Cátedra Berlanga
XVIII Jornadas de Historia y Análisis Cinematográfico
Amores Letales. ‘La boutique’, Luis García Berlanga (1967) y ‘Peppermint Frappé’ (1967),
Carlos Saura
Palacio de Colomina
C / Almudín, 1. Valencia
Lunes 3 y martes 4 de diciembre de 2018
‘Retrato imaginario de Brigitte Bardot’ es el título de una de las obras que el pintor Antonio Saura realizó sobre una actriz que, al igual que otros iconos eróticos cinematográficos de mediados del siglo XX, como Marilyn Monroe o James Dean, remite a ser pintada bajo la explosiva estética del arte pop. Sin embargo, para Saura, la espectacular belleza de la actriz quedó plasmada bajo su enérgica, gruesa y oscura pincelada.
Saura pinta en el lienzo ‘Retrato imaginario de Brigitte Bardot’, al igual que en los otros de la serie homónima, las palabras del poeta Rainer María Rilke, cuando dice que “lo bello es el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar”. Refleja así lo terrible que el velo de la belleza y del amor ocultan. Y una vez que este velo se desvanece, lo siniestro, por cruel, horroroso y espeluznante, aparece, tal y como el poeta Schelling lo definió: “Aquello que debiendo permanecer oculto, se ha revelado”.
Si Saura pintó el verso de Rilke en su serie Brigitte Bardot, Luis García Berlanga en ‘La boutique’ y Carlos Saura en ‘Peppermint Frappé’ absorben el espíritu de la obra del pintor aragonés: el amor y la belleza no pueden contener que lo espeluznante aflore en el relato. No es baladí que ‘Retrato imaginario de Brigitte Bardot ‘(1962) y ‘Brigitte Bardot’ (1959) estén citados diegéticamente en ‘La boutique’ y ‘Peppermint Frappé’, respectivamente.
Luis García Berlanga (1921-2010) y Carlos Saura (1932) son dos de los directores más influyentes de la historia del cine español. Cada uno con un estilo, obviamente único, ha creado un universo cinematográfico bañado por una pátina esperpéntica propia de la más pura tradición cultural española.
‘La boutique’ y ‘Peppermint Frappé’, estrenadas ambas en 1967, comparten con mayor o menor intensidad ciertos trazos de esa mirada esperpéntica. Lo absurdo y lo ridículo describen los rasgos miserables de los personajes de la película de Berlanga; en cambio, lo grotesco y lo extravagante revelan el mundo austero y fetichista de Julián, papel interpretado por José Luis López Vázquez en el film de Saura. Mirada esperpéntica que desvela, con patética ironía en ‘La boutique’ y con frialdad sórdida en ‘Peppermint Frappé’, a unos personajes masculinos tan atraídos por la mujer, como impotentes hacia ella.
Ricardo, protagonista de ‘La boutique’ que interpreta el galán argentino Rodolfo Bebán, disimula su impotencia tras la máscara de una virilidad más interesada en jugar a las carreras de coches y en seducir de manera insustancial y vacua a toda mujer, que en mantener relaciones sexuales con su esposa o cualquier otra mujer. Porque el sexo para Ricardo es, tal y como él mismo lo expresa, «puro aburrimiento”.
Julián, protagonista de ‘Peppermint Frappé’, encubre su incapacidad sublimando a la mujer, bajo el ritmo estrepitoso producido por el resonar de los tambores del Viernes Santo de Calanda. Un homenaje explícito al gran director español Luis Buñuel. En ambas películas, con sus abismos estilísticos, tras la belleza de la mujer late un cierto foco de amenaza. Una amenaza que deja entrever con total sarcasmo el otro título de la película de Berlanga, ‘Las Pirañas’.
Para sofocar el temor ante lo femenino, tanto Carmen (Sonia Bruno), como Elena y Ana (Geraldine Chaplin), protagonistas de ‘La boutique’ y ‘Peppermint Frappé’, respectivamente, son cubiertas por los rasgos fantasmáticos del deseo masculino, evocando en ambas películas el mito de Pigmalión.
En ‘La boutique’, tal evocación se realiza como un perverso juego de muñecas. Carmen es moldeada por Carlos (Lautaro Murúa), su amante y decorador de la boutique. Para Carlos, Carmen es una muñeca, un objeto más de decoración. Sólo hay que oír sus propias palabras: “A las mujeres sólo las aguanto cuando no entra lo sexual. Las mujeres me gustan de lejos, como amigas para vestirlas, cambiarles el peinado. Para mirarlas como objetos hermosos”.
En ‘Peppermint Frappé’, el mito de Pigmalión está citado en su versión más siniestra, al igual que sucede en la película ‘Vértigo. De entre los muertos’ (1958), de Alfred Hitchcock. Julián queda fascinado por Elena, esposa de su mejor amigo Pablo (Alfredo Mayo), la cual abrasa a Julián, no por su condición de mujer real, sino por representar su imaginario de mujer: el fantasma femenino toma cuerpo en ella. Por tanto, Julián transformará a Ana, su tímida y triste enfermera, en la imagen simulada de Elena, accediendo a representar y someterse a ese fantasma femenino. Una construcción que el director Carlos Saura muestra con elegante precisión fetichista.
En ‘La boutique’ y en ‘Peppermint Frappé’, tan fecunda es la referencia subliminal al mito de Pigmalión, en tanto metáfora de la dificultad para el encuentro sexual entre lo masculino y lo femenino, como la cita literal de los lienzos ‘Retrato imaginario de Brigitte Bardot’ y ‘Brigitte Bardot’ de Antonio Saura lo es, de esa belleza femenina como antesala de lo siniestro.
Begoña Siles
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