En el interior del muro, de Bingyi
Galería Charpa
C / Tapinería,11. Valencia
Hasta finales de abril
“Trabaja en tamaños sin límite”. Y Charpa abre las puertas del almacén de su galería para que veamos los cerca de 30 rollos de papel que, desplegados, pueden acumular kilómetros de pintura. Es la manera que tiene de trabajar Bingyi, actualmente exponiendo parte de su interminable obra en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, junto a otros artistas chinos en la muestra Ink Art: Past as Present in Contemporary China. Pero a la galería Charpa de Valencia ha venido con piezas más pequeñas, sus 68 luminarias, lo que supone su primera incursión expositiva en una sala privada. Normalmente trabaja para grandes museos o edificios oficiales. Por eso Charpa muestra orgullosa la obra de gran sutileza pensada por Bingyi para su exclusiva en Valencia.
Charpa reabre así sus puertas, después del año sabático que le ha permitido conocer en su largo viaje por el extranjero a artistas como Bingyi. Lo hubiera hecho todavía más a lo grande, de no haberse topado con la santa madre iglesia que en Valencia son las Fallas. La artista china tenía el propósito de “tapiar” con su obra el edificio donde se afinca la galería Charpa. Y, después, tomar incluso la calle alfombrando el suelo con una de sus enorme piezas. Pero marzo es marzo y la calle pertenece en exclusividad a los falleros. De manera que, como recuerda Charpa, hubo que suspender tamaña intervención plástica, para centrarse en la no menos sorprendente serie de 68 luminarias.
Y lo mismo que Bingyi suele trabajar al ritmo de la propia naturaleza, hasta el punto de pintar metros y kilómetros de papel expuesto a las inclemencias meteorológicas, también es capaz de reducir el ámbito de su actuación plástica a tamaños reducidos. “No tiene formatos de galería”, subraya Charpa. De ahí la importancia del trabajo que presenta en Valencia, porque no entendiendo así su obra, ha optado por unas piezas minimalistas fruto de una intensa labor poética. Ahí están, enfrentadas a otros seis grandes papeles, y en franca oposición a la mayor de todas que cae, como si fuera una cascada de pintura, de la pared al suelo en un espacio esquinado de la sala.
Sorprende que quien ha sido capaz de llenar ríos de tinta, amoldándose de forma casi literal al curso del río Qinhuai que bordea el templo de Confucio en las montañas de Beijing, sea igualmente capaz de someterse a los dictados de un simple trozo del espacio. Porque así pueden pensarse sus luminarias: minúsculas palpitaciones de la más grande naturaleza, que Bingyi se limita a escuchar con la misma pasión depositada en sus largos e inabarcables papeles. Utilizando pinceles con pelo de elefante, de marta, de alambres muy finos, Bingyi en el fondo transita por los espacios cortos guiada por una sutileza que no entiende de formatos grandes o pequeños, sino de sensaciones que requieren ser expresadas.
Para los papeles interminables, se deja llevar por el azar de la naturaleza, dejando que la inclemente acción de la lluvia, del viento o del sol produzca misteriosas formas sobre la tinta depositada. En las luminarias, ese azar de la naturaleza exterior se vuelve hacia dentro de sí misma, dejando que sea la sangre que corre por sus venas o el aire que movilizan sus pulmones los que establezcan el camino a seguir. De esta forma, Bingyi neutraliza el tamaño del formato con el que trabaja, para que sea un mismo aliento poético el que dibuje la trayectoria inconsciente de su obra.
A Bingyi, las dimensiones del papel le resultan después de todo secundarias, porque a tenor de lo que quiere contar unas veces se meterá literalmente dentro de su propia obra, recorriéndola, pisándola, avanzando con ella, y en otras bastará con que el minúsculo papel le haga sentirse inmensa. Es ese pálpito, que nada sabe de limitaciones espaciales, el que Bingyi promueve con su inabarcable trabajo. Le hubiera gustado desplegar su obra en la fachada de la galería Charpa, sobre el suelo de la calle Tapinería, pero no pudo ser. A cambio, las 68 delicadas luminarias brillan con fuerza En el interior del muro que sirve de título a la primera exposición internacional de Bingyi en una sala privada.
Salva Torres
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