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‘Rock Bottom’, de María Trénor
Guion: María Trénor y Joaquín Ojeda
Música: Robert Wyatt
Animación
85′, España, 2024
Estreno: viernes 13 de diciembre de 2024
Hablar con María Trénor es hacerlo con una de las personalidades quizá más queridas del audiovisual valenciano. Su manera reflexiva de hablar, midiendo cada palabra, su carisma, su indudable talento, ha hecho que, desde hace mucho tiempo, muchos esperáramos que sucediera lo que ya es una realidad: que María realizara y estrenara su primer trabajo largo. Tenía que suceder.
Centrada en el campo de la animación, la obra de María Trénor no se entendería sin aceptar el alto nivel de simbolismo con el que juega en sus trabajos. Ya sea en la memoria de la historia de la comunidad trans en la España de los 70 –caso de su primer corto, ‘¿Con qué la lavaré?’–, su homenaje a la literatura (y, en concreto, al Quijote) en ‘Ex libris’ o los retratos de mujeres maltratadas en ‘¿Dónde estabas tú?’, la potencia de su cine se centra en una gran capacidad de sugerencia a la hora de jugar con el espectador.
Y, así, hasta llegar a ‘Rock Bottom’, decíamos, su primer largo, que este viernes 13 de diciembre se estrena en salas comerciales. La cinta se basa en la biografía del histórico músico experimental Robert Wyatt y su pareja, la letrista e ilustradora Alfreda Benge. Trénor conoció a la pareja en un viaje a Dèia, en Mallorca, con unas amigas periodistas que iban a entrevistarlos. El encuentro disparó en la imaginación de María este proyecto que, después de muchos años, ha cobrado vida.
Wyatt y Benge se encarnan en la ficción en los personajes de Bob y Alif. ‘Rock Bottom’ (título del disco más reconocido de Wyatt) arranca cuando Bob acude a una fiesta en el Nueva York de los años 70, tratando de escapar de su relación rota con Alif.
Cuando, tras un juego de seducción, Bob está a punto de tener un encuentro sexual con otra mujer, Alif se presenta en la fiesta, buscándolo. Es entonces cuando, intentando no ser descubierto, Bob tiene un accidente, momento en el que su memoria se traslada a su pasado, al tiempo en el que la pareja vivió en libertad en la isla de Mallorca y, en concreto, en el mismo pueblo de Dèia.
Una época de libertad personal, mezclada con el consumo de drogas, mientras Bob, músico de jazz, trata de crear su siguiente trabajo. Las luchas creativas, las dudas existenciales, serán el eje de este drama íntimo, que tiene en el paisaje natural de la costa mallorquina el escenario perfecto para esos juegos creativos a los que Trénor nos tiene acostumbrados y que logran gran potencia poética sobre la gran pantalla de cine. De fondo, como nos cuenta en esta entrevista, la música de uno de los discos de música experimental que más influencia han tenido desde su publicación.
Después de tantos años haciendo cortos, llegar a hacer un largo, con lo que sabemos que cuesta, ¿qué ha significado para ti?
Pues la verdad es que poder materializar un largometraje de animación para adultos ha sido toda una proeza. Ha sido un proceso largo. Desde que estuvo escrito el guion, hasta que se ha realizado, pasaron diez años. Hasta que encontré una productora, AlbaSotorra, a la que le gustan los proyectos arriesgados realizados por mujeres, pasaron diez años. O sea, que ha sido un camino, bueno, tampoco tan difícil, pero al menos largo.
La película está basada en la biografía del músico Robert Wyatt, un personaje muy particular. ¿Por qué te acercas a esa historia? ¿Cuál fue esa primera impresión que te animó a hacer la película?
Pues lo primero que me atrae, sobre todo, es el álbum. La primera vez que lo escuché me pareció que nunca había oído nada parecido. Es un álbum completamente inclasificable, con muchas texturas diferentes. Primero es la sorpresa de escucharlo y, después, el saber de la historia de Robert Wyatt.
Lo realiza después de tener un accidente gravísimo en el que se queda parapléjico. Y, en esas condiciones, saca, considerado por los críticos musicales, uno de los discos más importantes del siglo XX.
Y, luego, el conocerlo personalmente, por supuesto. Me pareció alguien con muchísimo carisma, muy especial. Es como una especie de anciano sabio, tierno, que fue súper generoso. Me dijo que hiciera lo que quisiera y nos consiguió los royalties de la música, vamos, a muy bien precio. Es alguien muy especial.
La película retrata una época muy concreta, la de los 70, envuelta en la revolución de la cultura hippie. ¿Por qué te decides precisamente a retratar este momento y esta cultura?
Principalmente, porque ese álbum salió al público en 1974, de ahí el reflejar esa época. En realidad, es una época posthippie. Es la época de la decadencia, donde se ven todos los efectos negativos de la era hippie. Los efectos negativos de las drogas, por ejemplo, la falacia de la revolución sexual en la mujer, en la que, en las comunas, seguían haciendo la comida, limpiando, cuidando de los niños…
Y, sobre todo, el representar esa era en un marco maravilloso e increíble, como es la Mallorca del principio de los años 70 y, más concretamente, en Deià, que era un sitio que, a pesar de que estábamos en una dictadura militar, estaba lo suficientemente aislado como para que los noreuropeos que buscaban la California en España, en las costas españolas, pudieran sentirse libres para crear y bañarse desnudos, para tomar drogas… Toda esa cultura la inicia Robert Graves, el escritor. Él es el quien inicia todo este centro cultural que fue Deià.
‘Rock Bottom’ plantea una cuestión que me parece central y que tiene que ver con presentar o representar el arte como una forma de vida. En la película, esta forma de vida tiene, por un lado, un elemento autodestructivo y, por otro lado, un elemento, de alguna manera, redentor. A ti, como artista, ¿en qué te implicaba o qué sentías que podía implicar esta cuestión al espectador?
Pues mira, yo sí que me veo un poco reflejada en el personaje de Alif, que, aun estando bastante contenida emocionalmente, expresa todo su tormento interior a través de sus películas. Ella te está explicando cómo es el proceso de la creación, que es muy contradictorio. Es creación con autodestrucción, sobre todo en aquella época (bueno, y en esta época, también), donde se asocia muchísimo el uso de las drogas y del alcohol con la creación. Entonces, lo que te quiere representar es la vorágine de la creación con todas sus contradicciones.
Yo creo que siempre ha habido una cierta mitificación del proceso creativo dentro del mundo cultural. ¿Tú lo compartes? ¿Crees que eso es bueno o es malo?
Yo creo que la gente, en general, desconoce lo muchísimo que se trabaja en la creación, las horas que le echas, porque parece que es una diversión que te sale en el momento de inspiración. Y, no, es fruto de mucho sufrimiento, de echarle muchísimas horas creando.
Pienso que es un mito para bien y para mal. Creo que se desconoce la cantidad de horas que, en realidad, trabajan los artistas. Horas de desechar bocetos, de desechar maquetas en el caso de la música, de desesperación ante eso que no te sale… La gente desconoce lo muchísimo que se trabaja en la creación.
La película contrasta dos mundos: el de estos dos artistas que viajan a Deià desde Nueva York y, por otra parte, la España de la época. ¿De dónde viene este interés por plasmar ese contraste entre esos dos universos?
Pues refleja, sobre todo, esa época, durante la dictadura, que se ve reproducida, por ejemplo, en la actitud de los guardias civiles. En aquella época, lo que se quería dar es una imagen al exterior de apertura del país, cuando era una imagen absolutamente falsa.
Entonces, lo que hacían era ser muy duros con los nacionales, con la gente del país, y ser completamente permisivos con los extranjeros. ‘Rock Bottom’ refleja esa época en la que Franco quería dar esa visión de apertura, cuando dentro del país a los nacionales los estaban machacando.
La película está realizada con la técnica de la rotoscopia [que consiste, básicamente, en realizar los dibujos sobre imagen real filmada]. Tú has trabajado en otros momentos con stop motion o la animación convencional en 2D. ¿Por qué escogiste esta técnica para la película?
Pues, mira, la decisión de la rotoscopia fue por dos razones. Por un lado, es una manera de acelerar el proceso de producción, con lo cual se abaratan los costes. Y, por otro lado, el hecho de trabajar con actores y actrices hizo el proceso mucho más humano porque, cuando estás haciendo una película de animación, estás aislado en tu casa, en tu estudio, y te salen los monstruos totalmente [risas]. Aparte de humanizar el proceso, los actores y actrices aportaron muchísimo a la película. Digamos que yo les daba unas directrices básicas y ellos aportaron muchísimo, fue muy enriquecedor.
En ese enriquecimiento con actores, entre el personaje real y el de la ficción, ¿quién dirías que ha ganado? ¿Has intentado acercarte al personaje real desde la ficción o has creado tu propio personaje a partir de lo real?
Más que el personaje real, la película refleja, más o menos, su generación, esa generación posthippie de artistas noreuropeos. Sí que hay pinceladas concretas de la vida de Robert Wyatt y de Alfreda Benge, como es, por ejemplo, el accidente o que vivieran en España, pero, sobre todo, reflejan una generación, más que ellos, en concreto, como personajes.
La película tiene una estructura que es bastante particular. Hay un relato, una historia que comprendes perfectamente, pero tampoco sigue exactamente una linealidad. Sin seguir el canon del relato convencional, ¿cuál fue la guía para construir la narración propia de la película?
Las letras de las canciones, por ejemplo, fueron una guía. Y, luego, el hecho de trasladar lo que son los sonidos, lo que sugerían los sonidos e imágenes. Básicamente, todo esto.
Y, como hilo conductor, la historia de amor de la pareja, para unificar. De todas maneras, el hecho de tener un álbum musical ya te ayuda para unificar toda la película. A pesar de las idas y venidas que tiene, de los flashbacks, el propio álbum da sentido a toda la historia.
Te tengo que preguntar un poquito también por eso, por la música. En ese aspecto, y hablando de una presencia tan capital, yo creo que la película esquiva muy bien el ser una mera representación de las canciones o el hecho de que podría acabar por darle al espectador la sensación de que está ante un mero videoclip. ¿Cómo trabajaste ese elemento narrativo? ¿Cómo te enfrentaste a ello? ¿Qué dudas tuviste?
Pues, en realidad, no me resultó muy difícil imaginar con imágenes visuales lo que escuchaba con la música y, luego, representarlo. Es ir dándole forma, ir añadiendo capas y capas y capas. Bueno, el proceso del guion fue bastante largo y, finalmente, la propia productora, AlbaSotorra, tuvo la buena idea de darle más protagonismo al personaje femenino y, con eso, la historia, realmente, mejoró.
Tus cortos son, de alguna manera, bastante conceptuales. Al pasar al largo, uno podría tener la tentación, al ir a buscar un público más amplio, de retraer esa parte creativa. Yo creo que en tu película no cedes a esa tentación. ¿Encontraste alguna reticencia? ¿Qué tentaciones encontraste?
Yo he tratado de hacer una película de autora con todas sus consecuencias, sin pensar en un público, porque creo que, si piensas en el público y te quedas a mitad, no haces ni una cosa ni la otra.
Entonces, quien viera la película esperando algo diferente se podría haber sentido decepcionado si ve que he tenido algún guiño para gustar a todos. Creo que venderte a todos lo que hace es perderle el sentido y la esencia a la película.
Quería preguntarte por Joaquín Ojeda [pintor, realizador y director de cine que ha colaborado con cineastas como Marc Recha o Sigfrid Monleón, fue una de las figuras destacadas en la creación de Canal 9], con el que colaboras en el guion. ¿Qué aportó a la historia?
Sí, por supuesto que le aportó muchísimo al guion. Él vivió su juventud en Mallorca y todo el rigor histórico que tiene la película, aparte del montaje maravilloso que tiene, lo aportó al guion. Aportó mucho. Y tanto.
Los dos hemos trabajado juntos bastantes veces y creo que nos complementamos y nos entendemos muy bien. Es alguien que tiene muchísima experiencia. Después, es alguien que tiene muchísima cultura y que conocía la época al dedillo porque él estuvo allí.
La película se puede entender o no como un musical, pero parece que hay un renacimiento del formato, o un interés por recuperarlo como género. La semana pasada, se estrenaba ‘Emilia Pérez’, de Jacques Audiard; hace poco se estrenaba, también, ‘Polvo serán’, de Carlos Marques-Marcet; y ahora aparece la tuya. Será, seguro, una casualidad, pero, ¿cuál crees que puede ser el interés o qué interés tenías tú en recuperar ese género?
Pues es que, para mí, tiene todo el sentido porque el sonido y la música en todo lo que he hecho es lo más importante, lo principal. Yo siempre he trabajado, trabajo y trabajaré con la música. Entonces, creo que en el caso de ‘Rock Bottom’ ha sido una casualidad afortunada que haya coincidido con que los musicales se ponen de moda otra vez. Pero fuera de la moda, o dentro de la moda, siempre voy a trabajar con música.
Como profesora de medios audiovisuales y también como directora, ¿sientes que has dado un salto profesionalmente?
Yo creo que pasar a realizar un largo que se estrena en cines comerciales ya es un paso muy grande.
¿Y cómo ves tú el mundo de la animación en España?
Hombre, yo pienso que, desde ‘Robot Dreams’ (Pablo Berger, 2023), que estuvo nominado a los Óscar, hay un montón de películas, además, para adultos, realizadas por productoras españolas. En Annecy [el festival internacional de cine de animación celebrado en Francia] estuvo ‘El sueño de la Sultana’ (Isabel Herguera, 2023), ‘Mariposas negras’ (David Baute, 2024), y estuvo ‘Rock Bottom’. Yo pienso que estamos en un buen momento.
¿Es difícil producir? ¿Sigue habiendo una gran diferencia con otros países?
Pues no conozco la situación de absolutamente todos los países. Desde luego, creo que en Francia es mucho más fácil porque tienen muchísima cultura de la animación, del cómic, una cultura visual… Bueno, ellos cuidan su cultura a muerte. Ya me gustaría que aquí fuéramos así, que lo cuidáramos tanto, que defendiéramos tan a muerte nuestra cultura, como ellos. Para llegar al nivel francés todavía nos queda, pero espero que lleguemos.
¿Qué crees que ha quedado de ese periodo, de esa época, de toda aquella revolución cultural?
Pues, por ejemplo, el álbum maravilloso de Robert Wyatt. Ahí ha quedado. La música maravillosa de esa época, y las películas, las pinturas y la cultura.
¿Ves en este momento algún reflejo o ves, más bien, una anticultura con respecto a aquella época? Con respecto a aquella explosión de libertad, ¿estamos, como dicen muchos, en su cara más oscura o cada época tiene su momento de libertad?
Pues nos tendríamos que preguntar si tenemos más o menos libertad que entonces. Yo no lo sé [pausa reflexiva] No lo sé, habría que preguntarse si somos más libres o menos libres que entonces. Dejémoslo ahí.
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