personales de una experiencia singular.
‘Cuando nos cerraron el mundo’, de Lucrecia Hoyos, con prólogo de Susana Gisbert e ilustraciones de Alfredo Aguilera Bernárdez, es uno de ellos. Formato de bolsillo y 69 relatos breves de 150 palabras (o un poco más) que versan sobre las circunstancias concretas creadas por el estado de alarma. Todos fueron escritos entre el 15 de marzo y el 9 de mayo, mientras Aguilera creaba las ilustraciones que representan de un modo simbólico las ventanas y balcones protagonistas del confinamiento, incluidas dos vanitas, género artístico del barroco que resalta la vacuidad de la vida y la relevancia de la muerte.
Licenciada en Filosofía y Filología, profesora de secundaria jubilada, Hoyos es creadora del colectivo literario Valencia Escribe. Antes de empezar a dar clases fue auxiliar psiquiátrico y propietaria del restaurante La Cenia, frecuentado por políticos, intelectuales y artistas. Pepe Rubianes, Paco Ibañez, Berlanga, Asunta Serna, Tricicle y el coro de la Sorbona fueron algunos de sus ilustres clientes. El año pasado publicó su primer libro, ‘Textos y texturas’, ilustrado por Evelyn Carell.
El proyecto ‘Cuando nos cerraron el mundo’ surgió a partir de un concurso de relatos de un máximo de 150 palabras convocado por ella y Gisbert, miembros de Valencia Escribe. Hoyos tomó la costumbre de escribir cada día a primera hora una pieza breve. «Ese hábito me daba una gran paz», dice. «Soy muy casera y no me costó mucho adaptarme al confinamiento. Tampoco la incertidumbre me es ajena, sé que el horror puede hallarse a la vuelta de cualquier esquina. Creo que estaba medio alucinada».
Por sus relatos desfilan un sinfín de personajes. Ella misma proyectada en distintos alter ego, sus familiares, varios de ellos profesionales de la sanidad, vecinos, amigos… En ‘Involuciones’ ofrece una imagen de un posible futuro post-COVID-19: «Después de una pandemia que paralizó el mundo, la vida social experimentó una transformación sin precedentes en la historia. (…) Las parejas se fueron extinguiendo. Las mujeres que deseaban ser madres se autoinseminaban con una pastilla que les mandaba el gobierno (…) Hombres y mujeres satisfacían su líbido conectándose durante la noche a la corriente eléctrica»…
Se inició de niña en la lectura con los tebeos tanto suyos como los de su hermano, menos cursis que los dedicados por entonces a las niñas, que cambiaban los domingos en la plaza del Altozano. Luego se enganchó, primero, a la literatura popular y, luego, a los clásicos. «A la vida le debo mucho, pero también me ha obsequiado con importantes carencias», comenta. «Sin embargo, la literatura me lo da todo, he podido vivir distintas vidas, hablar con muertos memorables, viajar, aprender, disfrutar en cualquier parte y a cualquier hora. Escribir me permite vivir con más intensidad, doblemente. Cuando suceden los hechos y cuando los convierto en materia de algún cuento».
Se autodefine como ‘sexadolescente’, un síndrome que suele afectar a los profesores de secundaria contagiados por la actitud de sus alumnos ante la vida. «En mi caso, hay una convicción filósofica que me quedó de mis lecturas de Nietzsche. La idea de la ‘supermujer’, aunque él se refiriera al ‘hombre’, supongo que en sentido genérico. Sería aquella persona creativa que juega con la inocencia de una niña. Decía que solo el arte puede hacer más ligera la vida. Y estoy convencida de que es así”.
Muy activa en Facebook, donde ha encontrado muchos amigos con los que hacer planes diversos, Hoyos está involucrada en el grupo de cohousing Garba-cohabitatge. «Queremos construir pequeñas viviendas en torno a una casa común en una localidad cercana a València. Me encanta este proyecto por la gente que he conocido. El grupo humano es lo más importante, y también me atrae mucho la idea de tener mi privacidad, mi propio pequeño espacio, pero estar a la vez rodeada de personas con las que espero compartir muchas aficiones y diversión. También prestarnos ayuda mutua y preparar con mimo esa etapa de la vida en la que me gustaría estar bien acompañada», concluye Lucrecia Hoyos.
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