‘La tregua’ (1974), Sergio Renan
Con Héctor Alterio y Anna María Pichio
Homenaje a Mario Benedetti | 35 Cinema Jove
Este año, centenario del nacimiento del poeta, escritor, dramaturgo y periodista uruguayo Mario Benedetti, el festival Cinema Jove le ha rendido homenaje con la proyección de dos largometrajes basados en su obra. El domingo 6 se pudo ver ‘El lado oscuro del corazón’ (Eliseo Subiela, 1992), película inspirada en los poemas de Mario Benedetti, Juan Gelman y Oliverio Girondo. El lunes 7 fue el turno de ‘La tregua’ (Sergio Renan, 1974), filme basado en la novela homónima del escritor uruguayo y sobre el que hace eco el presente artículo.
‘La tregua’ fue la primera película argentina y la segunda sudamericana en ser nominada al Óscar a mejor película internacional. El éxito que tuvo en su momento se sigue prolongando a día de hoy, por la majestuosidad de la interpretación de Héctor Alterio y Anna María Pichio, la belleza en sus diálogos y la crítica a una vida rutinaria. Sin embargo, siendo una película bastante avanzada a su tiempo (al igual que la novela), hay ciertos aspectos que chocan con el debate más actual respecto a las dinámicas de poder dentro de las relaciones sentimentales.
La trama gira entorno a Mario Santomé, un hombre de cuarenta y nueve años, viudo y con tres hijos, que lleva treinta años trabajando en la misma oficina. Esa monotonía que le atrapa y le desgasta se ve interrumpida por la llegada de Laura Avellaneda, una joven de la edad de su hija que entra a trabajar a su misma oficina y de la cual se enamora. Esta joven es su tregua, la razón que le devuelve las ganas de vivir y esa emoción difuminada hace años en un transcurso monótono del tiempo.
Lo interesante de esta historia es la contraposición al sueño americano. Vemos un hombre que, a pesar de tener unos hijos que le quieren, un trabajo estable y una posición económica acomodada, nada de eso es suficiente para relucir una sonrisa de anuncio.
El hecho de que Mario Santomé estuviese dispuesto a dejar su trabajo sin tener una alternativa clara más allá de vivir, resulta un acto revolucionario incluso a día de hoy, pues el estilo de vida neoliberal capitalista nos arrastra a un afán de productividad constante, siendo nuestra fuerza de trabajo lo único que nos valida. En ese sentido, el filme sigue siendo de actualidad. Es en cuestiones de género donde hoy podemos hacer una revisión crítica, sin deslegitimar la obra, pues hay que entenderla en su contexto.
En la familia, compuesta por Mario y sus tres hijos, es el menor, Jaime, el primero en dar el paso de romper con las convenciones sociales, aceptando (con mucho dolor) su condición de homosexual e independizándose para vivir en un entorno seguro donde no se le juzgue. Este acto de valentía por parte de su hijo es lo que anima a Mario a establecer su relación con Laura, a pesar de tener ella veinticuatro años y él cuarenta y nueve. Juntos viven un romance consensuado, donde ella desearía haber nacido antes y se lamenta de que él haya vivido tantos años sin ella.
Lo que aquí se plantea como una decisión arriesgada y valiente (comparándola con la salida del armario de su hijo como dos actos igual de disruptivos socialmente), hoy lo vemos como una relación que perpetúa las jerarquías de poder establecidas entre el hombre y la mujer.
No resulta revolucionario que un hombre mucho más mayor se enamore de una joven atractiva. Lo hemos visto en películas que van desde ‘Lolita’ (1955) hasta ‘Perdona si te llamo amor’ (2008), por citar dor ejemplos significativos. Pero en ‘La tregua’, además de la diferencia de edad, existe el factor de que él es el jefe de ella. Por lo tanto, esta jerarquía de poder en la que Mario se encuentra por encima de Laura se repite tres veces: una por la posición social del hombre y la mujer, otra a causa de la diferencia de edad –similar a una relación de padre e hija– y, por último, siendo él su jefe y ella su subordinada.
Esto no quiere decir que no se puedan dar relaciones intergeneracionales completamente sanas, pero existe un patrón bastante perjudicial para las mujeres, donde señores con cierta autoridad se sienten con el derecho de hacer insinuaciones sexuales o románticas que, por su posición de superioridad, pueden intimidar a la otra parte.
Aunque “el amor no entiende de edades”, como se afirma en el acervo popular, cada etapa vital tiene sus ritmos, su visión y sus necesidades. El amor sí que tiene barreras: el dolor. Las ficciones audiovisuales que consumimos desde la infancia son nuestra primera socialización externa y, antes de enamorarnos por primera vez, vivimos el amor a través de la pantalla. De ahí la necesidad de construir relaciones sanas en la ficción. ‘La tregua’ va a seguir siendo una película bellísima y crítica con lo que tiene que ser crítica. Pero es a través de estas reflexiones donde percibimos los avances sociales.
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