#MAKMAArte
‘Stultifera Navis’, de Patricia Gómez y María Jesús González
Claustro del Centre Cultural La Nau de la Universitat de València
Universitat 2, València
Del 11 de julio al 23 de octubre de 2022
La locura, argüía Italo Calvino, “es una fuerza de la naturaleza, para bien o para mal”. Para bien, cuando se convierte en el motor de una creatividad que, rayando en esa locura -incluso extralimitándose-, la mantiene a raya. Para mal, cuando esa fuerza de la naturaleza se desata y el sujeto se ve arrastrado por ella, abismándose por los laberintos mentales sin sujeción física o simbólica alguna.
Son innumerables los testimonios acerca del carácter fructífero de la locura bien entendida. “Mi locura es sagrada, no la toquen”, decía Salvador Dalí, corroborando lo atestiguado por el mismísimo Aristóteles: “Ninguna gran mente ha existido nunca sin un toque de locura”. Goethe, autor de ‘Fausto’, incluso envidió la locura, por ser ese “laberinto mental en que te pierdes”.
Hasta que llega el psiquiatra Thomas Szasz y nos advierte: “Si hablas con Dios estás rezando; si Dios te habla tienes esquizofrenia”, ratificando después los peligros de la sinrazón el poeta Allen Ginsberg, cuando dijo haber visto las mejores mentes de su generación destruidas por la locura.
Las artistas Patricia Gómez y María Jesús González se hacen cargo de toda esa locura recogiendo los restos del naufragio de ‘La nave de los locos’ o ‘Stultifera Navis’, mediante el rastreo de la memoria del último Hospital Psiquiátrico de València, el del Padre Jofre en Bétera. Lo hacen mediante una instalación en el claustro de La Nau de la Universitat de València, en la que diversas piezas escultóricas -semejantes a las bañeras terapéuticas de los centros psiquiátricos- cuelgan en el interior de una estructura de hierro.
Las bañeras colgantes riman a su vez con las formas del navío de los locos al que alude el título de la instalación: ‘Stultifera Navis’, que es la traducción latina de aquella nave de los necios o de los locos, en forma de obra escrita por el alemán Sebastian Brant. Este autor, a través de una serie de cuadros, somete a crítica los vicios de su época (siglo XV) surgidos de la estupidez humana.
“Surgida en el Renacimiento, esta figura determina la existencia errante de los locos o necios, que eran embarcados en estos navíos para ser expulsados de las ciudades”, se explica en el texto que acompaña la instalación artística. Locura denigratoria que tiene, como contrapartida, el sol negro de la melancolía -por utilizar el término de la ensayista Julia Kristeva- para quienes la padecen, al tiempo que pone el foco en quienes la dictaminan de manera grosera.
Patricia Gómez y María Jesús González ponen de relieve el carácter fantasmal de esa locura, una suerte de estructuras colgantes que vienen a contener las huellas del manicomio -con sus ataduras, cuerdas y correajes- y el naufragio de los navíos aparentemente rescatados de un fondo marino evocado a modo de inconsciente. El agua de las bañeras y el agua del mar ligados formalmente, para subrayar el carácter ahora reseco de la memoria.
Allí donde la locura se manifestó mediante un amasijo de mensajes inconexos y gritos, es ahora evocada a través del silencio de unas esculturas colgantes o caídas que parecen igualmente clamar al cielo o al infierno. Suspendidas o mortecinas, esas formas anudadas o libres para siempre del cordaje que ya no necesitan, revelan lo incognoscible del ser humano. Y es ahí, en el terreno del arte que Gómez y González transitan, donde la locura puede ser, verdaderamente, tenida en cuenta.
‘Stultifera Navis’ no es un alegato a favor o en contra de la locura -una vez constatada la doble faz de tamaña irracionalidad-, sino el testimonio puro y duro de las huellas contenidas en el silencio de una manifestación humana que a todos nos concierne. “¿Qué es la vida? Una locura”, sentenciaba Calderón de la Barca. Que esa locura conduzca, en ocasiones, al abismo de la enfermedad mental o al mejor considerado ingenio creativo apenas varía a la hora de plantearnos las interrogaciones que suscita.
Patricia Gómez y María Jesús González, al suspender metafóricamente el juicio taxativo -con sus estructuras colgantes- o tirarlo literalmente por tierra, no hacen más que animarnos, a través de su instalación, a pensar en el fondo de locura que atraviesa nuestra existencia. Existencia sin duda fantasmal, porque la vida está repleta de bañeras y navíos que la promueven.
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