#MAKMAExposiciones
Colección Sanz-Villar
Centro de Arte Faro de Cabo Mayor
Autoridad Portuaria
Avenida del Faro s/n, Santander
Las luces del faro no se apagan nunca. Siempre girando y girando para orientar a los barcos que se acercan a la costa atraídos por las luces que emana el giratorio movimiento de las enormes bombillas que coronan en lo alto. Algunos de ellos llegarán para descargar, otros a recoger, pero todos se dirigen a la bahía para un fin.
Antes, los faros eran mucho más que los elementos arquitectónicos que son ahora, que parecen pasarse la noche guiñando el ojo al mar, como atrayéndolo hacía sí para no dejarlo escapar. Eran la punta de lanza para mandar y recibir mensajes de las aguas por donde surcaban los navíos. Pero en octubre de 2005, tras más de 160 años cuidando la cuasi eterna rotación de las lámparas de aceite, los fareros (o torreros), técnicos de señales marítimas, dejaron un hueco muy grande dentro del faro de Cabo Mayor.
Pero un espacio tan vacío no se podía desaprovechar de ninguna manera, y con la iniciativa promovida por la Autoridad Portuaria de Santander, nació el Centro de Arte ‘Faro de Cabo Mayor’. El objetivo de este centro fue el de otorgar a la capital cántabra de un nuevo museo para la difusión, interpretación y preservación de aquellas obras creadas con la inspiración de los mares que bañan nuestras costas.
El Centro de Arte cuenta con tres salas. La Sala Cabo Mayor, antiguamente la casa de los fareros, es en la que reside la colección del artista santanderino Eduardo Sanz (1928-2013), alrededor de dos centenares de obras de gran y medio formato, sumando a esto los casi mil dibujos, acuarelas y grafitos que dedica el pintor cántabro a los faros y costas de cualquier rincón del litoral español.
El artista comenzó esta aventura allá por el año 1979 y de esta fusión entre Eduardo Sanz y el mar nacieron sus series de ‘Faros’ y ‘Hora Solar’. Su obra se puede disfrutar en otros museos y centros de arte de todo el globo, como el Museo Albertina de Austria; el Museo de Arte Contemporáneo de Asunción (Paraguay); Museo de Arte Contemporáneo de Managua (Nicaragua); el Museo de Arte Contemporáneo de Ostende (Bélgica); el Museo de la Stampa de Milán; el Museo Reina Sofía de Madrid y en diversas colecciones tanto públicas como privadas.
La siguiente sala, la Sala Cabo Menor, expone un centenar de obras realizadas por, en su mayor parte, artistas españoles que el propio Sanz ha ido coleccionando a lo largo de los años. Las obras -cómo no- están inspiradas en la temática de los faros. Esta sala cuenta con una gran representación de las vanguardias artísticas españolas de la segunda mitad del siglo XX, en toda clase de soportes y técnicas (escultura, pintura, dibujo, fotografía y gráfica).
La tercera y última sala de la que se abastece de arte este centro es la Sala Anular. En ella nos acercan, a través de una serie de piezas, los valores históricos, funcionales y culturales de los faros. Estas piezas de la selección Sanz-Villar están realizadas con una mezcla de soportes como bisutería, envases, prendas de vestir, recortables, timbres de correos, libros, monedas, tarjetas postales, almanaques, logotipos, carteles, etc.…
Este asombroso catálogo de objetos se complementa con apuntes sobre la historia de las señales marítimas y su evolución a lo largo de los años, subrayando cómo la tecnología ha ido cambiando la forma de comunicarse con el mar. En esta Sala Anular, podemos observar el recorrido por los faros de la región cántabra a través de obras de pequeño formato de Eduardo Sanz.
Ahora, casi dos lustros después de la inauguración del Centro de Arte Faro de Cabo Mayor, los “faros” de su interior siguen iluminando sin descanso. Podría decirse que las propias obras retroalimentan la base del gran faro santanderino, dándole más energía en las noches más oscuras y tormentosas en las que el bravío mar Cantábrico deleita a la infinidad de acantilados.
Una serie de obras que dan forma a esos acantilados, esculpiendo la costa del norte de España, para que la futura generación de artistas siga manteniendo la llama viva dentro de las lámparas de aceite, con el fin de que estas irradien con mayor fuerza sus rayos, haciéndolos llegar hasta lo más profundo de la oscuridad de la noche, atrayendo como polillas a los barcos que lo necesiten.
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