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‘Soc filla de ma mare’
Entrevista a Laura García Pérez
Tarannà Films
Película presentada en la 38ª edición de Cinema Jove
Ser hija de tu madre u otras múltiples realidades intrafamiliares marcan el desarrollo personal durante la infancia y la adolescencia. La conformación de la propia identidad se desencadena, en gran parte, a partir de nuestras vivencias. Y cada vivencia pasada se convierte en recuerdo que, a veces, es necesario excavar para entender nuestro presente.
Así lo ha hecho Laura García Pérez, que el pasado 27 de junio presentó su ópera prima ‘Soc filla de ma mare’ en el festival Cinema Jove. En su íntimo documental, la directora nos sumerge en una historia cruda sin caer en lo dramático. Una película que genera tanto ternura como compasión y que viaja por el baúl de los recuerdos de la propia Laura, contando con la presencia de su madre y de su abuela como protagonistas del film.
El documental, producido por Tarannà Films, se ha llevado la mención especial de la sección ‘Òrbites’ de Cinema Jove, un motivo adyacente, sin ser el fundamental, para entrevistar a la responsable de habernos regalado una pieza tan sincera.
Laura, ¿cómo nace ‘Soc filla de ma mare’?
Estaba estudiando documental en la ESCAC y, en ese momento, yo llevaba sin hablarme con mi padre como unos 10 o 12 años, aunque hacía mucho tiempo que no pensaba en nuestra relación. Entonces, le conté a mi madre que me había comprado un reproductor de vinilos y me dijo: “¿Tú escuchas vinilos? Justo la semana pasada tiré como dos cajas de vinilos de tu padre”. De pronto, algo se rompió dentro de mí.
Yo creía que lo tenía super superado, pero a raíz de tirar la caja de los vinilos me di cuenta de que no, porque me apetecía saber la música que escuchaba. Como para mí la música es súper importante, pensé que me daría pistas acerca de su persona.
La idea de hacer un documental sobre él resultó muy clara, de manera que fui a las productoras con la idea de realizarlo. De hecho, conseguí que la productora me financiara un curso de guion en Cuba para desarrollar esta idea. Antes de marcharme, le comenté a mi madre que iba a necesitar llevarme todos los archivos.
Parece que el cine siempre ha estado presente en tu vida. ¿No crees que ha sido esencial haber podido contar con todo un archivo con el que retroceder a tu infancia?
Cuando yo le pedí todo el material a mi madre para irme a Cuba, tenía el recuerdo muy fuerte de que mi padre me grababa cuando era pequeña. Me di cuenta de que mi madre, además, había cortado todas las fotos en las que salía mi padre. Ella dice que no fue a raíz de que yo le dijera que quería hacer un documental, pero yo había visto esas fotos recientemente y sí que estaban.
Esto es muy fuerte porque, primero, las empezó cortando; luego, las fue arrancando de los álbumes, y, finalmente, hay álbumes en los que ya desaparecían por completo.
Hablándolo con ella me di cuenta de que la persona que me grababa era mi madre, pero me obligaba a llamar a la cámara “papá”. Asocié durante mucho tiempo el cine a mi padre, pero eso era mentira.
Ahí todo dio un vuelco y es cuando paso de poner el foco en mi padre, que es la persona que no estaba, a ponerlo en mi madre, que sí que estuvo.
¿Cómo fue trabajar con tu madre y tu abuela en un contexto tan íntimo sabiendo que luego ese espacio se iba a convertir en público para toda persona que viese ‘Soc filla de ma mare’?
Con mi madre he dedicado muchísimo tiempo de grabación, porque, bueno, durante el documental hablamos mucho. Mi madre estuvo en un centro psiquiátrico cuando yo era adolescente y luego, con los años, me he dado cuenta de que, sin saberlo, yo he cargado un estigma muy grande de su enfermedad, hasta el punto de no considerarla mi madre en algunos aspectos; de no tenerle ese respeto de madre. La película me ha ayudado a entender que le debía muchas cosas a mi madre.
Entonces, empezamos a generar una dinámica. Al principio, grabábamos todos los fines de semana. Luego, me di cuenta de que teníamos que pasar más tiempo y estuve meses enteros, hasta que la cámara empezó a formar parte de nuestra vida. De hecho, cuando la poníamos, nunca pensábamos: “¡Vamos a grabar esta escena!”.
En cuanto al audio, tuvimos un montón de conversaciones, porque lo que yo tenía claro es que no quería grabar una voz en off. Quería que fuera la conversación que yo sentía que le debía a mi madre, y que durante todo el tiempo fuera una conversación en la que nos habláramos sin que estuviera escrito por mí, sino que fuera verdad.
Al principio, empezamos a grabar con una carga emotiva muy fuerte, porque se trataba de hablar de todo lo que nunca habíamos hablado, pero luego de ahí, tirando del hilo, salieron muchísimas conversaciones.
Con mi abuela era más un juego, porque ella nunca llegó a entender que la película pudiera proyectarse así. Quizá nadie de mi familia lo entendió, hasta el martes de la proyección.
En el film, lanzas esta frase: “Es que mi padre no está muerto”. En este contexto, en el que nace la necesidad de cerrar etapas desde una edad ya más adulta, cuando el momento del abandono, durante la infancia, lo viviste a través de la gestión de tu madre, ¿cuál ha sido el proceso que te ha conducido a vencer el odio hacia él?
Es un proceso que me dio la propia película. Cuando mi madre eliminó las fotos, me enfadé; creo que no me había enfadado tanto en mi vida. Pensé que me habían robado una parte de mi historia, que ella no tenía derecho a borrar.
La película me ha ayudado a entender que ella tenía derecho a hacer lo que le diera la gana con todo ese material y a entender, además, que mi madre había superado que mi padre se fuera mucho antes que yo. La película, al final, ha sido un acompañamiento de mi madre para ayudarme a bajar a mi padre de la categoría de fantasma a la categoría de persona.
Yo creo que quien vea la película puede interpretar que lo que yo pido es un perdón, que no sé si llegará o si hace falta que llegue, pero un perdón que me ha costado mucho tiempo poder dar, habitar o pensar.
Cuando solo hay una figura durante la crianza, se generan ciertas debilidades. ¿En qué medida afectó la salud mental de tu madre a vuestra relación?
Tenía mucho estigma de mi madre. Cuando empecé a hacer esta película tenía una depresión de caballo y había algo dentro de mí que miraba a mi madre culpándola, como si fuera una maldición que había heredado de ella, en vez de darme cuenta de que, si yo sufría una depresión y tenía delante a una persona que la había superado, quizás podía fijarme más en eso como ejemplo que como si fuera algo que ella me había transmitido. Creo que intento expresar bastante de esto en la película. Paso de verla como la persona que me hace débil a la persona que me hace fuerte, y paso de verla como alguien a quien no quiero parecerme, a alguien a quien me quiero parecer.
En el documental hay una escena relacionada con una llamada que es bastante fuerte. ¿Cómo fue grabar un momento tan angustioso en directo, pensando que esa conversación o no-conversación iba a formar parte del film?
Hay cosas en la vida que solo he podido hacer gracias al cine: si no existiera esta película, yo nunca podría haber hecho esta llamada, y posiblemente jamás tendría la relación que tengo ahora con mi madre, que no es perfecta, pero es muy diferente a la que era.
En todo el proceso de la peli, que han sido más de cuatro años, todos esos archivos de pequeña han pasado a ser mi propia memoria; los he visto tanto, que han dejado de doler. El cine me da poder, me da una fuerza que por mí misma no tengo.
El paso de la película por el festival Cinema Jove ha tenido como consecuencia la Mención Especial dentro de la sección ‘Òrbites’, ¿cómo habéis recibido este premio?
Es el primer festival al que vamos y la mención puede ayudar a que más gente la vea, pero lo que realmente me emociona es la acogida. El estreno fue el día más feliz de mi vida. Si de algo tenemos que estar orgullosas como equipo es de que la gente te cuente sus propias historias, porque eso genera mucha intimidad con los espectadores. Todo el mundo contaba que había llorado y que se había reído a la vez. Yo nunca había generado tantas emociones sobre tanta gente.
‘Soc filla de ma mare’ es el resultado del trabajo de un grupo de mujeres, que no por casualidad son tus amigas. ¿Ha influido de alguna forma el hecho de trabajar con una red tan próxima?
En una de las residencias que ha tenido la película, la directora de un festival muy conocido me dio dos consejos. El primero, que tenía que aprender a diferenciar la vida del cine. Bueno, pues no lo he podido seguir, porque para mí es lo mismo: para mí la vida es el cine, aunque entiendo lo que me quería decir, pero no es el tipo de cine que quiero practicar.
El segundo, es que las películas no se hacen solas, y ahí sí que yo estaba muy equivocada, porque estaba haciendo la película sola y me di cuenta de que me estaba destrozando, ya no solo por lo psicológico que trata la película, sino porque la película me estaba comiendo; nadie puede hacer una película sola.
Luego está el factor de que todas mis amigas están dedicadas al mundo del cine y, bueno, fueron entrando al proceso, lo que resultó ser una película hecha por nosotras. Es algo en lo que creemos mucho: en hacer un cine en que el rol que ocupamos cada una pueda cambiar, siempre que hagamos juntas.