#MAKMAArte
‘Las reglas del juego’, de María Ruido
Galería Rosa Santos
Carrasquer 1, València
Del 16 de diciembre de 2022 al 17 de febrero de 2023
Decía el psicoanalista Jacques Lacan, que una relación puramente dual “es la fuente más radical del registro mismo de la agresividad”. Agresividad de la que el arte, en tanto espacio de interrogación -más allá de complicidades imaginarias o mensajes morales-, debe hacerse cargo. Y eso es lo que hace María Ruido en su exposición ‘Las reglas del juego’, que la galería Rosa Santos de València acoge hasta el 17 de febrero: poner de manifiesto esa dualidad como foco irradiador de violencia.
En la “conversación-performance” que mantienen la propia María Ruido y la escritora y activista Brigitte Vasallo en el video que da título a la muestra -y que viene a ser el foco principal del proyecto presentado en Rosa Santos-, ambas artistas hablan “sobre desclasamiento, violencia institucional y performance de clase”, tal y como se recoge en el mismo audiovisual de aproximadamente 40 minutos.
Lo hacen con sus rostros ocultos por el encuadre de la cámara, de manera que se las ve sentadas, dialogando entre sí, para que el espectador atienda la conversación sin perderse en identificaciones ligadas a sus expresiones faciales. Son sus palabras las que importan. Palabras que empiezan manifestando el origen de cierta agresividad en sus respectivas experiencias familiares.
“Yo nací con familia, pero sin padres”, señala Ruido. “Y yo crecí con padres, pero sin tierra, porque crecí en la diáspora”, apostilla Vasallo, quien añade: “El destierro de crecer sin familia también es una forma de destierro”. El paso de vivir en un ámbito rural -del origen familiar- a otro urbano -fruto de la educación y posterior desarrollo profesional- “es una forma de desclasamiento y un comienzo de auto odio, porque formas parte de una gente que para nada es nuestra gente”, destaca Ruido.
“Nos obliga -continúa diciendo- a hacer un personaje que no es el que por tradición nos estaría dado conformar y que, además, tiene que imitar a otros modelos, y eso genera una sensación de no pertenencia continua”. Esas “reglas del juego”, objeto de la crítica acerada de Ruido y Vasallo, son las que generan en ambas esa agresividad concitada para sí mediante el auto odio.
La exposición-que incluye además de este video de la planta inferior, otros tres en la superior de acceso a la galería- viene a dar cuenta de la violencia inherente a la propia existencia, en tanto conformada por cierta naturaleza incontrolable exterior, a la que se añade la pulsión interior del sujeto. Ruido y Vasallo identifican esa violencia exterior con la que emanan las clases dominantes, a las que ellas, sin terminar de formar parte, pertenecen como consecuencia de su propia actividad artística, dando lugar al auto odio.
“Te queda ese síndrome de la impostora, pero también muy violenta, muy resentida, y lo que ocurre muchas veces es que, bajo esta apariencia ‘cuqui’, tengo miedo que explote la violencia y tengo que hacer un enorme ejercicio de contención para que, debajo de mi vestido rosa, no aparezca una navaja”, admite Ruido ya cerca del final del video por ella misma dirigido, con realización de Biel Covas y producción de Es Baluard Museu d’Art Contemporani de Palma.
Ante la incapacidad de encontrar una articulación simbólica entre ambos mundos -el de las clases dominantes y las dominadas-, la artista valenciana se reconoce habitada por la tensión que le generan esas dos experiencias antagónicas y, sin duda, agónicas. El capitalismo se presenta en su conversación-performance como aquello que el antropólogo René Girard denominó el chivo expiatorio, lugar donde se focaliza el culpable del malestar que aqueja a un sujeto y a toda una colectividad.
Así, Ruido habla de ese capitalismo como “picadora de carne que ha conformado los cuerpos de la clase trabajadora” -la clase dominada de su origen-, al tiempo que lo define también como el que les ha conformado a ellas mismas, caracterizándolo de forma muy expresiva como “un taladrador de cerebros” -se entiende que, en este caso, igualmente para las propias clases dominantes, aunque con matices-.
“Estás en la auto ficción y disimulando que estás muerta de miedo todo el tiempo. Esas otras personas juegan con una red debajo y nosotras no”. De manera que el dinero -con el que las clases pudientes cuentan desde la cuna- se erige en el elemento que produce la violencia entre clases, condicionando esas reglas del juego que Ruido y Vasallo quieren desvelar.
“Una vez que sabes que el juego tiene reglas, ya sabes que el juego es un juego y si lo juegas o no lo juegas”, subraya Vasallo. “Se trata de evidenciar” -prosigue Ruido- que este juego tiene reglas, algo que normalmente se esconde”. Como ella esconde esa navaja debajo de su vestido rosa, como síntoma inequívoco de lo que verdaderamente está en juego: la violencia inherente a la tensión, nunca del todo resuelta, entre la animalidad de la que provenimos y nuestra entrada en la cultura.
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