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‘Los años nuevos’, de Rodrigo Sorogoyen, Sara Cano y Paula Fabra
Con Iria del Río y Francesco Carrill, entre otros
Miniserie de 10 episodios
Caballo Films, Movistar Plus+, 2024
‘Los años nuevos’ comienza cuando termina el año. Desde que se conocen en un bar madrileño, Ana y Óscar (Iria del Río y Francesco Carril), como frágiles víctimas de un rito, no podrán dejar de dedicarse un pensamiento cada Año Nuevo, entre 2014 y 2024.
La serie, creada por Rodrigo Sorogoyen, Sara Cano y Paula Fabra, representa a una generación cuya imagen en pantalla muchos ya comenzábamos a echar en falta. Los millennials han podido, al fin, asumir una mirada externa sobre aquello que ha resultado ser su vida: una realidad marcada por la inestabilidad, un vaivén donde no todos han sido capaces de encontrar asilo.
Como espectadores, tenemos permitido asomarnos a un trocito de la vida de sus protagonistas entre Nochevieja y Año Nuevo, que se corresponden con los cumpleaños de ambos. El resto de la historia es una elipsis, un hueco para la imaginación o un secreto que no se nos ha confiado.
Ana es una periodista que termina dedicándose a la hostelería y Óscar es un médico cuyas condiciones laborales son, cuando menos, cuestionables, como podemos observar, sobre todo, cuando se enfrenta a las vicisitudes sanitarias durante la pandemia.
Su relación parece definirse por una constante indecisión en la que, sin ser del todo conscientes, parecen habituarse a elegirse el uno al otro.
Un intento de relación fallida condiciona un vínculo que termina enclaustrándolos; y la urgencia de la COVID-19 les conduce a decisiones apresuradas y, en un abrir y cerrar de ojos, su recorrido parece haber sido el de un torbellino que lo arrasa todo.
Sin romantizaciones y con ese realismo abrumador que caracteriza la serie, vemos cómo la Ana que consigue irse a Francia se encuentra con la realidad del migrante; cómo Óscar vivencia la adicción a las drogas de uno de sus mejores amigos y cómo se desarrollan las relaciones de sus allegados. Una línea curva que se mantiene en permanente oscilación.
Si hay un valor que parece caracterizar a esta generación es el peso de la amistad frente a la inconsistencia del amor. El mapa de los afectos se despliega, expansivo, huyendo de las jerarquías y transformando la intimidad en un fenómeno colectivo.
Más allá de las dinámicas entre los cuerpos, la confianza es aquello que vertebra estos vínculos que son aparentemente líquidos, como diría Bauman, pero que se tornan consistentes con el avance del tiempo. Tal vez la vida sea siempre la misma y nuestra percepción sea lo que ha cambiado.
La intermitente estructura de ‘Los años nuevos’ parece acompañar a la perfección a ese relato versátil donde el peso no está en la narración, sino en los personajes y sus decisiones. No obstante, aunque recuerde a películas como ‘Secretos de un matrimonio’, de Bergman, donde los diálogos son la pincelada más expresiva, la identidad de Ana y Óscar se plasma en sus acciones y en los escenarios que los acompañan y que hablan de ellos mismos.
Por ejemplo, la imagen de Ana en ese primer episodio, sosteniendo una maleta de la que es incapaz de desprenderse a lo largo de toda la noche, nos transmite ese deseo de viajar que se convertirá en una de las encrucijadas del relato; los libros del padre de Óscar que adornan una cena familiar con un pequeño recital; o las canciones de Nacho Vegas como otro de los imprescindibles del relato.
En definitiva, ‘Los años nuevos’, con su clave intimista, nos pone frente al espejo sin ilusionismos con una representación clara y, en ocasiones, cruda. ¿Será esta serie el asidero generacional que andábamos buscando?
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