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‘Geometrías infinitas’, de María Aranguren y Peter Weber
Galería Marita Segovia
Lagasca, 7, Madrid
Hasta finales de mayo de 2023
La Galería Marita Segovia de Madrid exhibe ‘Geometrías infinitas’, una doble exposición con obras de los artistas María Aranguren y Peter Weber. Las piezas presentadas, que se pueden enmarcar en la abstracción geométrica, dialogan entre sí de manera armoniosa, creando sorprendentes sinergias que se replican incluso en el mobiliario antiguo expuesto de manera permanente en el espacio galerístico.
María Aranguren (Madrid, 1961) trabaja el policarbonato celular, un material industrial transparente que le ofrece múltiples posibilidades formales. El rígido tejido acanalado propio de dicho material crea una red subyacente que se presenta como una pauta ordenada. La artista, a través de la aplicación del color y de cambios en la distribución de las piezas, logra contrastar dicho orden con una suerte de caos azaroso, pues las dificultades inherentes al manejo del material dan como resultado un baile de equilibrios entre manufactura y artesanía.
Las piezas de Aranguren cuentan historias cotidianas a través de collages matéricos. Así lo vemos en ‘Azul’, que combina retales, papeles, hilos y flejes con el policarbonato celular y la pintura, creando un conjunto en el que se intercala lo opaco con lo traslúcido, lo que da lugar a una pieza tanto lúdica como experimental.
Los elementos cotidianos aportan una interesante textura a sus obras, que remiten a un ambiente íntimo y cercano, pero también crítico y reflexivo. ‘Blister’ está compuesta por los blisters de numerosas pastillas que se presentan como un objeto de lujo, una superficie plateada y brillante que actúa como un disfraz para velar preguntas de calado político y social como la dependencia hacia la medicación en los tiempos actuales.
El carácter aséptico del policarbonato celular no solo contrasta con la intervención humana de la artista, sino también del propio proceso de embalaje y transporte: ‘Trasera Rosa’ conserva las anotaciones de los operarios, así como el plástico protector que envuelve parte de la pieza, aportándole ese tono pastel rosado que se enfrenta a la frialdad del material transparente.
Y es que el color cobra mucha fuerza en su obra. Así lo vemos en ‘Cruz de Mondrian’, que combina líneas horizontales y verticales en las que se alternan colores como el azul, el rojo, el amarillo o el blanco, en una clara referencia al neoplasticismo. En esta obra, al igual que en ‘Flúor’, la artista juega además con la tridimensionalidad, creando diferentes niveles de profundidad cromática a través de los espacios existentes en la propia plancha industrial, que le permiten establecer un juego de luces y sombras.
Las obras de Aranguren tienden a la repetición, pero contando siempre con ese elemento caótico y azaroso que hace que no sean exactamente iguales. Es por ello frecuente la creación de dípticos que, como ‘Díptico Su’, incluyen, además, el uso del lenguaje, juegos de palabras en los que la artista reflexiona sobre el poder de su significado a modo de una poesía visual y lúdica.
La cuidada museografía de la exposición invita a apreciar los matices de cada una de las obras: ‘Código’, de María Aranguren, se sitúa enfrente de ‘M4 FW6 + M4 FAN6’, de Peter Weber, de manera que crean una consonancia cromática y un contraste matérico entre geometría dura y geometría blanda que genera tal sintonía que parecen haber estado concebidas en conjunto. Dos caminos paralelos con un interés común por buscar un nuevo lenguaje que supere la inflexibilidad propia de la geometría.
Y es que las obras de Peter Weber (Kollmar/Elbe, Alemania, 1944) también siguen un camino geométrico, pero lo hacen a partir de materiales blandos como el fieltro o el papel. La obra de Weber, aparentemente estática, se vuelve dinámica mediante los pliegues que permite la maleabilidad de los materiales empleados. Su apuesta por las transiciones blandas hace de su obra una fragmentación unitaria, un conjunto segmentado basado en el volumen y el vacío, un juego entre el espacio y el material que focaliza la atención en la textura monocromática de cada una de sus piezas.
Las obras de Weber y de Aranguren no tienen una disposición fija, lo que permite su libre combinación y distribución. La sencillez de la abstracción que manejan estos artistas permite la adaptación de sus obras al espacio en muy distintas direcciones, lo que las convierten en obras abiertas al diálogo y a la exploración formal junto a otras piezas con tantas similitudes como diferencias.
Weber y Aranguren exploran, con sus obras, la potencia plástica de materiales tradicionalmente destinados para otros usos y los dotan de una intensidad emocional a raíz de la combinación de contrastes tensionados que hacen de ellas unas piezas tan sencillas como complejas.