Helena Almeida. Corpus
IVAM
C / Guillem de Castro, 116. Valencia
Hasta el 18 de junio de 2017
“Mi obra es mi cuerpo, mi cuerpo es mi obra”, ha repetido en numerosas ocasiones Helena Almeida (Lisboa, 1934). Y ese cuerpo y esa obra no dejan de explorar sus respectivos límites: el primero, casi siempre a solas consigo mismo, en constante fuga o interrogación de una identidad esquiva, y la segunda, cuestionando igualmente los límites de la propia representación. Por eso las 52 obras que el IVAM acoge bajo el título de Helena Almeida. Corpus no dejan de multiplicarse en diferentes series, con la artista como protagonista absoluta de su propio trabajo, siempre vestida de negro y siempre huyendo del plácido acomodo.
Como explica el director del IVAM, José Miguel Cortés, hablamos de “un cuerpo vulnerable y frágil que busca su lugar, se mueve y agita, salta y se enroca para hacer estallar las costuras de un espacio artístico y narrativo, a menudo, demasiado constreñido”. Joao Ribas, comisario de la exposición junto a Marta Moreira de Almeida, señaló que era “difícil” hablar de la fotografía y del trabajo del cuerpo femenino “sin hablar de Helena Almeida”. Su mezcla de fotografía, dibujo, pintura, performance y body art causó perplejidad en los años 60 y, aún hoy, sorprende.
“Helena es una artista que tiene un puesto singular en el mundo del arte”, destacó Suzanne Cotter, directora del Museo Serralves de Oporto, de donde procede la obra expuesta en el IVAM hasta el 18 de junio. Puesto singular que se ha ido ganando a pulso, después de que en aquellos primeros años de su trayectoria fuera incomprendida, hasta el punto de que la propia Almeida reconoció haber tirado buena parte de sus incipientes trabajos. Quizás sorprendió por utilizar el soporte fotográfico de una forma inusual; quizás por desbordar el medio de una manera excesiva.
Como señala Almeida, en la entrevista que le hacen los comisarios, en el fondo era pintora, pero de pronto “me convertí en la pintura, me convertí en mi trabajo, me convertí en lo creado. Y, al mismo tiempo, soy la creadora”. Esa especie de bucle en torno al cuerpo y la representación, donde no se sabe bien dónde empieza lo uno y dónde acaba lo otro, sigue impactando al observador, que la ve en el interior de su obra tan pronto abriéndose paso entre azules como ocultándose entre bastidores o diversas prendas.
Sus fotografías en blanco y negro, apenas salpicadas de algún que otro color (principalmente azul o rojo), parecen secuencias cinematográficas protagonizadas por un ser solitario al que la identidad le sobra. Al menos, la identidad del DNI, porque la otra, más compleja y lábil, se halla implícita en su obsesiva búsqueda del instante decisivo tan minuciosamente preparado. “Marco el suelo con cosas en el espacio. Los pasos, cada detalle pensado, los taburetes, las distancias…para que no haya errores…En general todo está pensado, o es parte de algo pensado”, explica Almeida en la citada entrevista.
Ayudada por su marido Artur Rosa, que es quien dispara la cámara y, en ocasiones, aparece junto a ella en algunas de las fotografías, Helena Almeida no ha dejado durante su ya larga trayectoria de explorar los límites, de exponerse a sí misma. “Es muy interesante tratar de ir más allá, llegar a un límite en el que nunca he estado”. Como nunca habían sido mostradas todas juntas, por razones de espacio, las 18 piezas de la serie Dentro de mí, que ahora es posible en el IVAM. Fotografías, una vez más, que despliegan en batería ese interior aludido a través de la coreografía del cuerpo.
Pintura habitada, su famosa serie intervenida con color azul (“lo utilizo para mostrar el espacio”), es un ejemplo revelador de su trabajo. Porque Almeida habita la pintura, la fotografía, las ocupa por completo, con el fin de mostrar el vacío que evoca su tarea obsesiva de capturar ese instante decisivo que, cuando llega, como subraya la artista, es como un milagro. El milagro del Corpus libre de ataduras, pero bien sujeto al acto creativo. Una obsesión que a sus 82 años persiste.
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Salva Torres
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