Maschi e Buchi, de Francesco Filangeri
Librería Railowsky
C / Gravador Esteve, 28. Valencia
Inauguración: viernes 14 de septiembre de 2018, a las 19.30h
Arquitecto al tiempo que fotógrafo, la fotografía acabó prevaleciendo como actividad profesional de Francesco Filangeri (Palermo, 1969). Si la formación como arquitecto la adquirió de forma reglada, cursando estudios y obteniendo el grado en la Universidad de Palermo, su preciso conocimiento técnico de la fotografía procede de los años en que fue asistente en el estudio palermitano de Giuseppe Cappellani. Atento a la antropología de los espacios urbanos, Filangeri ha trabajado en Roma, Londres, Florencia, Palermo y Valencia, aunque nunca se ha interesado por el genio de esos lugares.
“Vagar por las ciudades ha sido mi principal trabajo”, declaró este disciplinado cultivador del arte de deambular por las calles, una práctica asociada al urbanismo moderno que tuvo su gran eclosión en el París de Baudelaire o en el Berlín de Weimar. Celebración de la errancia como actividad significativa y también forma de resistencia, medio de combatir -reclama la urbanista Paola Berenstein Jacques en su Elogio aos errantes (2012)-, la pérdida de la experiencia física urbana como hábito cotidiano.
Maschi e Buchi es una serie formada por 14 dípticos que reúnen fotografías de hombres de diferente edad y de agujeros y cavidades también diversas. La brusca animalidad de la palabra maschi [machos] parece complementarse con la también desnuda referencia a los buchi [agujeros], que bien pueden evocar la genitalidad femenina y el alumbramiento de la vida. Fue la primera exposición de Filangeri y en cierto modo es un compendio de sus intereses, registros y recursos visuales. Como en un juego de espejos, estos dípticos de personas y lugares anónimos se entretienen en las porosas fronteras entre figuración y abstracción, entre fotografía y pintura, y sugieren irónicos contrastes y analogías en las formas, las escalas, las texturas o la tonalidad. Valgan de ejemplo ese joven cocinero cuya cabeza se trasmuta en capitel corintio, o la calidad rocosa del rostro de un hombre entrado en años junto a unos cantos rodados.
“Callejear -escribió Balzac-, es admirar sublimes cuadros de dolor, de amor y de alegría, es ver retratos graciosos o grotescos, es sumergir la mirada en el fondo de mil y mil existencias.” Mil y mil existencias como las que contemplamos en estas imágenes. La fotografía es una instantánea y tiende por ello a suspender el curso del tiempo, pero esta galería de rostros y figuras que inicia un sonriente niño y culmina un anciano en precario equilibrio, nos recuerda, por el contrario, el maravillado e incesante fluir de la vida, y nos ofrece un fugaz e intenso sentimiento del tiempo.
Salvador Albiñana
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