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Adquisición de siete películas del director ruso Andrei Tarkovski
Plataforma online Filmin
Septiembre de 2019
Atrapar en una sola palabra toda la complejidad estética de la mirada singular de ciertos directores, no es sólo un trabajo arduo de síntesis clasificatoria, sino también un intento de atrapar todo el desconcierto y desasosiego que provoca su obra cinematográfica.
La obra de Tziga Vertov, de Sergei Eisenstein o de Luis Buñuel puede quedar definida, según se aventuraron algunos, como de ‘cine-ojo’, ‘cine-puño’ o ’cine-navaja’, respectivamente. Tres palabras que denotan, más allá de todas las diferencias narrativas y plásticas que encierran estas filmografías, una intención común: perturbar emocional e intelectualmente la mirada ‘clásica-pasiva’ del espectador. Tres miradas cinematográficas cuyo sentido pasa por la transgresión del pensamiento racional de la cultura de la modernidad, y la subversión de la moral y la ética del pensamiento burgués, hasta la provocación revolucionaria.
Por una parte, el ‘cine-ojo’ pretende movilizar al espectador a través de la mirada-mecanizada de la cámara; por otra, el ‘cine-puño’ se propone golpear la mirada del público mediante el montaje de atracciones; y, por último, el ‘cine-navaja’ produce cierto desgarro con la escritura automática surrealista.
Siguiendo esta línea de verbalizar la esencia de la obra de ciertos directores en una sola palabra, la belleza espiritual de la filmografía del director ruso Andrei Tarkovski podría quedar subsumida con la palabra agua.
‘Cine-agua’. Toda la puesta en escena del cine de Tarkovski queda encharcada por la presencia simbólica del agua. El agua fluye por el tiempo y el espacio poético de la obra del director. Y la humedad propia de ella irrumpe como fluido orgánico en cada plano, en cada secuencia. Una humedad acuosa, desangelada, se apropia de la imagen, del texto, de las emociones de los personajes. Lo acuoso constituye la verdadera naturaleza nostálgica, melancólica, sacrificial del trascendente y ético arte de Tarkovski.
El agua, por tanto, como materia acuosa donde esculpir el tiempo de la vida y de la muerte. El agua como metáfora de reflexión de la experiencia vital y artística.
“(…) cualquier arte que no quiera ser consumido como una mercancía consiste en explicar por sí mismo y a su entorno el sentido de la vida y de la existencia humana. Es decir: explicar al hombre cuál es el motivo y el objetivo de su existencia en nuestro planeta. O quizá no explicárselo, sino tan sólo enfrentarlo a este interrogante” (Tarkovski).
A modo informativo
La plataforma online Filmin, especializada en cine, principalmente de autor e independiente, aunque también ofrece series, ha adquirido recientemente siete obras del director ruso Andrei Tarkovski, cuya filmografía completa consta de los siguientes largos: ‘La infancia de Iván’ (1962); ‘Andrei Rublev’ (1966); ‘Solaris’ (1972); ‘El espejo’ ( 1974); ‘Stalker’ (1986); ‘Nostalgia’ (1983), y ‘Sacrificio’ (1986).
Cuatro cortometrajes: ‘Los Asesinos’ (1958); ‘Concentrado’ (1958); ‘Hoy no se licenciará’ (1959) y ‘El violín y la apisonadora’ (1960), todos ellos realizados en su etapa de estudiante en el Instituto Pansoviético de Cinematografía, actualmente Universidad Panrusa Guerásimov de Cinematografía. Asimismo, ‘Boris Godunov’ (1982), filmación de la puesta en escena de la ópera Músorgski, y un documental para la televisión italiana, ‘Tempo di viaggio’ (1983) .
De esta breve, pero densa y apasionante filmografía, Filmin ofrece los siguientes títulos: ‘Los Asesinos’; ‘El violín y la apisonadora’; ‘La infancia de Iván’; ‘Andrei Rublev’; ‘Solaris’; ‘El espejo’ y ‘Stalker’.
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