Cartas a una mujer. Mathilde Pomès, por Elisa Ruiz
Mesa redonda con Nicolás Bas y German Ramírez sobre ‘La huella de España en Francia (siglos XVIII-XX)’
Institut Français de Valencia
C / Moro Zeit, 6. Valencia
Jueves 9 de febrero de 2017
Fue la primera mujer en obtener la agregaduría en español hace ya un siglo. Y Vicente Aleixandre denominó a Mathilde Pomès ‘Cónsul General de la Poesía española en Europa’. ¿Exagerado? “Para nada. Yo diría que incluso se queda corto”, explica Elisa Ruiz, catedrática de Paleografía de la Universidad Complutense de Madrid, que vino al Instituto Francés de Valencia para dar a conocer su legado: las 1000 cartas inéditas que intelectuales, músicos y literatos del 98 y de la generación del 27 escribieron a tan insigne embajadora de nuestra cultura en Francia.
Sorprende la ausencia en tamaño epistolario de quien por entonces era uno de los escritores más sobresalientes: Vicente Blasco Ibáñez. “No sólo no hay ninguna carta suya, sino que ni siquiera en esa panorámica de menciones aparece él”, afirma extrañada Elisa Ruiz que, junto a los historiadores de la Universidad de Valencia Nicolás Bas y Germán Ramírez, habló de la huella hispana en Francia. Huella que dejó, en todo caso, Mathilde Pomès con su intensa labor. “No tiene explicación que no se le mencionara”, insiste Ruiz acerca de la ausencia del autor de Los cuatro jinetes del Apocalipsis.
“Es el último gran epistolario español que tenemos, cuyo género literario ha muerto”
Dicen que la Generación del 98 nunca le perdonó su éxito. Como tampoco le perdonaron unos y otros su escaso sectarismo político, demasiado conservador en unos casos e igualmente excesivo izquierdista en otros. “Es posible, pero lo cierto es que extraña su ausencia”. Una lástima porque las 1000 cartas que Mathilde Pomès donó poco antes de morir a Elisa Ruiz componen un intenso mapa emocional e histórico de la España sacudida por la guerra. “Es el último gran epistolario español que tenemos, cuyo género literario ha muerto”, destaca la historiadora que ha donado a su vez el epistolario a la Biblioteca Nacional, donde ha estado expuesto hasta hace unas semanas.
“A través de las cartas se puede seguir el proceso creativo y vital de sus autores e incluso la política de aquellos años salpicados por las guerras mundiales y nuestra guerra civil”, señala Ruiz. Azorín, Unamuno, Gómez de la Serna, Jorge Guillén, Aleixandre, Alberti, Azaña, Pedro Salinas y su mujer Margarita Bonmatí, alicantina con la que mantuvo una intensa correspondencia, son algunos de los que integran el crepuscular epistolario. “Ya no hay moralidad en Madrid. España se ha entregado al pillaje, al robo. Es terrible, Matilde”, le escribe Bonmatí el 13 de noviembre de 1936 desde El Altet.
“Siempre, siempre Goya y el Greco nos persiguen. Nada de progreso, Matilde”, escribe Margarita Bonmatí
En esa misma carta, Bonmatí se explaya: “Siempre, siempre Goya y el Greco nos persiguen. Nada de progreso, Matilde”. Un mes después vuelve a la carga: “La mejor solución sería instalar un gobierno europeo que controlase a todos estos locos, porque yo no veo otra cosa que una locura desencadenada por ambos lados”. Elisa Ruiz dice que la figura de Margarita Bonmatí le enternece: “La amistad entre ambas mujeres es espléndida y Mathilde tiene un sentimiento de protección hacia Margarita, que es una burguesa de educación exquisita pero doméstica”, frente a esa otra mujer “muy moderna para la época”.
Ruiz describe a Pomès con el pelo corto “a lo garçon”, sin sombrero y con un “vestido universitario, sobrio”. El cabello, según la historiadora, venía a ser una réplica contestataria a la frase de Schopenhauer en torno a las mujeres “de melena larga e ideas cortas”. Como apunta en Cartas a una mujer. Mathilde Pomès (1886-1977) el nieto de Bonmatí, Carlos Marichal Salinas, hablamos de “dos mujeres testigos de algunos de los mejores y también de los peores momentos del siglo XX”.
“Hay párrafos sobre la política de España en aquel entonces que, 80 años después, los pones en el periódico y servirían tal cual”, lamenta Ruiz. Las 1000 cartas inéditas que ahora ven la luz describen “no sólo el panorama literario, sino social, político y sociológico de toda una época”. Por eso Elisa Ruiz considera que este epistolario “produce una sensación agridulce y, al tiempo, evidencia la levedad y la grandeza de la condición humana”.
Salva Torres
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