‘Cinco horas con Mario’, de Miguel Delibes, dirigida por Josefina Molina
Sabre Producciones y Pentación Espectáculos
Con Lola Herrera
Teatro Bellas Artes
Marqués de Casa Riera 2, Madrid
‘Función de noche’, de Josefina Molina
Con Lola Herrera y Daniel Dicenta, entre otros
90′, documental | España, 1981
El sábado pasado una amiga me invitó a ver las ‘Cinco horas con Mario‘, que está interpretando cada tarde una actriz que se llama Lola Herrera. He guardado siempre bien férrea en la memoria la impresión que me produjo ese texto al leerlo con dieciséis años recién cumplidos, pero me sonrojaba no haber visto nunca una función tan legendaria, así que acepté encantada.
Nos sentamos. Después de haber visto la función muchas veces, mi amiga profirió con cautela una de esas frases que uno se intercambia con su acompañante antes de que se apaguen las luces, mientras desconectamos nuestros dispositivos, nos alejamos del mundo de fuera y ponemos el foco en lo que está a punto de pasar. “La última vez estaba cansada, no estuvo a gusto. Lleva meses de gira, veremos qué tal”.
Y se abrió el telón. Carmen Sotillo se presentó ante nosotros con su conveniente luto, sentada en su escritorio con el rosario en la izquierda. Acto seguido, un montaje de voces intercalaba los momentos públicos del duelo llenando el silencio de frases manidas, pésames y bochornos. Josefina Molina, que dirige la función con pulsión de relojera, había resuelto en dos trazos el punto de partida de la historia (total, ya sabemos a lo que hemos venido) y nos obligaba a tirarnos de cabeza hacia dentro, muy adentro.
“Era tarde para su costumbre”. La extrañeza de la mañana, las contraventanas abiertas, la postura de Mario en la cama. Nadie se lo sabe más de memoria que la propia Lola Herrera. Porque es difícil encontrar un caso más pirandelliano que el de esta actriz y su persecutorio personaje. Son cuarenta y dos años juntas, Carmen y Lola, infinitas tardes hablando con el difunto; y, sin embargo, el sábado sonó a nuevo, a doloroso, a reciente. Con un vigor y una juventud verdaderamente admirables para una actriz que simula tener casi la mitad de años de los que realmente tiene.
A estas alturas habla de su personaje como “una vieja amiga” en la que sigue encontrando cosas. Lola voló subida sobre su Menchu y pensé inmediatamente que quería revisar su otra Carmen, también bajo la batuta de Josefina Molina. Su otra Carmen y su otra yo, para ser más precisa. Su Lola Herrera de la pantalla, personaje en busca de actriz o actriz en busca de personaje que desnuda verdades improvisadas junto a su exmarido, el también actor Daniel Dicenta.
‘Función de noche’ (Josefina Molina, 1981) es una joya del cine de los ochenta porque casi ni es cine. Nacida a rebufo de la entonces flamante ley del divorcio, era como si el mundo de John Cassavettes hiciera mutis por el foro para colarse en un camerino lleno de humo y desprecios. Poniendo un cristal fisgón en el espejo, ese camerino se convertía en el escenario, en el intermedio de dos funciones de ‘Cinco horas con Mario‘ dirigidas también por Josefina Molina (donde, por cierto, se pueden apreciar las mismas sillas que en la versión actual). Todo un juego de muñecas rusas para enfrentarse al sentido último del teatro: llegar a comprenderse.
“Hacer Carmen Sotillo es hacer un poco de Lola Herrera. Yo me resistía a pensar que podía parecerme en algo a Carmen Sotillo. Es una mujer bastante fea en apariencia”, confiesa la Lola de la pantalla. Josefina Molina abría la caja de Pandora de una pareja, pero de paso le hacía una autopsia a una generación frustrada por la educación represiva. Y ahí las confluencias entre Carmen y Lola son infinitas.
La película suponía, pues, un encuentro entre la actriz y su personaje, una comprensión mutua. En esa tarde de despedida que viven Carmen y Mario, se despiden también Lola y su pasado, Lola y el personaje de sí misma que, sin saberlo, llevaba a cuestas (ella, que siempre presumía “de no ser actriz fuera del teatro”). Dos mujeres, en fin, que ya sin sin la alargada sombra del hombre, comienzan a acostumbrarse a sí mismas.
Entonces la función tenía pocos años, pocas tardes, pues se había estrenado un no tan lejano 26 de noviembre de 1979. Es curioso que las ‘Cinco horas con Mario’ de 1981 retumban una aspereza de otro tiempo, casi de película de terror. “A pesar de ese humor corrosivo de Delibes, ahí no se movía nadie”, recuerda ahora la actriz.
En cambio, las de un sábado de octubre de 2021 provocaron risas constantes del público, una risa que es el bálsamo de una culpa histórica. Tantas y tantas tardes después, se percibía una irrefrenable juventud, como si estas mujeres (esta mujer, todas las mujeres) estuviesen por fin liberadas de sí mismas. Así que la ovación fue imponente, como nunca la había vivido en un teatro.
“¿Cuántas veces habré dicho estas palabras? Me duele la espalda. Tengo que dejar de fumar. […] ¿Estará Daniel viendo la función? Es curioso, sigo sin conocerle. […] Otra vez me vuelvo a acordar del desmayo, me da miedo… No, que no se me pare la máquina…”. Mientras Lola sigue recitando a Carmen y piensa en sus cosas, la mirada de Josefina Molina se aleja y se cierra ‘Función de noche’.
En el fondo todas las funciones son una despedida, pero ha dicho la actriz que esta gira es la definitiva. Sé que las tardes de teatro varían, que depende de la suerte, de cómo responda el público, de si ha habido descanso…, pero id a verla. Ojalá podáis ver lo que vimos el sábado por la tarde. Porque yo nunca olvidaré que estuve allí cuando Lola Herrera se despidió de sus fantasmas, el de Carmen, el de Lola y el de quienes la acompañamos esa penúltima tarde junto a Mario.