Distopía, de Juan Cuéllar
La Nau de la Universitat de València
C / Universitat, 2, Valéncia
Hasta el 22 de julio de 2018
Distopía es el título de la exposición de Juan Cuéllar en la Sala Oberta de La Nau de la Universitat de València. Una distopía, aunque general, centrada en el aspecto laboral que luego se va extendiendo como una mancha de aceite por el conjunto. “Empecé trabajando las obras y me di cuenta que la chispa que lo movía todo era la precariedad laboral de los artistas”. Precariedad que le parece “más estructural, del entorno en el que vivimos”, y que hace extensible “a vuestra profesión también”. Habla de un cambio en esa estructura del trabajo, “que sigue siendo alienante y que nos va a frustrar más”.
Alienación, domesticación y hueco son palabras que se repiten en ese universo utópico creado por Cuéllar, quien ya se hizo eco de él en una muestra en la extinta galería Walden Contemporary de Valencia. Sus rostros vaciados, característicos de sus dibujos, se mezclan en esta ocasión con los agujeros que vienen a taladrar los propios cuerpos, hasta prolongarse al entorno urbano y a los seres animales. “El hueco es lo vacío, lo alienado. De manera que, al vaciar la forma, vacías también el contenido”, explica el artista valenciano heredero de la estética pop.
Según el comisario de la muestra, Vicente Pla, esos “puntos ciegos”, o agujeros por los que parece vaciarse el sujeto, “desmienten en última instancia el ideal de la figuración como imagen veraz del mundo”. Y, al desmentirlo, diríase que emerge esa distopía a modo de prolongación de la propia utopía, cuyo anhelo de perfección mostraría su doble siniestro. “La utopía”, dice Cuéllar, “es un proyecto que nunca termina de acontecer, mientras que la distopía sí, pero de forma disfuncional”.
Los óleos y dibujos de la exposición se completan con un video realizado por el propio comisario, que el artista denomina “ensayo audiovisual” sobre esa distopía. Desdibujados los rostros, taladrados los cuerpos y sometido el entorno urbano a un mismo peligro de progresivo vaciamiento, las escenas representadas por Cuéllar destilan un aire inquietante. “Va desde lo familiar, que lejos de ser un colchón o el lugar que te acoge puede ser origen de problemas, al mundo animal, donde se crea igualmente la fábula de la domesticación social”.
Es una domesticación propiciada por uno de los peligros que el artista observa con respecto al régimen de prisas que lo envuelve todo. “Los problemas se suceden y cada vez estamos más anestesiados”. Y lo sitúa en esos momentos de crisis económica en los que “cuanto más hundidos, más en silencio estábamos”. En su obra también aparece la censura, que en ciertos cenáculos críticos traducen como autocensura. “Yo la autocensura no me la planteo. Pienso que los nuevos medios de comunicación, las redes sociales, crean esa amalgama de información que propicia la alienación de tanta saturación de mensajes”.
Cuéllar cifra en esa abundancia la clave de la alienación contemporánea. “Hay tal cantidad de información que no la puedes dirigir”, lo que le lleva a pensar que “somos una sociedad domesticada por sobreinformación”. Y la distopía que supura su obra continúa: “Una sociedad domesticada, vacía, es más fácil de dirigir que una sociedad crítica”. De ahí la explicitud con la que titula una de sus piezas: Huecos, así nos quieren. “Es un auto vaciamiento consciente”, prosigue el artista, que lamenta esa pendiente por la que rueda la vida.
“El trabajo no nos ha hecho más libres y mejores personas, sino meros consumidores”. La familia que come alrededor de una mesa, literalmente titulado Distopía familiar, viene a ser el símbolo de esa cualidad consumista desprovista de afectos. “Es un escenario indeseable, pero otro de los motivos generadores de la obra”, cuyo conjunto “observa la realidad más cercana y la más universal”. Los soñadores o Dreamers, que también comparecen en su obra, se limitan a mirar por el marco de un cuadro o de una ventana oscura, rodeados de estanterías de libros que parecen limitar el alcance de esa mirada. De nuevo cierta saturación, esta vez sin agujeros de por medio.
El proyecto expositivo está ligado a cierta didáctica, como subraya Cuéllar. “Se trata de hablar de la distopía a nivel visual acompañado de charlas y conferencias” que tiene lugar en La Nau y que coincide, a su vez, con los animales domésticos que presenta en el Gabinete de Dibujos del espacio Gris Enmarcació. Y puesto que la motivación le vino de la propia situación laboral de los artistas, Cuéllar dibuja un panorama de claroscuros. “Hay un mercado del arte pírrico y no todos podemos entrar en el saco de las ayudas públicas”. Lo cual le ha llevado, como viene sucediendo en otros sectores, a reinventarse: “Ahora tienes que ser artista, además de gestor de tu propia carrera, promotor y comisario”, concluye.
Salva Torres
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