Tentación-Es. Marilyn
Centro Cultural Bancaja
Plaza de Tetuán, 23. Valencia
Hasta el 6 de julio
Primero, una frase premonitoria: “Yo era el tipo de chica a la que encuentran muerta en su dormitorio con un frasco de somníferos en la mano”. Visión cumplida. Después, otra que también llegó a materializarse: “Soñaba que llegaría a ser tan bella que la gente volvería la cabeza para mirarme cuando pasara por la calle”. Y, por último, una explicación acerca de los orígenes de su magnética desnudez: “Tal vez deseaba que me vieran desnuda, porque me avergonzaba de mis ropas: aquel vestido azul descolorido, siempre el mismo, era un símbolo de mi pobreza. Desnuda era como otras niñas, dejaba de ser alguien con uniforme de huérfana”.
Son todas ellas frases de Marilyn Monroe (1926-1962) extraídas de sus memorias My Story, escrito en colaboración con el guionista Ben Hecht. Frases inscritas en las paredes de la sala de exposiciones de la Fundación Bancaja, junto a una treintena de imágenes de la actriz, ya iconos del erotismo en Occidente. Imágenes y palabras que dibujan el perfil de una mujer tan tentadora como frágil. Tentación-Es. Marilyn es el título de la muestra cuyas fotografías proceden del archivo de la agencia Magnum. Imágenes tentadoras y palabras sugerentes de una mujer atrapada en la jaula de su triste infancia y que, cuando quiso volar, se estrelló contra el asfalto infinitamente estrellado de Hollywood.
Podría decirse, apropiándonos del título de una de sus películas, que, efectivamente, La tentación vive arriba, en el cielo repleto de estrellas que tanto frecuentó en vida. Muerta por sobredosis de barbitúricos a la temprana edad de 36 años, Marilyn Monroe sigue viva y radiante medio siglo después de perder la vida. La quiso ganar perdiendo de vista aquel vestido azul descolorido de su infancia. Para ello no dudó en desnudarse, mostrar su cuerpo con curvas de guitarra española, espalda contra espalda de una simple silla, o sobre aquel inmortal fondo rojo. Lo hacía sin pudor, porque desnuda se olvidaba de sus pobres orígenes y entraba en otro universo de fantasía.
Deseada por millones de ojos, Marilyn se sentía arropada. La chica humilde y desvalida crecía por dentro a ojos vista, en cada sesión fotográfica, cuanto más se desprendía de aquel vestido azul, de toda prenda. Pero la compañía imaginaria a la que convocaba su desnudez, tenía su lado sombrío. “La gente tenía la costumbre de mirarme como si fuera un espejo en vez de una persona. No me veían, veían su propia lascivia. Luego se lavaban la cara diciendo que yo era muy voluptuosa”.
Y lo era, pero no sólo eso. Los fotógrafos de la agencia Magnum que firman las imágenes de Tentación-Es. Marilyn captaron su voluptuosidad, pero también la fragilidad de su mirada, tan pronto luminosa como despeñándose por un abismo de sombras. Así lo vieron Eve Arnold, Bruce Davidson, Phillip Halsman, Bob Henriques, Inge Morath, Dennis Stock, Elliot Erwitt, ya sea durante el rodaje de Vidas rebeldes, bailando despreocupada, en fotos de estudio o dejando airear su inmortal vestido blanco. Levantaba deseos que Marilyn cuestionaba.
“Los hombres menos satisfactorios son los que se enorgullecen de su virilidad y consideran el sexo como una forma de atletismo en la que uno gana copas”. Sexualidad que la actriz, casada en primeras nupcias con Jim Dougherty, cuestionó desde un principio. “Nuestro matrimonio fue una especie de amistad con privilegios sexuales. Más tarde descubrí que los matrimonios suelen ser eso, y que los maridos tienden a ser buenos amantes sólo cuando engañan a sus esposas”.
Todas estas palabras entresacadas de sus memorias resuenan en el espectador que acude a la exposición, mientras escucha de fondo un fragmento de Los caballeros las prefieren rubias. Es lógico, tratándose de Marilyn Monroe, algo que, sin embargo, ella no tuvo nunca muy claro. “Hollywood es un lugar donde pagan 1.000 dólares por un beso y 50 centavos por tu alma”. Cumplido su deseo de triunfar en aquel mundo de fantasía que tanto anhelaba, Marilyn siguió siempre echando de menos aquella alma pobre de su infancia.
Salva Torres
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