‘Respiracion botánica’, de Nieves Torralba
Gabinete de Dibujos
Literato Azorín 33, València
Hasta el 11 de diciembre
“Los poemas son ceremonias mágicas del lenguaje”. Con esta frase del filósofo Byung-Chul Han, el comisario de la exposición ‘Respiración botánica’, Sebastián Nicolau, nos introduce en la obra que Nieves Torralba muestra en Gabinete de Dibujos. Una frase que luego tiene su lógica continuación en el libro ‘La desaparición de los rituales’ y que dice lo siguiente: “El principio poético devuelve al lenguaje su gozo al romper radicalmente con la economía de la producción de sentido. Lo poético no produce. Por eso lo poético -citando aquí a Jean Baudrillard- es la insurrección del lenguaje contra sus propias leyes”.
Las plantas que Nieves Torralba ha dibujado primorosamente, siguiendo los principios del más apasionado botánico, en simbiosis con el igualmente fervoroso orfebre -de hecho, botánica y orfebrería parecen ir de la mano en el minucioso trabajo de la artista-, tienen ese carácter insurrecto de las plantas que no aceptan ser categorizadas. Tienen sus nombres de raigambre botánica, pero Torralba, conteniendo la respiración aludida en el título de la exposición, parece soltar el grafito una vez dibujadas, para manifestar su sorpresa por el hallazgo.
Son plantas conocidas (“tengo un botánico, amigo y profesor de la Universidad de Granada, que me aconseja y me asesora”), todas con su etimología, pero que Nieves Torralba transforma en seres vivos que acaban formando parte de una naturaleza extraña. “Me encanta crear formas diferentes y darles nombres. Tengo seis familias de plantas y busco en la etimología de las palabras el sentido de las propias plantas. Cuando viajo, fotografío mucho, porque me interesa la geolocalización. La gente que vive con esas plantas para mí es como si fueran las mismas plantas”, explica la artista.
“Sus dibujos”, señala Sebastián Nicolau, “podrían situarse en un espectro indeterminado y extenso entre la belleza de la Botánica naturalista descriptiva y la magia de las formulaciones de sus esencias”. Esa magia, a veces próxima al cuento fantástico de naturaleza naif despojado de colorismo, y ese espectro, ahora evocado en su sentido fantasmal, sin duda entreverados con el naturalismo descriptivo, terminan dibujando el perfil gozoso de un ecosistema extraño, más próximo a la ciencia ficción que a la realidad de la que parte.
“No quiero que las plantas que dibujo sean blanditas”, apunta Torralba. Entre el encuadre (“es muy importante”) y la escala (“me interesa mucho”), lo cierto es que las piezas dibujadas exhalan, por seguir con esa respiración atinadamente empleada por el comisario como título del conjunto expositivo, un misterio que sin duda tiene que ver con ese carácter gozoso del lenguaje, en este caso pictórico, que quiebra la lógica del sentido.
“En los dibujos de Nieves Torralba se trataría de formulaciones alineadas con el ámbito poético, tan cercano a la alquimia de las fórmulas perfectas, con las proporciones exactas en cada uno de sus elementos: la idea, la línea, el trazo, la textura, el tono, el mensaje y la interpretación del receptor”, explica el comisario. Y, frente a esa formulación perfecta, cierto exceso que transforma las plantas de Torralba en seres vivos de rasgos sobrenaturales.
Byung-Chul Han incide en ello en el mismo apartado del libro dedicado al imperio de los signos, aludiendo a los poemas breves japoneses, los haikus, definidos “por el exceso del significante”. “Apenas tienen en cuenta el significado. No comunican nada. Son un puro juego con el lenguaje”, añade el filósofo. Juego al que también se suma la propia artista cuando dice que le interesa mucho “la distorsión óptica, que pienses que lo has visto todo y, al moverte, se vuelva borroso”. “Eso me encanta. Lo hago adrede. Quiero ver hasta dónde puede llegar la percepción del espectador y la mía”, apostilla Torralba.
Y puestos a forzar esa percepción, tanto el montaje, dispuesto de manera que la vista tenga que alzarse por encima de lo previsto, como la escala de los dibujos y su expansión más allá del marco que los acoge, dotan a la muestra de ese carácter extraño. “Siempre me he salido del formato, expandiéndome por la pared. Siempre”, remarca la artista, para añadir a continuación que le molesta mucho “el dibujo pequeño; no es que me moleste, pero ver un gran dibujo me gusta”.
Como le gusta la cita de Hannah Arendt (“es cosa de Paco [Sebastián Nicolau], que me ha parecido muy oportuna”) y que dice: “Todo declina. El lubricán asciende. Nada me domina. Es el curso de la vida”.
“Es un verso de un poema, ‘Cansancio’, y lo pongo porque relaciono los dibujos de Nieves con la poesía en general, pero, en el caso de este verso, con el ciclo de la vida. Con la naturalidad con la que la naturaleza nace, vive, crece, muere y se regenera sin diferenciar etapas”, señala el comisario, concentrando en ese curso de la vida la importancia del inhalar, exhalar y respirar que, en el caso de Torralba, adscribe al acto mismo de dibujar: “Contener la respiración. Ejercitar una apnea de concentración hasta separarnos del papel”.
Respiración tan profunda que, a punto de faltar el aire, provoca cierta alteración de la mirada. Sin necesidad de sustancias psicotrópicas, Nieves Torralba, de tanto forzar escalas, distorsionar la óptica y jugar con la etimología, logra que sus plantas adquieran formas insólitas. Partiendo del dibujo, en diálogo con la botánica, trasciende los límites de la percepción naturalista para adentrarse en el misterio de las cosas. La mirada, siguiendo a Han, desviándose del contenido, para remitirnos a una extraña fastuosidad del continente que la acoge.
- Dani Nebot y Justo Serna: “Hay una concepción muy vulgar de la cultura que consiste en pensar que es aderezo u ornamento” - 27 noviembre, 2024
- El ‘Babel’ de la Colección Kells en el “babel” del Centre del Carme - 23 noviembre, 2024
- Luis Martín Arias, adiós a un polemista entrañable - 11 noviembre, 2024