#MAKMAAudiovisual
LABdeseries
Festival de series de València
La Filmoteca, Las Naves y La Mutant
Del 23 al 28 de abril de 2024
El pasado 28 de abril se cerraba en Valencia la quinta edición del festival LABdeseries, un certamen centrado, como todo el mundo sabe, en las series de televisión. Fueron seis días de charlas y proyecciones en torno al mundo de las series televisivas, en esta ocasión con un claro protagonismo temático sobre cómo reflejan las series algunas de las cuestiones que se encuentran en la agenda social contemporánea.
Bajo el título genérico de ‘Las series de su vida’, arrancaba la sesión inaugural con la visita de los actores Alberto San Juan y Leonor Watling a la sala Berlanga de la Filmoteca valenciana. En la mochila llevaban su participación en dos series relativamente recientes: ‘Cristóbal Balenciaga’ en el caso de San Juan, emitida este año por la plataforma Disney+, y ‘No me gusta conducir’, con Watling, para Movistar+.
En un tono distendido, los dos actores hicieron recuerdo de las series que marcaron su infancia, un ejercicio de nostalgia para aquellos que, como San Juan, crecieron a caballo entre los años 70 y 80 del siglo pasado: ‘Super Ratón’, ‘Vickie el Vikingo’, ‘El gallo Claudio’, ‘Pippi Calzaslargas’, ‘La piedra blanca’, ‘Colombo’, entre otros títulos.
La televisión como centro de la formación audiovisual de una generación que aprendió a ver el cine con mayúsculas a través de la pequeña pantalla. “De niño me flipaba el western y luego me flipó el cine negro, y en la tele había muy buen cine en la época de Pilar Miró”, sostuvo el actor en complicidad con el público.
En el caso de Watling, como era la pequeña de una familia de cuatro hermanos, la memoria le remitía a una serie de títulos prestados bajo la influencia de sus mayores: ‘El hombre y la tierra’, ‘Candy-Candy’, ‘El pájaro espino’, ‘Los pazos de Ulloa’, ‘Verano azul’, ‘Falcon Crest’…
“A mi padre le gustaba ‘Canción triste de Hill Street’”, recordó. No sería hasta más tarde cuando encontró su propio camino seriefilo: ‘Fraser’, ‘Friends’ o ‘Periodistas’, pero, sobre todo, ‘Doctor en Alask’a y ‘Twin Peaks’, la mítica serie de David Lynch de principios de los 90.
Series que despertaron la vocación actoral de los dos protagonistas de esta primera charla del certamen. “Yo quería vivir en esas series. Yo veía ‘La ley de Los Ángeles’ y decía: quiero ser abogada. Me hice actriz para estar en esos mundos”, recordaba la protagonista de ‘Hable con ella’, entre otros trabajos.
En ese ejercicio de memoria, los dos invitados tuvieron un afectuoso recuerdo y reconocimiento para ‘Siete vidas’, la serie que cambió los planteamientos de la producción de series en nuestro país. Para Alberto San Juan, la serie creada por Nacho G. Velilla (15 temporadas en antena), “levantó el audiovisual español. Cuánto tiempo viendo series americanas, pero pensábamos que en España no se podían hacer.” ‘Siete vidas’ confirmaba que sí podíamos hacerlo.
Con el mismo tono distendido, se aprovechó el momento para hacer a los invitados algunas preguntas “comprometidas”. Así, Watling confesó que, entre algunos de los títulos sagrados que no llegaron a gustarle, se encontraban tótems de las series contemporáneas como ‘Lost’ o ‘Juego de Tronos’.
¿Un placer culpable? “’First dates’ puede ser apasionante”, reconocía, entre risas, San Juan. “Roberto Alonso era un fan de ‘Mujeres, hombres y viceversa’”, añadió. Entre las recomendaciones, ambos actores se inclinaron por destacar algunas series nacionales. ‘Antidisturbios’, ‘Maricón perdido’, ‘La mesías’, ‘La ruta’, para el protagonista de ‘Balenciaga’. Para Watling: ‘Poquita fe’ o ‘Vota Juan’. Lo que se dice, barriendo para casa.
Sin embargo, este impulso de las series nacionales, no esconde alguna nota preventiva. Tal y como adelantaba Leonor Watling, la actual abundancia de producciones televisivas ha supuesto, sin duda, un espaldarazo profesional para el sector. A más series, más trabajo.
Pero esa misma sobreproducción lleva implícita una atomización de las audiencias y, en consecuencia, de la misma sociedad que las consume. “Antes era más fácil. Ahora te metes en células cada vez más separadas”, explicaba la actriz. Un problema que, por otro lado, quedaba compensado por la apertura de espacios a voces diferentes: “Ahora hay más hueco para ciertas singularidades”.
Para Alberto San Juan, en cambio, aunque la aparición de las plataformas ha abierto los límites a ciertos discursos más combativos, el mismo consumo de series, producto de este sistema capitalista que todo lo convierte en mercancía, sostuvo, hacía que se perdiera el posible poder movilizador.
“Estamos en casa viendo series que nos dicen que todo se va a la mierda. Hay series críticas como nunca las ha habido, pero, ¿qué efecto movilizador tienen? Por otro lado, parece que esa libertad con la que empezaron las plataformas, me dicen que se está retirando”, reflexionaba.
Más optimista se mostró Leonor Watling sobre este asunto, quien encontraba en la difusión de esas voces, un efecto claramente positivo. “Es como tener la biblioteca de Alejandría a tu disposición.”, reconocía la actriz. Un acceso que, según su compañero, encontraba un freno, precisamente, en el desplazamiento del libro como preferencia entre las ocupaciones de ocio de la mayoría de ciudadanos. “Cierto, necesitamos historias”, reconocía San Juan, “pero igual para contar bien no basta con seis horas de televisión”.
La vida es larga y, aun con suerte, para un actor eso representa afrontar buenos y malos trabajos a lo largo de su carrera. Así, San Juan recordaría algunos puntos negros de su currículo, como la versión española de la mítica serie ‘Cheers’, un desatino completo, según confesó él mismo, mientras Watling aprovechaba el momento para reivindicar el papel de pura albañilería del actor, como un trabajador más dentro de la maquinaria de una producción.
En ese panorama, a veces tan restrictivo, ¿se puede decir “no” a un trabajo? Pues depende. Primero, del estado de la cuenta bancaria, diría, sincero, San Juan. Para el protagonista de ‘Balenciaga’ hay compañeros que prefieren trabajar que estar sin hacer nada, por malo que sea el proyecto en el que estén implicados. No es su caso. “Lo primero como actor es ganarte la vida”, reconocía para, a renglón seguido, confesar: “Yo con el teatro me permito mucha libertad. [En caso contrario] me puedo deprimir mucho.”
En una dirección parecida, pero con matices, Leonor Watling confesaba sentirse feliz trabajando, si bien, como su compañero, tampoco se implica en trabajos que no la seduzcan. “Me duele hacer algo en lo que no creo. Me puedo venir abajo”, reconocía la actriz.
Para aplacar el desánimo y la inactividad, Watling combina proyectos artísticos en el ámbito de la música, gracias a su faceta de cantante. Sin embargo, de vez en cuando, ese trabajo en equipo, tan propio del audiovisual, siempre le hace añorar volver a ponerse delante de una cámara. Trabajo en equipo que marca el papel del actor más allá del relumbrón de los flashes y la promoción: “Tu imagen es importante en la foto finish, pero hay mucha gente en la maratón”.
¿Es posible hacer una serie sin efectos especiales?
Uno de los aspectos más interesantes de LABdeseries es el encuentro con profesionales del sector audiovisual. De este modo, jóvenes estudiantes se reunían en la sede del Centro de innovación de Las Naves en la segunda jornada de charlas para hablar sobre la presencia de los efectos especiales y visuales en las películas y las series contemporáneas.
Al frente de la mesa de debate, encontrábamos a dos profesionales de peso: el escultor y artista digital Rafa Zabala, implicado en trabajos como ‘Ready Player One’, ‘Vengadores: Infinity War’ y ‘Alice in Bordeland’, y Carolina Pinillos, jefa de producción de efectos visuales de series y películas de prestigio como ‘Juego de Tronos’, ‘La unidad’ o ‘Lo imposible’, la famosa cinta de J. Antonio Bayona.
La aparición de los llamados efectos especiales nos remite al origen mismo del cine. Como recordaba Áurea Ortiz, moderadora de esta charla, fue el pionero Georges Méliès quien empezó a introducir en sus películas todo tipo de trucos. De allí hasta los actuales efectos digitales se ha transcurrido un largo camino. Para Rafa Zabala, la implicación de los medios digitales ha supuesto, un cambio significativo: “Hoy se puede hacer cualquier cosa”.
En este mismo repaso a su historia, Carolina Pinillos tomaba la palabra para contarnos cómo los efectos visuales digitales aparecieron primero en el mundo de la producción para la publicidad. Luego, vendrían las series. Más tarde, el boom.
“En ese sentido, ‘Juego de Tronos’ fue una revolución. Todo el mundo quería estar en ‘Juego de Tronos’. La motivación del equipo era absoluta. Llegamos a tener entre 15 a 20 proveedores”, afirmaba satisfecha de su participación en la que ha sido una de las series más influyentes de los últimos años.
El abuso en las series de estas técnicas, empleadas hasta en los planos más corrientes, pueden, sin embargo, distraer a un espectador cada vez más entrenado visualmente en estas artes. Para Zabala, “si se hace de forma coherente y creíble, está bien. Pero también se puede dar el uso y el abuso, depende de los equipos. El ojo se va adaptando y cosas que aceptábamos hace años, se quedan obsoletas. Todo está en el equilibrio. El truco es saber qué cabe en cada cosa”.
En esta búsqueda del equilibrio, la figura del productor de efectos visuales resulta capital para llevar a buen puerto una producción. Pinillos presentaba así su trabajo como el imprescindible intermediario entre la parte creativa y la financiera de un proyecto, dando apoyo y soluciones creativas y técnicas a todos los equipos implicados, desde la escritura del guion, pasando por el rodaje hasta el último momento en el proceso de post-producción y montaje de una película o serie.
“Con el primer montaje vas haciendo una planificación del trabajo. Esto implica ordenar las jornadas, el tiempo y los departamentos implicados”, describía Pinillos con precisión, como corresponde a su cargo. “El supervisor pone el corazón, la parte creativa, y el productor la cabeza, controla la parte económica para cumplir con la producción en tiempo”.
Contra lo que se suele suponer, a veces el director no tiene claro el camino. Ahí el supervisor puede decir por dónde hay que ir y llegar a algún tipo de consenso. “La parte creativa recae mucho en el supervisor”, sostuvo Pinillos.
Para rebajar toda tentación de protagonismo, Zabala ponía algunos puntos sobre las íes: “Somos como una cadena, cada eslabón [de la producción] está unido al siguiente. En ese sentido, está bien conocer todo el proceso para saber a dónde va tu trabajo, así como facilitar el trabajo de los demás. Es imposible hacer una película uno solo”.
Para Zabala, la industria del entretenimiento televisivo ha supuesto un estímulo para todo tipo de profesiones, desde profesionales como él, hasta arquitectos, por ejemplo, implicados en el diseño y construcción de decorados. Un sector en el que, advertía a los estudiantes, existen empresas todo tipo, desde de las más grandes, con cargos muy especializados, a otras más pequeñas donde distintas responsabilidades pueden recaer en un mismo operador.
Aun así, las dinámicas que se generan en las empresas son fundamentales en la formación del profesional en estos tiempos de trabajo a domicilio. “El trato directo con compañeros te forma como persona, y vas a aprender más fácil y rápido qué es una producción”, aconsejaba Zabala a la platea. “Tus compañeros se convierten en tus mentores y se aprende mucho”.
En este mismo apartado técnico, la aparición de la Inteligencia Artificial planearía en el imaginario de los asistentes, bien como una potencial ayuda o como una amenaza latente para los profesionales del futuro. Zabala lo tuvo claro: “Es algo que va a cambiar el mundo comparable a la Revolución industrial. Es como una bofetada. Al principio, duele, pero luego, dices, hay que seguir adelante”.
Y aquí viene una advertencia: “La IA es para todos. Lo mejor que se puede hacer es subirse a la cresta de la ola, porque luego se hará muy grande. Uno debe reinventarse en su oficio, añadiendo esas herramientas. La IA no te va a quitar el trabajo, te lo va a quitar el que sepa utilizarla.”
Pero, ¿cómo sobreponerse, como aspirantes, a un mercado laboral tan saturado? “Sigue tu pasión”, recomendaba Zabala. “De pequeño me decían que del arte no se vive, pero me dediqué a otras cosas y no salió bien. Por otro lado, hay que ser consciente de las circunstancias en las que te mueves. La práctica hace al maestro. Yo no paraba de dibujar, pero siempre quería ver la otra parte de los dibujos y pasé a la escultura. Todo desde la pasión, muchas veces a contracorriente y otras apoyado por mucha gente (…) Hay que escuchar a la vida porque ella te habla y te va indicando el camino. Yo he escuchado mucho a mis sentimientos y me ha ido bien”.
“Que siga la industria, que siga el baile”, apuntaba Carolina Pinillos tras recordar la huelga de guionistas que puso en jaque a todo el sector a un nivel internacional. “Que nos siga sorprendiendo”.
¿Hay diversidad en los personajes de las series?
Esta fue la pregunta que trataron de responder el actor y modelo Michael Arhin, junto a los también actores y humoristas Asaari Bibang y Lamine Thior, responsables del podcast ‘No hay negros en el Tibet’, programa on-line que aborda las cuestiones que afectan a la comunidad africana en España.
El problema de la representación de las minorías en la ficción audiovisual española viene de largo. Sin embargo, los tiempos parecen haber abierto nuevas ventanas de oportunidad para hacer llegar ciertos discursos y mensajes a la potencial audiencia. Para Michael Arhin, “lo que ha generado el cambio son las redes sociales. Una de las cosas que se nos achaca es que no vendemos. Las redes hicieron que nos saltáramos un paso y que generásemos nuestro propio público”.
Menos optimista se mostraba la actriz Asaari Bibang, quien sostuvo que, si se ha producido un cambio, este proviene de una situación que ya no se podía sostener. Aun así, el camino que queda es largo. Para Bibang, la influencia de la ficción en la imagen social de las minorías resulta determinante a la hora de atacar ciertos prejuicios: “La ficción no solo reproduce, sino que crea realidades. Es necesario crear un imaginario que haga que la gente empiece a asumir series con un protagonista negro. Ha sido el público el que ha empezado a pedir otro tipo de perfiles, lo que implica nuevos contenidos. El problema es que se hace de manera muy anecdótica”.
En un sentido parecido, se expresaba el actor Lamine Thior: “Me sigo sin ver representado. Se nos pone en una esquina, pero seguimos estando en un lado”.En este contexto, el problema pasa por no disponer de unos referentes populares, según afirmaron los tres invitados, primer escollo hacia una representación apropiada de esas otras culturas con las que convivimos. Como único referente ficcional, aparece el cine de Hollywood que, con frecuencia, luego se intenta reproducir en las series y películas españolas, creando una imagen distorsionada de la realidad.
“El hecho de ser negro, ya es una problemática”, sentenciaba la propia Bibang. ¿Hay representación? La calle dice que no. Basta preguntarle a cualquiera para descubrir el flagrante desconocimiento de esos posibles nombres de referencia. En palabras de Bibang, el motivo de este vacío en el imaginario colectivo pasaba por la ausencia de un marketing apropiado que proyectara la trayectoria de esos nombres, imprescindibles para afianzar esa deseada normalización. Y es que sucede que, incluso cuando esos nombres aparecen, el impacto en el público es temporal, para luego ser olvidados rápidamente, una estrategia que, para la actriz, es plenamente consciente por parte de los agentes implicados en la industria.
Todos estos problemas de imagen estaban relacionados también por una imagen estereotipada de lo que representa, por sí misma, una persona africana. Un dibujo que cae con frecuencia en una homogeneización que excluye particularidades culturales y condena a los actores a responder a una imagen física exterior prestablecida. “En los castings piden chicas africanas, en general, que significa que seas negra, pero cuanto menos negra seas, mejor”, afirmaba, irónica, Bibang. Esta imagen cambia cuando se trata de crear los estereotipos masculinos. Otra diferencia.
Bibang, locuaz, lo explicaba de la siguiente manera: “En el imaginario colectivo, la imagen del hombre negro es la de un tipo rudo con esa cosa medio violenta. Con la mujer se intenta todo lo contrario, que sea negra, pero hay que quitarle los rasgos que sean patentes en la mujer negra (salvo que interprete a una prostituta). Es triste, pero es así. Yo no digo que no se tenga que representar, lo que digo es que no es lo único”.
Esta forma de representación redunda, según afirmaron los invitados, a la hora de construir ficciones que acaban finalmente recluidas a una propuesta de nicho, lo que condena a los actores a ese margen de la industria al que se refirieron. Para combatirlo sería necesario, reclamaron, no solo la participación de personas africanas en los elencos de actores, sino en los equipos creativos de directores y guionistas. Solo de esta forma, se podría atender a los matices y complejidades culturales que acaben con esos clichés.
“Yo he asumido que lo que hago es un legado. Pero, ¿dónde está mi beneficio de lo que hago hoy?”, reflexionaba Asaari Bibang, la vista puesta en el futuro, pero también en su presente más inmediato. El camino pasa por no aceptar producciones que redunde en dichos modelos.
“Yo he rechazado muchos trabajos que necesitaba para comer sabiendo que había otra actriz negra que habría dicho que sí. No me meto en las circunstancias de nadie, pero tiene que haber gente que se posicione más y que diga que ese guion no lo va a hacer porque no le representa”, afirmaba.
En ese sentido, Bibang se mostraba contraria a las cuotas: “Lo ideal es que no fueran necesarias”. Al final, sin embargo, parece imprescindible algún tipo de apoyo que compense esas ventajas de las que, se dijo, carecen a la hora de desarrollar una carrera profesional.
En este camino hacia esa deseada normalización en la representación de las razas, es muy necesario reforzar las autoestimas. Así lo explicaba la actriz: “Los artistas trabajamos con las emociones y necesitamos un mínimo ego para ponernos en una pantalla. Vivimos tiempos en los que ya no vende solo el producto, sino la marca personal. Y eso es imposible si el público no piensa que tienes una marca personal”.
Para los actores africanos no bastará, entonces, con demostrar su talento. Para ser considerados en la profesión, deben hacerlo en mayor grado que el resto de sus colegas: “Para que nuestro talento se aprecie debe estar en niveles estratosféricos como para que nadie dude de él.”
Otra de las soluciones a estos problemas pasará, como está ocurriendo en otros ámbitos, por la presencia de un asesor que sepa dotar de matices culturales a una producción. Michael Arhin: “Como creadores, no podemos esperar a que te llegue un casting. Si la cosa ya está chunga, con nuestras características está todavía más complicada. Al final, tenemos que montar nuestras propias creaciones.” Una vez estas lleguen al público general, se ganarán el respeto necesario para que te tengan en cuenta, sostuvo el actor y modelo.
Y de nuevo, Asaari Bibang: “Cada vez que emito un juicio en las redes sociales, alguien dice: ‘Es que vas de víctima’. Pero, ¿tú sabes el valor que hace falta para exponer tus cosas? La ola de cambios es porque la gente está empezando a nombrar las cosas. Abogaría porque nombremos las cosas, que pongamos las cosas sobre la mesa sin pudor y sin miedo”.
Cómo nos ponemos románticos hoy en día
Desde la idea de un nuevo renacer del género romántico en el cine y las series de televisión partía el cuarto encuentro de esta quinta edición del LABdeseries. Un género que ha remontado el vuelo, contaban los invitados a esta charla, gracias al replanteamiento de sus códigos y tramas tradicionales. Tres invitados a la mesa de debate: el periodista Juan Arcones, y las guionistas Montaña Marchena (‘Valeria’, ‘Un cuento perfecto’) y Anaïs Schaaff (‘La última’, ‘El ministerio del tiempo’, ‘Isabel’).
Para los invitados, desde el florecimiento en los años 90 no se había visto un crecimiento de público como el que está disfrutando este género en la actualidad, favorecido, sin duda, por el auge de las plataformas y al aumento de la producción audiovisual que, nos contaron, han atomizado los targets de espectadores, permitiendo la aparición de nuevas narrativas enfocadas por edades frente a aquella vieja idea de tratar de realizar un producto generalista que recogiera a todo tipo de públicos.
Otro elemento renovador del género lo encontramos en el auge de la literatura juvenil y para adolescentes, muy en boga en los últimos años, fenómeno que ha superado a la industria editorial tradicional para pasarse, en algunos casos, a otras plataformas digitales. Cambian los tiempos y, con ellos, los hábitos de consumo.
“Plataformas como WhatsApp o Wattpad han determinado este auge. Ahora los lectores han elegido otras voces y han sido luego las editoriales las que han seguido este fenómeno. De ahí casos como [la trilogía] de ‘After’”, comentaba el periodista y escritor Juan Arcones.
La relación con la literatura, sin embargo, ha traído también sus propios inconvenientes. Por un lado, internet permite desarrollar a los creadores un trabajo de gran libertad creativa, generando un feed-back inmediato con su público, pero esto también ha limitado la relación con una industria audiovisual cada vez más cerrada a aceptar propuestas originales que no traigan a cuestas un éxito garantizado por sus audiencias. Una estrategia de máximos beneficios y poco riesgo, como reconocieron los ponentes.
Renovación de fuentes y renovación, decíamos al principio, de nuevos códigos argumentales basados en nuevas tendencias. Nuevos feminismos, cultura lgtbi aparecen en la pantalla como reflejo de las demandas de un público, dijeron, más diverso. “En el sector juvenil se está más concienciado, las cosas han cambiado, aunque no tanto como nos gustaría. Hay cosas que se han erradicado, pero las relaciones tóxicas siguen presentes”, apuntaba también Arcones.
En un sentido similar se expresaba Montaña Marchena: “Antes, la figura femenina era más pasiva y ahora es más activa en la trama”. La vieja imagen del hombre dominante, ejemplificada en la figura de James Bond, ha quedado obsoleta. Para Arcones, “la figura de James Bond ha cambiado con Daniel Craig. En una relación hay más cosas para sacar conflictos que el que uno de ellos [en la pareja] sea tóxico”.
“Hemos pasado de Bridget Jones a mostrar otras preocupaciones. El amor ya no es el único objetivo”, sumaba Marchena al debate. Y lo mismo en el caso de Arcones: “Es bonito encontrar el amor, pero el amor puede ser a muchas cosas, no solo a la pareja”.
Ahora bien, como explicaba Anaïs Schaaff, al final no se puede olvidar que, sin un conflicto, no hay relato: “Cuando estás creando, necesitas conflictos. Si no, no hay drama. Durante muchos años se iba a lo fácil. ¿Cómo poner un conflicto sin que surja la hostilidad? Ahora es más difícil encontrar el conflicto. La figura del galán debería volver porque ahora prima el rebelde sin causa que hace sufrir a la chica”.
Otros frentes de renovación pasan por la inclusión en las tramas de conflictos que afectan a la comunidad lgtbi, temas que salen con cuentagotas por la resistencia de los intereses de los directivos de las plataformas. “Intentamos meter algo más de diversidad porque, si no, todo queda muy blanco”, remarcaba Marchena.
Algunos cambios parecen, sin embargo, que están llegando. Como apuntaba Arcones, “hace solo diez años las personas trans eran motivo de mofa, pero ahora no pasa”. Queda mucho por recorrer, reconocía, pero de nuevo parecemos “estar sobre el camino”.
Y de nuevo, la misma pregunta. Para no caer en los estereotipos denunciados, ¿son necesarios los asesores en las series románticas? “Yo creo que del amor sabemos todos”, respondía, contundente, Schaaff. Montaña Marchena compartía esa apreciación: “En cuanto a perspectiva, todos hemos tirado de experiencia propia de género. Son cosas que nos ha pasado a nosotras”.
Como ocurría en el caso de la diversidad cultural, la solución pasaba por la presencia de los grupos implicados en la sala de guionistas donde, otra vez, los equilibrios no están ajustados. Juan Arcones: “Va por géneros. Hay muchas más mujeres en las telenovelas que en el thriller. [Hoy] hay más chicas guionistas, pero hay pocas showrunners”.
El espacio se abre, sin embargo, si el creador se convierte también en protagonista de la serie. De acuerdo con Arcones, “si la showrunner es protagonista, hay más. O si tiene muchos followers en redes. Existen celebrities que se hacen showrunners. Leticia Dolera sería un ejemplo”.
¿Y qué hay de las cuotas? Para Juan Arcones, “la inclusión tiene que ser forzada. Si no llega, alguien la tiene que forzar”. Anaïs Schaaff, en cambio, oponía al modelo algunas reservas: “No me gusta la inclusión forzada en las historias. Los haters en internet no son tantos. Si no, Netflix no sería lo que es. Y les va muy bien. [En las plataformas] se pregunta, pero no se fuerza. Lo hacen porque quieren a ese público de esa orientación”.
La clave la ofrecía, sin duda, la propia Schaaff al desvelar lo que sin duda puede parecer una obviedad que, sin embargo, se olvida con demasiada frecuencia en estos debates: “Es una industria.Así que, si vas a Netflix, te compran lo que te compran porque es una industria. Los Javis pueden tener un cheque en blanco, pero hacen cosas que saben que no se salen de lo comercial”.
Otro elemento disruptivo en la cadena de producción de contenidos será, otra vez, la aparición de la Inteligencia Artificial. ¿Aliado o problema? “Las dos cosas. Es una herramienta y un problema. No se puede frenar, pero debe haber regulaciones por los derechos de autor. Pero será una herramienta necesaria”, comentaba, seguro, Arcones.
Al fin y al cabo, no hablamos de una inteligencia propiamente dicha, sino de una maquinaria que maneja datos y referentes previamente existentes. Si se abusa de esta herramienta, podría llegar un momento en el que se quede sin fondos o referentes sobre los que construir sus propuestas.
En ese sentido, se abría una oportunidad para la creatividad, tal y como la hemos entendido siempre. “De momento la IA es mala guionista”, señalaba Arcones. “Si escribe una escena de humor, no tiene gracia. Igual mejora, pero de momento…”
En este contexto, ¿tiene futuro el género romántico?, se preguntaba a los ponentes para concluir. Juan Arcones apostaba por su pervivencia: “El patrón seguirá siempre. El amor imposible, seguirá siempre. Le meterás todas las variables posibles, pero seguirá existiendo”.
Como se presenta la amistad masculina en las series
Nueva charla, nuevo tema de debate. En este caso, de la mano del crítico cultural Nacho Segarra y el escritor Eloy Fernández que iban a ilustrar al público asistente sobre la figura de la amistad masculina en las series de televisión.
El encuentro comenzaba, de esta forma, haciendo repaso a los distintos modelos de ficción, desde las parejas cómicas de los años 20 a los 60, hasta la aparición de lo que Nacho Segarra denominó como parejas de outsiders, es decir, dos hombres distintos que “superan sus diferencias para enfrentarse a aquello que amenaza a la masculinidad”.
De ahí a los 90 con el modelo de home-come, en los que en las relaciones masculinas mezclan la comedia romántica y la comedia grosera, “en la que la masculinidad es muy complicada, los besos son sustituidos por los pedos y al revés” (‘Algo pasa con Mary’, sería un ejemplo), explicaba el ponente.
Eloy Fernández, por su parte, arrancaba su intervención apuntando el carácter pedagógico de un modelo de ficción que, afirmó, “responde a un momento histórico para cada despliegue del capitalismo. Hasta un momento dado funcionaban las comedias románticas complementadas con las revistas femeninas. Hoy siguen existiendo, pero ha sido superado por las series y los influencers”.
Más que a la ficción, el debate derivó, a partir de este momento, sobre las relaciones masculinas en un ámbito más general. Aparecieron así cuestiones como la homofobia como medio de control social y garantía de las viejas masculinidades, ahora en decadencia, según reflexionaba Nacho Segarra.
Con la misma autoridad, Segarra puso sobre la mesa el término porno-sexual, acuñado por la activista Marge Simpson [no la de los dibujos] para plantear la deriva de la masculinidad hegemónica hacia tipos muy musculados y con actitudes muy sexualizadas que, afirmó, se habían extendido hasta las clases medias como resultado de una crisis económica que, sostuvo, había minado la confianza en el futuro de los más jóvenes, proyectado sus frustraciones sobre sus propios cuerpos.
Para Eloy Fernández la generación centenial ha abierto una brecha ideológica en la que, según exponen las estadísticas, los hombres se inclinan hacia la derecha ideológica, mientras las mujeres apuntan hacia la izquierda. Una tendencia que venía abalada por su compañero de coloquio, que atribuyó a los chicos actitudes más cercanas al liberalismo como un elemento común.
Un sistema económico que, afirmó, “se los va a comer”. A pesar de los datos, Segarra afirmó comprender estas tendencias y presentó el peligro de construir un polo mediático alrededor de esta generación de jóvenes. “Condenar a los hombres a este tipo de ideología es quitarles la responsabilidad de su ideología”, afirmó.
En una línea similar se manifestaba Eloy Fernández que describiría la frustración de una generación de hombres que se ven a sí mismos como una masculinidad subalterna, cuando, en realidad, son la hegemónica, sostuvo. La solución, de nuevo, pasaba por una educación que plantearía dos modelos, una pedagogía más “dura” y otra más “suave”. Ambas vías, sin embargo, plantean sus propios inconvenientes. En el primer caso, agitando quizá el rechazo: “no tengo una respuesta, pero la opción dura de la pedagogía tiene sus pegas”, afirmó.
Entre otras cuestiones tratadas aparecieron las referencias al género del western crepuscular, como ejemplo de esa masculinidad, o el desplazamiento en la mayoría de las series de las mujeres a una otredad que también se ha aplicado al ámbito gay. La representación del poder cobraría también su propio protagonismo. Como modelo en torno a esta última reflexión, aparecía la serie dedicada a Michael Jordan (‘El último baile’, Netflix) en la que la expresión de la masculinidad quedaría reflejada en esa obsesión por la competitividad y el éxito como meta.
Otras formas de ficción que sirven de expresión de esas mismas masculinidades nos remitirían a series tan conocidas como ‘Breaking Bad’. Para Nacho Segarra, la propia marca de algunas plataformas como HBO ya llevarían implícitos estos modelos (‘Los soprano’), la televisión como presentación de formas narrativas antes muy feminizadas que buscan atraer a ese público masculino.
Sin embargo, tal y como sostuvo el propio Segarra, al final, los medios tienen una influencia muy limitada en la vida de las personas, lo que quizá contradijo buena parte de los discursos sostenidos en algunas de las sesiones precedentes. En todo caso, son síntomas de ciertos comportamientos sociales.
¿Sería posible tener un modelo preciso de esa nueva masculinidad tan buscada? Segarra expresó sus reservas. “Fomentar una mirada crítica es un trabajo colectivo. Cargar en los media la educación de las personas quizá no sea posible. Necesitamos una imagen positiva de la sexualidad. Pero hace falta educación”.
Cómo consumen los jóvenes el true crime
El género del true crime tomaría el relevo temático en la última de las charlas de esta edición de LABdeseries de la mano de Gema Neira, productora y guionista de series como ‘El caso Asumpta’, ‘Fariña’ y ‘El corredor de la muerte’, Enric Álvarez (‘Crims’ y el documental ‘El asesino de la baraja’) y Clara Tiscar, guionista del podcast ‘Criminopatía’.
El true crime vive sin duda una edad de oro. Series de ficción, podcast, largometrajes documentales y de ficción han puesto los casos reales de crímenes entre las preferencias de todo tipo de públicos. Un fenómeno que, para los ponentes, se debe a varios motivos. El primero de ellos nos remite a la mezcla de géneros que ha llevado las técnicas documentales al terreno de la ficción y viceversa.
Para los tres intervinientes, la clave del éxito del formato pasaba por la dosificación de la información, lo que lo acerca también al género del thriller. “Yo primero conozco la historia a fondo y luego veo cómo lo quiero contar. La magia es qué elementos tiene la historia que tengan componentes de misterio. La clave es la dosificación de la narración”, afirmaba Clara Tiscar en su primera intervención.
Una reflexión que, de una u otra manera, aprobaban sus compañeros de mesa. Así, Enric Álvarez, afirmaba: “No hay diferencia entre ficción y documental. No inventamos nada, se trata de buscar la manera de organizar la historia para organizar ese interés. En mi caso, es muy intuitivo. Hay dos guiones. El primero es una carta a los reyes. Luego, hacemos las entrevistas y pasamos a la estructura. Ahí es cuando todo se pone a prueba. Los periodistas lo cuentan todo y al principio. Nosotros, no».
“En un documental no sabes lo que te puedes encontrar”, apuntaba, por su parte, Gema Neira. Para la productora y guionista, el interés de un proyecto pasa por extraer de cada caso alguna reflexión sobre temas de un calado más amplio. Así, en el caso Alcácer, la serie proponía una mirada crítica hacia los medios de comunicación. O el caso Asumpta (recién estrenado por Netflix), con el que se buscaba una mirada crítica hacia la paternidad o como la opinión pública puede influir en el sistema judicial.
A la hora de elegir los casos, la clave se encuentra en las diferencias entre lo real y lo verosímil. Hay casos que, contados, parecen tan increíbles que no serían posibles en una ficción convencional.
¿Y el morbo? “No podemos evitarlo”, afirmaba Enric Álvarez. Y seguía: “El primer enganche es el morbo, pero lo importante es qué viene después. A mí, por ejemplo, eso me ha llevado a descubrir la mediocridad del mal. [Los asesinos] no son fascinantes. En el caso del asesino de la baraja, por ejemplo, mata porque mata. Al final, centramos la atención en estos personajes, pero el mal está ahí. Un asesino en serie mata a unas personas, pero también hay presidentes del gobierno, empresarios que matan indirectamente a más gente. Un asesino es un poco un desgraciado que se deja llevar por una pulsión”.
Para Clara Tiscar, “las motivaciones no te ayudan a condenar a nadie. Lo que me da rabia es la “romantización” del asesino. A veces, se le presenta como si fuera muy inteligente y eso es exagerado. El morbo no interesa, pero a veces describir estos casos ataca a esa romantización”.
Para superar estos obstáculos o trampas que les pone la ficción, el truco pasa por mostrar el mayor respeto posible por el material que inspira cada proyecto o episodio de la serie. En este sentido, los tres invitados parecieron convenir que no era posible evaluar la situación hasta que el caso esté terminado.
A diferencia de los medios convencionales, los casos de true crime no se deben a la inmediatez del informativo diario, en los que se acaba cometiendo muchos errores, sino a un largo periodo de investigación posterior a los hechos. Un trabajo que no puede dejar de lado a las víctimas en su derecho a la intimidad, y también a los verdugos que, como afirmaba Enric Álvarez, también tienen sus propios derechos, como es el derecho al olvido.
Pero sin duda una de los puntos más interesantes derivó con el intento de los ponentes por derribar ciertos prejuicios asociados a los medios y el trabajo policial, con frecuencia muy denostado.
Una relación de mutua dependencia, en palabras de la guionista Clara Tiscar: “Se necesita a los medios para poner en duda lo que pasa. La policía también necesita a los medios para obtener información. Es muy difícil saber si son buenos o malos.”
Del mismo modo, los tres invitados convinieron en destacar las grandes diferencias que existe entre los Estados Unidos, referentes indiscutibles del género, y España. A diferencia de USA, Gema Neira ha encontrado que, contra lo que se suele pensar, la policía cuenta con escasos medios materiales, lo que para el gran público se confunde con frecuencia con incompetencia profesional.
“Cuando empecé yo tenía ganas de meterme con la policía. Pero me he encontrado a gente con una vocación increíble. Aquí van con pies de plomo”, afirmó Enric Álvarez. En el caso de Clara Tiscar, el problema pasa tratar de no incurrir en juicios paralelos, especialmente cuando andan implicados en los casos los jurados populares: “podemos influirles. A veces pasa que el jurado sabe más de todo antes de entrar en el juicio”.
Ahora bien, andar todo el tiempo mezclado entre asesinos, deja huellas en los propios creadores. Para desintoxicarse, una estrategia pasa por abordar otros proyectos y tirar hacia la comedia, por ejemplo, como en el caso de Gema Neira.
Para Enric Álvarez, sin embargo, su trabajo se convirtió en una obsesión que afectó a su vida privada: “Lo que más me ha afectado es sufrir por mis hijas. Me tengo que decir que porque bajen solas las escaleras no pasa nada”. Clara Tiscar, sin embargo, lo percibía de otra manera: “Yo hago compartimentos. Cierro el ordenador y ya. Me voy a la playa o a la montaña. Pero paso 16 horas, sí.” El trabajo es el trabajo.
Coda: la plaza de las series
Este año Labdeseries ampliaba el mural inaugurado el año anterior en la bautizada como Plaza de las Series, junto al centro las Naves (Juna Verdeguer, 28) con nuevos paneles temáticos dedicados a las series.
Los nuevos paneles, a cargo de nuevo de los ilustradores Nuria Tamarit, Elías Taño, Víctor Visa y Andrea Oliva (Laoliwa), autora del cartel de la presente convocatoria del festival, se realizaban con las mismas premisas artísticas y un eje central dominante: la representación de la tecnología en las series de televisión.
“Intentamos que cada panel tuviera un elemento tecnológico y, con ello, hacer una línea de tiempo. De esa forma, elegimos una serie en la que aparezca un avance tecnológico que resaltar. En ese sentido, usamos el mismo sistema del año pasado. Dividimos en cuadrados cada área y nos las repartimos, usando la misma paleta de colores para darle coherencia al conjunto”, nos contaba la ilustradora Nuria Tamarit en representación de sus compañeros.
Si en la presentación del año anterior destacaban los rojos, azules y dorados, este año los diseñadores se inclinaron por una paleta cargada de un morado dominante. El estilo de los autores, sin embargo, dotaba al conjunto de unidad.
“Hicimos un listado de series y cada uno escogió aquellas que le hacían más ilusión o las series que había visto, porque era mejor trabajar sobre algo que ya conoces”, explicaba Tamarit. “Primero hicimos una especie de división del espacio en las cuadrículas. Hicimos viñetas cuadradas, verticales y horizontales y, a partir de ahí, cada una se fue encajando de acuerdo a una línea temporal”.
La cronología nos remite este año al desarrollo de esos avances tecnológicos aplicados a las series de televisión. De nuevo, Tamarit nos lo explicaba: “Empieza en el lado izquierdo con el fuego y la agricultura y, a partir de ahí, vemos cómo va avanzando desde la aparición de la imprenta, la luz, el coche, los ordenadores y, al final encontraríamos lo más actual que son los viajes espaciales, la robótica y la Inteligencia Artificial”.
Todo un ejercicio de imaginación que combina la pasión por el diseño, la voluntad de recuperar los espacios urbanísticos y el amor por las series.
El año que viene, más.
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