‘El banquete anual de la Cofradía de Sepultureros’, de Mathias Enard
Random House, 2020
David Mazon, un joven etnógrafo, llega a un pequeño pueblo de la costa atlántica francesa rodeado de marismas para realizar una tesis sobre las nuevas formas de vida rural. Se instala en un anexo de la vivienda de una pareja de campesinos tradicionales, junto a un par de gatos y comienza a escribir un diario relatando su toma de contacto con un mundo completamente desconocido para él.
Con este dietario, escrito en un tono ligero e informal, arranca una novela extraordinaria sobre la relación el hombre con la muerte y la naturaleza, ‘El banquete anual de la Cofradía de Sepultureros‘, de Mathias Enard, Premio Goncourt 2015.
El diario de David, por el que desfila una galería de personajes pintorescos, desde el alcalde o el tabernero del pueblo imaginario donde se desarrolla la acción al artista local, es el aperitivo de un suculento festín literario con el que Enard rinde homenaje a su tierra natal. Nacido en Niort (Francia), en 1972, se trasladó muy joven a París para estudiar árabe y persa.
Enamorado de la cultura oriental, tras largas estancias en Oriente Próximo se estableció en Barcelona en el año 2000, donde colaboró en varias revistas culturales, entre ellas la desaparecida Lateral. Miembro del consejo de redacción de la revista Inculte en París, en 2005 fue elegido escritor residente en la Villa Médicis de Roma.
En su octava novela aplica su refinado humor y amplia erudición a repasar la historia de su país a lo largo del último milenio a la luz de los miedos y conflictos del hombre contemporáneo, con la esperanza de llegar a establecer una relación de armonía con el planeta.
A través del hilo telefónico su voz suena cálida y juvenil, responde a las preguntas con pocas palabras, sin un ápice del engolamiento propio de los autores de éxito. «Esta novela no es una cuenta pendiente, sino un homenaje a mis raíces», apunta. «He pasado gran parte de mi vida en el extranjero y, aunque con frecuencia regresaba a Niort, es la primera vez que lo hago desde la literatura».
En 2009, Enard empezó a escribir este libro en su casa francesa situada en las lindes de un cementerio. Pero no fue esa proximidad lo que le inspiró el título de su obra. «Hace diez años oí hablar en la República Checa de un gremio de enterradores de Praga que se reunía una vez al año para celebrar una comilona pantagruélica. Me interesa la figura de los sepultureros porque son los que tienen más relación con la muerte, una faceta de la realidad que cada vez se oculta más en nuestra sociedad. Los sepultureros son testigos de nuestro triste destino común pero eso no significa que entiendan el sentido de la muerte».
El núcleo del libro es el banquete anual, con ecos rebeleisianos, festín pantagruélico donde, a la vez que se consumen sin medida vinos y manjares se narran leyendas, canciones y surgen disputas sobre el futuro del oficio funerario, como la posible integración de mujeres o los biocementerios. A lo largo de tres días la muerte ofrece una tregua que los enterradores de oficio aprovechan para entregarse a los placeres. El resto del año, cuando la Parca entra en acción, la Rueda de la Vida lanza el alma del finado de nuevo al mundo, a un tiempo futuro o pasado, como animal o como ser humano, para que el carrusel continúe girando.
En torno a este exuberante capítulo, la novela se estructura en otros doce en los que el diario de David se alterna con las auténticas historias de los numerosos personajes que éste es incapaz de percibir, y que se van reencarnando en distintos animales. E, intercaladas, seis canciones de tono poético y evocador, «relatos inspirados en antiguas canciones francesas de los siglos XVIII y XIX», indica Enard.
Aunque no cree en la rencarnación, la idea le resulta fascinante como una manera de expresar que todo está conectado, que nuestros actos tienen consecuencias. No es animalista ni vegetariano, pero considera que «los humanos hemos pecado por orgullo. Tenemos que cambiar nuestra relación con la naturaleza y los animales. Ser más humildes y conscientes de nuestros actos».
El calentamiento climático y la pérdida de la biodiversidad son temas latentes en su historia y reflejan su preocupación personal y, también, la que en estos tiempos de crisis detecta en sus paisanos. «El mundo rural ha cambiado mucho estos últimos años por internet y también porque, a causa de la pandemia muchos urbanitas se han desplazado al campo».
Enard es un escritor matutino y disciplinado para quien es importante la regularidad, pues «si interrumpes la escritura por unos días pierdes el hilo y el ritmo». Antes de ponerse a escribir tiene muy claro la estructura de la novela, «como si la tuviera dibujada en un mapa con los diferentes tonos y voces».
Casado con una catalana hija de valencianos de Alcoi, Enard reside en Barcelona desde hace veinte años. «Esta ciudad es muchas urbes a la vez. Es una ciudad europea y un puerto mediterráneo. Nací en el Atlántico pero siempre me atrajo el Mare Nostrum».
La novela ha sido traducida al español por Robert Juan Cantavella, amigo del autor y editada por Penguin Random House. Entre otros premios, Enard recibió el Goncourt de los Estudiantes, en 2010, y el Premio Goncourt 2015 por ‘Brújula’ en la que plasma su fascinación por la cultura oriental.
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