Marisa Casalduero. Retrospectiva
Sala Dormitorio. Centro del Carmen
Museu, 2. Valencia
Hasta el 15 de enero de 2015
Sigilosamente nos adentramos en la exposición retrospectiva sobre Marisa Casalduero (Valencia, 1961), que alberga la Sala Dormitorio del Centro del Carmen de Valencia. Una muestra que nos ofrece un minucioso recorrido excelentemente vertebrado por Marisa Giménez -comisaria de la exposición-, galerista y amiga personal de Casalduero, quien, junto a Teté Amat y Juan Ramón Bertomeu -su pareja y mayor apoyo desde que se conocieron en 1998-, nos presenta a esta artista de oficio, sentimiento y vida.
A las puertas de la sala nos recibe su obra referente, una casa pequeña con la puerta entreabierta y, como ella decía, además de símbolo de su apellido, icono identificativo y lugar de refugio en toda su trayectoria pictórica y creadora. A partir de ahí, sus primeras obras expanden un abanico de oxígeno, aire, mar y naturaleza que la autora plasma en lienzos de gran formato, con texturas terrosas, ocres y motivos marinos -reminiscencias de sus veranos en Moraira junto a su madre-, elementos sobre los que investiga, geometriza y define en sus lienzos ulteriormente. Casalduero transmite a la perfección un pulso de existencia allá dónde ésta se encuentra.
Por propia evolución e inquietud personal y plástica, la artista, influida por herramientas de la cultura popular y la comunicación, cambia radicalmente su plataforma expresiva y comienza a realizar collages con veladuras y papeles vegetales repletos de mensajes directos, explícitos, a la par que aleatorios, azar que va puliendo cuando sus contenidos se tornan más concisos, vislumbrándose un halo de naturaleza, piedras y nubes – siempre presentes de algún modo en su obra-.
Tras permanecer apartada de la pintura un tiempo, retorna a los formatos primigenios, lienzos con fondos planos, colores intensos y motivos repletos de detalles arquitectónicos resueltos a gran escala, a modo de “remate final”, nombre que recibe la serie que comienza a desarrollar y que, según todo aquel próximo a su trabajo -tal y como apunta la comisaria de la muestra-, evidencia su sensibilidad en “hacer grande lo que es pequeño”.
Continuando en esta línea pictórica, las circunstancias vitales de Marisa Casalduero no cesan de influirle y determinan sus puntos de inflexión. Acrílicos, cromatismo y formas planas, junto a los colores pastel no son más que una vía a través de donde la artista manifiesta un mensaje de dulzura simbólica, plasmados de un modo figurativo y evidente con las técnicas que protagonizan sus lienzos, explicitando un mensaje recurrente y propio de esta etapa: “hay que saborear la vida”. Momentos dulces, momentos felices.
Prosigue esta estela creativa y, por motivos personales, comienza a investigar en formatos más pequeños. Cabe destacar que Marisa Casalduero siente devoción por las sillas de diseño, característica que fusiona con una de sus pasiones: el mar. Casalduero crea una serie de telas dónde sitúa la silla vacía como espectadora de diferentes paisajes marinos. Dicha inquietud se materializa en esta época con sus continuos viajes a Formentera, donde sublima su contacto y la presencia de la naturaleza como objeto en su obra. Posteriormente fusiona collage, fieltros, papel vegetal y otros rudimentos que conjuga desde una perspectiva fotográfica que le apasiona.
El material de estudio, libretas de viaje, acuarelas, lápices y otros aditamentos que siempre le acompañaron en su día a día -como señala Bertomeu-, nos hace darnos cuenta de la implicación de Casalduero con su trabajo en todo momento.
Influida por Kandinsky -en particular por su ensayo “Punto y línea sobre el plano”-, Marisa Casalduero incorpora en su obra formatos, puntos y objetos circulares, así como maderas y otros materiales que encuentra en la naturaleza y que conjuga sutil y arbitrariamente de una forma más ecléctica. Construye y customiza casas de pájaros, troncos surcados por maquetas de figuras humanas en miniatura -despidiéndose y en tránsito-, estableciendo un diálogo muy particular entre ellos.
En su última etapa, Marisa Casaldurero comienza una serie de prismas cuadrangulares en madera, con colores pastel y collage de composiciones geométricas, hilos y clavos al modo spidertag.
La retrospectiva nos permite descubrir sus últimos acentos, obras inéditas, otras inacabadas, algunas imágenes de la atmósfera que gobernaba la cotidianidad de su taller, la columna vertebral de su trabajo y, cómo no, una trayectoria vital entregada al arte como vestigio de su esencia definitiva.
Merche Medina
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