#MAKMAArtistas | Leonora Carrington
‘El Tarot de Leonora Carrington’, de Tere Arcq y Susan Aberth
Fulgur Press, 2021
“Soy tan misteriosa para mí misma como para los demás”. Enigmática, impredecible y con una imaginación que no admitía ser saciada, Leonora Carrington (Lancashire, Inglaterra, 1917-Ciudad de México, 2011) era inexplicable incluso para sí misma.Los que la conocían decían que era de otro mundo.
Huyó del seno de una familia acomodada pero rígida, de las normas academicistas florentinas, también a París, con su amante y cómplice Max Ernst, pero nunca huyó de sí misma. En ella profundizaba, se sumergía, “no entiendo todo el interés que despierta lo de afuera” decía, y, como Pizarnik, quería partir a lo más hondo.
La atracción de Leonora por lo oculto podría ubicarse en varios mapas. Podría ser su encuentro con la alquimia cuando era estudiante en la London School of Arts. El folklore irlandés que impregnaba su casa familiar, relatos y fábulas de duendes y hadas, de sombras sintientes: un filosófico caldo hacia el misticismo. Los libros de Lewis Carrol y Beatrix Potter que leía compulsivamente antes de suplicar a sus padres que la dejaran ir a la Toscana para empaparse del arte renacentista italiano.
También, la férrea y obsesiva intuición de que poesía alma de gitana. Que los espíritus que percibía acompasaban sus orígenes de melena oscura. Amaba a sus fantasmas y se recreaba en ellos. “Este libro va dedicado a mis pesadillas”, escribió en sus ‘Cuentos completos’. Terrores vivió más de uno, el exilio y encierro. André Bretón –eterno admirador de la obra de Carrington– creía que aquellos días que pasó encerrada en un manicomio en la playa de Santander la dejaron casi muerta y volvió del más allá.
Producto de esa experiencia son ‘Memorias de abajo’, cuadro y autoconfesión biográfica. No concebía la vida sin arte. Eran uno en Leonora. En sus cuadros y relatos acechan criaturas indescriptibles, cacerías fantasmales, tempestades infaustas. ‘Tres mujeres y cuervos en la mesa’ poblaban sus cuadros, su ‘Giganta’ erizaba la piel e inventaba criaturas ‘Lepidopteras’.
En la Francia surrealista que la atrapó, explorar múltiples prácticas místicas no aptas para mentes lacradas era parte de una búsqueda de formas alternativas de conocimiento. Instalada después en México, construye una comunidad cuyo punto de unión es la hacia lo que no se ve. Explora lo mitológico, el ocultismo y la existencia de otros mundos posibles con compañeras surrealistas. Remedios Varo, Octavio Paz, Alejandro Jodorowsky y María Félix, comparten una mirada abierta, enfocada hacia el lado recóndito de la psique y la otra orilla de la conciencia. Hacia 1948 ya era ilustrada en astrología, cábala, y brujería. “El tarot es un camaleón”, dijo una vez. La atracción hacia la cartomancia era una consecuencia natural.
Sobre profundos fondos en pan de oro, en las cartas de tarot de Carrington residen figuras híbridas, protagonistas andróginos y feéricos que son parte humano parte animal. “Un juego ilusionista de búsqueda personal” son sus 22 arcanos mayores en óleo sobre cartón, morados y azules cobalto que están escrupulosamente escogidos por su asociación con lo místico. Un desarrollo artístico que ha sido recientemente descubierto y recogido en el libro ‘El Tarot de Leonora Carrington‘, el primero dedicado a esta transcendental faceta de la artista.
En el prólogo, las críticas Tere Arcq y Susan Aberth describen este descubrimiento como una epifanía. “Carrington no buscaba reinterpretar lo femenino, deseaba desempolvar toda la desinformación sexista que rodea a las mujeres, especialmente aquella propagada por la religión. Quería descubrir lo sagrado femenino, la esencia y los poderes espirituales de las mujeres, enterrados bajo las mentiras del patriarcado” explica a MAKMA Susan Aberth.
Aunque se basa en barajas arquetípicas, como los ejemplos dorados de la Italia del siglo XV, el Tarot de Marsella, amado por muchos surrealistas, y la popular baraja Rider-Waite de 1909, la artista lo hace suyo. La carta de ‘El carro’ del revés, con dos criaturas femeninas normalmente antagónicas en su universo se acercan, unidas por un corazón. Ya en un periodo cercano, la artista se encontró ‘La diosa blanca’ –libro sobre una ancestral sociedad matriarcal– y describió la experiencia como “la mayor revelación de su vida”. ‘El diablo’ aquí también es femenino. Las cartas del ‘Juicio’ y ‘La Torre’ las protagonizan fluorescentes figuras desnudas que resucitan en llamas.
Más que un instrumento de augurio, para Carrington es una “poética del inconsciente, una guía para la exploración de la psique”. Al imaginar el tarot, no hizo más que trascender los límites de la conciencia. “Su negativa a aceptar cualquier camino sin cuestionarlo y su deseo de hacer las cosas a su manera. Apartándose de las formas, los símbolos y los colores tradicionales es lo que hace este tarot una reliquia”, sentencia Arcq durante nuestra conversación.
“No podemos sino especular sobre por qué Leonora Carrington se adentró en el misticismo. Muchos artistas de su generación participaron de alguna forma u otra en lo que llamamos el ‘Renacimiento oculto’, especialmente en Inglaterra. Lo que es particularmente interesante y relevante de Carrington es que conectó el misticismo con el cambio social: el feminismo, la ecología y otras formas de liberación tanto política como de conciencia”, asevera Aberth.
La última superviviente del movimiento surrealista vivió obsesionada por retratar la realidad invisible, por inventar universos míticos propios –figuras híbridas y eróticas bestias fantásticas–. De iconografía subliminal, sus arcanos eran otra de sus ventanas hacia lo intangible en el arte.
Raquel Bada
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