Martí Quinto 1978 – 2013
Centro del Carmen
C / Museo, 2. Valencia
Hasta el 12 de enero de 2014
“Que el espectador mire y se emocione”. Así de sencillo y, sin embargo… Sin embargo, ocurre que “entretenerse en la mirada”, en tiempos de aceleración constante, se vuelve cada vez más complicado. Aún así, Rafael Martí Quinto (Mislata, 1939) insiste: “Es como el placer de leer”. Y la lectura está muy presente en su obra, como los espacios silenciosamente habitados, los objetos cargados de memoria o los instantes fugaces. Diríase que su trabajo, expuesto a modo de retrospectiva en el Centro del Carmen de Valencia, destilara el aroma de Los placeres y los días de Marcel Proust.
Al igual que Proust, Martí Quinto se recrea en esa naturaleza que, como la inteligencia, “tiene sus espectáculos”. En ello y en “ese amplio incendio melancólico que, durante los paseos del final del día, matiza tantas aguas en nuestra alma”. Los placeres y los días está compuesto por breves narraciones, pinceladas y reflexiones de un tiempo que cabalga entre dos espacios: el que acabamos de dejar y aquel otro hacia el que nos aproximamos. En la obra de Martí Quinto, ese placer, soledad y melancolía se manifiesta mediante una cálida gama cromática que arropa figuras aisladas, al igual que con los ligeros trazos de sus dibujos en tinta china.
Martí Quinto 1978-2013 es la primera exposición retrospectiva que se le hace en la Comunidad Valenciana al artista de Mislata. Una exposición que si bien mira de refilón su obra de más explícita crítica social, no deja de reflejar esa mirada a caballo entre dos mundos: el pasado, objeto del recuerdo y la memoria, y el presente de quien lo contempla. Por eso Martí Quinto dice haber tenido “sensaciones gratas” al ver recogidas en el Centro del Carmen más de 50 piezas de su larga trayectoria. “La obra aguanta la mirada después del tiempo”. Y la aguanta, porque tanto los dibujos en tinta china de esos primeros años, como los más recientes y coloristas óleos, revelan ese mismo espíritu placentero por los días, los instantes y los recuerdos.
“He intentado recrear un determinado clima de un paisaje vivido en mi niñez de la huerta valenciana”, dice refiriéndose a sus “imágenes de la memoria”. Martí Quinto no ha tratado nunca de “enfrentarse al paisaje, sino a través del recuerdo”. Y lo que el recuerdo ha ido dejando en su obra es el placer de la lectura, cierto erotismo y el aislamiento de unas figuras que, pese a la soledad, no destilan angustia alguna merced al vigor de unos colores que abrigan esos espacios habitados. Si Martí Quinto, frente a esos otros pintores compulsivos, “que producen y producen”, prefiere la reflexión del estudio, “hacer el trabajo y aparcarlo”, es precisamente para saborear “los placeres y los días” al que le convoca una obra destilada con el alambique de su memoria.
Salva Torres
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