#MAKMAEntrevistas | Javier Sierra
‘El mensaje de Pandora’
Planeta de Libros, 2020
Miércoles 1 de julio de 2020
Apenas hace unos pocos meses que se declaró la pandemia y ya se han editado libros que analizan sus causas y consecuencias. Unos son ensayos y, otros, testimonios personales del confinamiento. ‘El mensaje de Pandora’, de Javier Sierra, elude las etiquetas. Fiel al enfoque del autor, se mueve entre la ciencia, la ficción y el género epistolar para enviar un peculiar mensaje de esperanza y curación. Al declararse el estado de alarma, Sierra aparcó dos proyectos para escribir en tiempo récord este mensaje, que enlaza el origen de los tiempos y la vida en la Tierra con el convulso presente. ”Ha sido el libro más fulgurante que he escrito en 25 años de carrera”, confiesa. “Como si su historia necesitara salir de mis manos y llegar al lector con premura”.
Arys, una joven cretense a punto de cumplir mayoría de edad, recibe una carta de su tía. Se la escribe en Atenas al final de la última pandemia vírica que sacude al mundo. Sus páginas rememoran un viaje que ambas hicieron hace años, al sur de Europa. Francia, Gerona y las comarcas del Ampurdán fueron el escenario de una aventura cuyos recuerdos esconden claves que cobran sentido frente a la crisis sanitaria.
Da la impresión de que ha escrito este libro pensando en los jóvenes.
La protagonista del libro es una chica que acaba de cumplir 18 años, pero, en realidad, es una metáfora de lo que somos como sociedad. Una cultura que ha vivido una infancia prolongada creyendo que la muerte no era cosa suya y que, de repente, de forma global, ha sentido de cerca su amenaza. Es, por tanto, un relato dirigido a todo el mundo, pero poniendo énfasis en aquellos de nosotros que sabemos que todavía podemos hacer algo por este planeta tras la pandemia de la COVID-19.
¿Por qué, precisamente, el mito de Pandora?
Según los textos griegos clásicos, Pandora es la primera mujer. Zeus la envío a la Tierra con una caja que le prohibió abrir y que contenía todos los males. Ella la abrió y con ese acto terminó con la Edad de Oro de la humanidad. La historia de ese mito me recuerda una teoría científica propuesta por varios premios Nobel: que la vida y las enfermedades, dos caras de un mismo proceso, llegaron aquí en «cajas de piedra» que llamamos cometas, asteroides o meteoritos, y fecundaron al planeta como lo haría un espermatozoide con un óvulo 50.000 veces más grande que él. Y a partir de esa conexión, tuve un hilo narrativo maravilloso del que tirar.
Los mitos son «instrucciones en clave para garantizar la supervivencia de la especie». ¿No cree que el pensamiento racional y la tecnología los han borrado de la faz de la tierra?
La invención de la escritura hizo innecesario que nuestros antepasados recordaran de memoria grandes cantidades de versos y de historias. Los mitos se inventaron en esa época remota para encapsular informaciones importantes en ellos y que pudieran ser recordados con facilidad generación tras generación. Pero la llegada del alfabeto nos llevó a formulaciones cada vez más complejas, aunque también a olvidar muchos de esos «datos disfrazados» de los mitos. A mi me interesa mucho recuperarlos. Son nuestro ADN literario. Y eso no implica que la razón deba desdeñarlos; al contrario: debe estudiarlos con ahínco.
¿Que la vida haya brotado en nuestro planeta o proceda del espacio exterior, supone alguna diferencia?
Sí. Nos da una perspectiva mayor de lo que somos. O, mejor, de lo poco que somos en una galaxia que –acaba de calcularlo la Universidad de British Columbia— tiene seis mil millones de planetas tipo Tierra perfectamente capaces de albergar vida. Visto desde esa perspectiva, la vida es una especie de «infección cósmica». Y saberlo puede ayudarnos a determinar dónde aplicar vacunas que controlen a patógenos potencialmente agresivos.
El animal humano ha dominado a la fauna, sometiéndola a condiciones crueles para su provecho. ¿Se podrían interpretar las pandemias como una especie de venganza por estos excesos?
Existe un movimiento internacional llamado One Health que promueve una saneamiento de los mecanismos con los que tratamos a los animales. Su propósito no es solo mejorar sus condiciones de vida, sino salvarnos como especie. La COVID-19 es un virus zoonótico, que saltó de animales sacados de su hábitat natural y nos agredió. Es una lección que debemos aprender ya si no queremos enfrentarnos a ataques aún peores.
Apunta que anteriores pandemias afloraron aspectos positivos que hicieron progresar a la sociedad. ¿Cree que la COVID-19 va a traer, también, nuevos y mejores tiempos?
Traerá transformaciones que el tiempo dirá si son mejoras o no a nuestra forma de vida. Un ejemplo inmediato es el teletrabajo. Su implantación repercute directamente en la contaminación del transporte de las grandes ciudades y mejora el tiempo que compartimos con la familia. Pero su arraigo traerá más cambios, no todos necesariamente positivos. Habrá que esperar a verlo.
¿Qué dogmas vigentes hoy nos impiden avanzar en el conocimiento (y en el autoconocimiento)?
Sobre todo, uno muy arraigado: el convencimiento absoluto de que la naturaleza debe domesticarse y ponerse al servicio del ser humano. Lo hacemos sin pensar en ello, como si fuera un derecho. Y no lo es. No somos una criatura ajena a la naturaleza, ni tampoco superior a ella. Somos parte intrínseca suya. Si lo asumiéramos, la respetaríamos más y no la violentaríamos como acostumbramos.
‘La rebelión de los brujos’ es su libro fetiche. ¿Se considera heredero de Bergier y Pauwels?
Ellos son «hijos del 68». Mentes que propusieron un reordenamiento de la historia y una reevaluación de las competencias de la ciencia. Lo hicieron bien. Nos invitaron a pensar. Pero mi época es otra, y los desafíos de mi generación han variado. Ya no nos preocupa tanto lo que el hombre pueda destruir con el átomo, como lo que la naturaleza pueda hacer con nuestra civilización ante el cambio de ciclo que, intuimos, acaba de empezar.
Recuerda a su padre, cartero de oficio en Teruel. Los jóvenes ya no escriben cartas, sino mensajes mínimos. ¿Cree que eso, al igual que las nuevas tecnologías, afectará a sus procesos mentales?
Lo que expresamos es consecuencia de lo que pensamos. En eso no hay secretos ni dobles lecturas. Veo con preocupación esa banalización del lenguaje, porque está generando una pereza en el ejercicio de pensar. Y eso no es bueno para nuestra civilización. Por eso soy un ferviente defensor de las campañas de fomento a la lectura, de acercar a los jóvenes la cultura en todas sus expresiones, y de la exigencia educativa para formarlos en la lengua y su uso.
Bel Carrasco
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