#MAKMAArte
‘Lo más bonito del mundo’
La Llotgeta Centre Fotogràfic
Fundación Mediterráneo
Plaça del Mercat 4, València
Del 23 de marzo al 23 de julio de 2022
‘Lo más bonito del mundo’. El título de la exposición, mediante la cual Fundación Mediterráneo exhibe por primera vez medio centenar de fotografías de su Colección de Arte Contemporáneo en sus sedes de Valencia y Alicante, puede parecer cursi. La RAE define la palabra bonito como algo lindo, agraciado, de cierta proporción y belleza. ¿Son bonitas, por tanto, las fotografías que se muestran en La Llotgeta Centre Fotogràfic de València, siguiendo a la que se inauguró una semana antes en la capital alicantina?
En parte sí, puesto que las hay proporcionadas y bellas, según la tradición grecorromana de armonía y equilibrio formal, pero en parte no, puesto que las hay también transgrediendo ese canon para mostrar una realidad más arrebatada. De manera que ‘Lo más bonito del mundo’, lejos de ofrecer una mirada dulce y agradable, sin excluirla, diríase que tiende a señalar los vacíos y las asperezas de una existencia, eso sí, que merece ser contemplada con sus múltiples aristas.
De hecho, Mamen Velasco, comisaria de la exposición, subrayó la importancia que tienen los espejos repartidos a lo largo de la muestra fotográfica que, en La Llotgeta, reúne 24 obras de artistas como Bleda y Rosa, Begoña Cisneros, Esther Ferrer, Alberto García Alix, Juan Hidalgo, Rogelio López Cuenca, José María Mellado, Albert Porta o Javier Vallhonrat, entre otros. Espejos que sirven para reflejar esas múltiples aristas de lo bonito, ya sea en su acepción más amable o en su vertiente más mordaz.
“En medio de tanta catástrofe, es importante que seamos capaces de pararnos y observar la belleza”, apuntó Velasco, señalando en la dirección de los espejos, para invitar al espectador a mirarse en ellos “y ver algo de optimismo”, en el sentido de “reflexionar sobre lo más bonito del mundo”. Para ello, la comisaria ha puesto en relación las obras con algunas citas de Azorín, sacadas de su novela ‘Doña Inés. Una historia de amor’.
Por ejemplo, esta: “En el vivir de todos los días, nuestro espíritu, sin que sepamos por qué, se aferra a un objeto cualquiera de los que nos rodean…Nos rebelamos algunas veces contra nosotros mismos; sentimos desabrimiento por la tiranía de las cosas sobre nosotros; pero otras veces la vista del objeto que nos ha acompañado en horas de tedio y de tristeza conforta nuestro espíritu”.
Las 24 fotografías de ‘Lo más bonito del mundo’ se comportan como esos objetos aludidos por Azorín, de forma que muestran en ocasiones la tiranía de lo representado, que es puesta en solfa (López Cuenca, Ferrer, Hidalgo, García Alix), y otras veces su compañía no exenta de misterio (Bleda y Rosa, Cisneros, Mellado), en tiempos donde la realidad se torna inhabitable por culpa de la pandemia o de los conflictos bélicos.
La referencia a Azorín entiende Velasco que es oportuna, por cuanto el literato alicantino ya concita en las páginas de sus novelas esa pausa necesaria que obliga al detenimiento y deleite de las cosas. “Describe un vaso de agua a lo largo de una página entera, algo parecido a lo que hacen los fotógrafos”, resaltó la comisaria, que vinculó el relato del escritor con la exposición: “Aquí también hay una historia de amor a la vida, a los muebles, a la luz”.
A toda esa belleza concitada en la muestra, ya sea bonita o inclinada hacia lados más ácidos, habría que añadirle “humor y crítica”, precisó Velasco, señalando como ejemplos más cercanos los ubicados en la sala que hermana las obras de Rogelio López Cuenca, Esther Ferrer y Juan Hidalgo, los tres disponiendo esa crítica mediante un collage de imágenes.
López Cuenca ironiza con los rostros de una serie de políticos y personajes de la cultura (Felipe González, Manuel Fraga, Françoise Miterrand, Ronald Reagan, Camilo José Cela), unidos por la frase ‘Home is where hat is’ (El hogar está donde está el sombrero), mostrando las dotes camaleónicas de todos ellos, no por chaqueteros, sino por adaptarse a las circunstancias según el sombrero que portan.
Ferrer juega con el pubis de su sexo para intervenirlo plásticamente, siguiendo cierta ‘música celestial’ proveniente de la Biblia: “No comerás los frutos de los árboles de la ciencia del bien y del mal” o “se les abrieron los ojos…y se dieron cuenta que estaban desnudos”. La política y la religión puestos en entredicho, reflejando en los espejos de la muestra, que vienen a distorsionar la realidad u ofrecer distintos puntos de vista, una belleza alejada del canon y más próxima a la ideología que se pretende cuestionar.
Hidalgo, por cerrar este triunvirato, juega a su vez con diversos fragmentos de los cuerpos desnudos de un hombre y una mujer, en una suerte de performance, a base de repeticiones moduladas por una mano colocada en diferentes lugares de esos cuerpos. Figuras troceadas, heridas por la práctica analítica del collage, que cuestiona la belleza canónica para adentrarse en la violencia implícita en cierto descoyuntamiento.
‘Lo más bonito del mundo’ da pie a otras variadas interpretaciones en torno a esa belleza asociada a lo propiamente bonito. Belleza serena, en ocasiones, y convulsa o, cuando menos, inquietante, en otras, de conformidad con el desdoblamiento que propician los múltiples espejos. Al igual que lo propicia el mismo Azorín: “Hay momentos en que estamos tranquilos y en que, sin embargo, sentimos allá dentro de nosotros una levísima turbación”. Tranquilidad y turbación que atraviesa el conjunto expositivo de La Llotgeta.
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