#MAKMAEscena
‘Los que hablan’, de Pablo Rosal
Con Malena Alterio y Luis Bermejo
Producción de Teatro del Barrio
La Rambleta
Bulevar Sur esquina Calle Pío IX s/n, València
13 y 14 noviembre de 2021
El lenguaje es un instrumento que roza la perfección. Un vehículo que sirve para expresar emociones, sentimientos e ideas desdoblado en un pandemónium de idiomas traducibles entre sí que forman un frondoso árbol a cuya sombra habitamos. El habla cotidiana es harina de otro costal. Al hablar, reducimos el lenguaje a su expresión más simple –coloquial– y caemos en la trivialidad, la redundancia, la simplificación. ¿Las palabras sirven realmente para comunicarnos o son solo cháchara y vocerío?
Es una de las cuestiones que plantea ‘Los que hablan‘, un texto ocurrente, poético y original de Pablo Rosal (Barcelona, 1983), interpretado por dos actores en estado de gracia, Malena Alterio y Luis Bermejo, que se representa este fin de semana en La Rambleta. Un producción de Teatro del Barrio estrenada en La Abadía en la pospandemia y que, desde un inicio algo desconcertante, cautiva al público por su agudeza al analizar una cuestión: ¿Por qué y para qué hablamos? ¿Nos comunicamos realmente a través del habla o vivimos en un permanente diálogo de besugos, atrapados en una especie de bucle verbal?
Se abre el telón y aparece un espacio desnudo, una mesa, dos sillas, un hombre y una mujer ataviados de forma atemporal que encarnan múltiples personajes. Al principio emiten sonidos inarticulados como dos niños que balbucean, «pero van descubriendo las funciones del lenguaje a través de una serie de situaciones que sirve para explorar las posibilidades de la palabra como acción», dice Bermejo. «El acto del habla».
Alterio y Bermejo son sucesivamente dos amigas que hablan del desamor, un consumista compulsivo que va a una tienda, un matrimonio de pueblo que ha sufrido una inundación, dos mecánicos de avión, una pareja en su primera cita, un niño que lee en el funeral de su abuela, un jubilado que se queja de la obra de su barrio, una señora que solo habla de ella misma…
Una dinámica serie de ágiles diálogos impregnados de humor, «ese gran vehículo para esclarecer las verdades y volver a la esencia primigenia», apunta Bermejo. «Un tipo de humor que evoca al de Jardiel Poncela, Mihura o Azcona pero también al teatro del absurdo». Esa carga de profundidad humorística, la reacción jocosa que inspira en el público hace imposible saber cuánto dura el montaje. Según las secuencias de carcajadas, de una hora y cuarto a hora y media.
«Es una pieza jugosa, juguetona, que nos sorprende y nos hace crecer como intérpretes. Malena y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo, hemos trabajado juntos en series y películas y compartimos el mismo discurso artístico. Eso hace más fácil la comunicación y te hace llegar más lejos».
Calificada por la crítica como una de las mejores obras de 2020 y espectáculo revelación del otoño, ‘Los que hablan’ fue nominada en los Premios Max 2021 en tres categorías: mejor autoría revelación, Pablo Rosal; mejor actriz, Malena Alterio; y mejor actor, Luis Bermejo.
«Esta obra pretende reencontrar, borradas todas las pistas, la experiencia del personaje originario del escenario», dice Pablo Rosal. «Mostrar al ser humano suspendido, tembloroso. Desposeerlo de esta absurda seguridad que ha obtenido desesperadamente y presenciar gloriosamente sus probaturas, sus honestos fracasos. Darnos el gusto de observar con ternura todo lo que el ser humano ha añadido al alma, por interés del ego. Se trata de un espectáculo de verdadera renuncia al drama. Se trata de comprender realmente lo que el silencio es. Dejar morir la palabrería».
Escrita en 2015, la obra está pensada como un juego atemporal, un ejercicio abierto a cualquier tipo de público con el que interacciona. «No aspira a producir una opinión o una visión de nuestra realidad, no ejecuta ninguna crítica o condena. Se ofrece, en cambio, a nosotros, como una experiencia sencilla y honesta de replanteamiento».
Para el director y también actor, «urge que el escenario deje de criticar y comentar y pase a retomar su tarea ancestral: crear la realidad humana, probar las posibilidades de su sensibilidad universal. Urge también que la escena sea el espacio de un poderoso detenerse, de una duda inquebrantable y de un generoso trabajo por la reformulación de las raíces de lo humano», concluye Pablo Rosal.
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