#MAKMALibros
‘El desorden del azar’, de Mati Morata
Huso Editorial, 2023
Presentación en la Biblioteca de la Dona
Náquera 9, València
Miércoles 8 de mayo de 2024, a las 18:30
Un grupo de jóvenes implicados en la lucha antifranquista, a mediados de los 70, en la bella ciudad de Granada son los personajes que desfilan por las páginas de la novela ‘El desorden del azar’ (Huso, 2023), de Mati Morata que se presenta mañana en la Biblioteca de la Dona de València. Un evento organizado por la asociación Clásicas y Modernas en colaboración con MAKMA, revista de artes visuales y cultura contemporánea, y la Asociación de Mujeres de la Cultura y la Educación.
Una estudiante de Medicina de la que solo conocemos su nombre de guerra, Valentina –en honor a la astronauta rusa Tereshkova– es la narradora de una historia que relata sus sueños, sus amores y decepciones. Una mujer peculiar crecida en un barrio marginal de Málaga que, tras un suceso trágico que ella propicia y contempla mientras juega a hacer pompas de jabón en un tejado, es separada de su conflictiva familia y adoptada por una pareja conservadora y muy religiosa. En un pestañeo, pasa de un extremo al otro del arco social.
Mediante el uso de elipsis, con una estructura circular, Morata relata las vicisitudes de una vida, la de Valentina, desde sus orígenes a su huida final a Costa Rica, donde reside con su vieja perra a la sombra de un volcán. Tras sus anteriores títulos –’La seducción de la sal’ y ‘El tiempo de la rabia’–, este tercero incluye también los elementos que la autora incorpora a sus relatos: «Transformación del personaje principal, giros y una dosis de suspense. En ‘El desorden del azar’ he buscado un fondo histórico y una protagonista con una pequeña porción de realismo mágico».
¿Podrías descifrar el significado del título de tu novela, ‘El desorden del azar’?
Tiene que ver con la historia de amor que la protagonista vive con intensidad, pero también con el desconcierto del fondo político que constituye el contexto de la novela: el de los últimos meses de Franco y los primeros tras su muerte en la ciudad de Granada.
¿Por qué le diste al argumento una estructura circular?
Porque me permitía hacer elipsis, moverme en el pasado y en el presente, en una especie de juego literario que me iba muy bien para contar la historia de una niña de entorno depauperado que es adoptada y que, tras una vida con decisiones complicadas, vuelve ya mayor al lugar de origen.
Parece incluir caracteres autobiográficos. ¿Cuánto hay en la historia de vivencia personal?
Puede tener rasgos explícitamente autobiográficos en lo que cuento de Granada, ojo, solo en algunos recuerdos de esa ciudad; en lo demás, la novela tiene muy poco que ver conmigo. Tuve la suerte de vivir en Granada cuatro años, entre los 13 y los 16, y de esa adolescencia he extraído experiencias vividas por mí o por personas próximas.
Era un tiempo polarizado igual que el de ahora, salvo que las incertidumbres son hoy más diversas y complejas. En los primeros años de la Transición el miedo se sintetizaba en una sola cosa: que la dictadura se rearmara con más fuerza.
¿Por qué elegiste un perfil conservador para los padres adoptivos?
Quería enfrentar a una joven estudiante de quinto de Medicina, rebelde e izquierdista, con unos padres de derechas y muy católicos que, al igual que algunas familias de la época, escondían un secreto difícil de explicar. Quería destacar que, a pesar de tener ideologías diferentes, hay fuertes afectos entre los padres y la hija. Al fin y al cabo, han conseguido hacer de una niña salvaje una joven socialmente correcta; lo que tiene también muchos matices, muchísimos.
¿Por qué el lector no conoce el nombre auténtico de la protagonista y narradora?
Le he puesto solo el nombre de guerra, Valentina, porque al militar en el partido Bandera Roja se mantenía la regla de no usar los nombres propios, lo que no dejaba de ser algo inútil, ya que en una ciudad pequeña todo el mundo se conocía.
Pero respondiendo a la pregunta, no le he puesto otro nombre porque no he querido singularizar la lucha por la democracia de los miles de estudiantes de la época en una sola persona. Esa estudiante podría haber sido cualquiera. Sí he querido que sea una mujer, eso sí, porque he necesitado mover al personaje por un feminismo casi imperceptible y muy poco aceptado entre la derecha y la izquierda de entonces.
Tu relato refleja los sueños e ideales de los jóvenes izquierdistas de la Transición. ¿Piensas que se han cumplido?
En la Transición se trataba de implantar una democracia en España similar al resto de los países europeos. De alguna manera, se cumplen esos criterios, aunque todos sabemos que nuestra democracia es mejorable. Pero, si miro por el espejo retrovisor, el proyecto político de la izquierda de entonces era bastante más ambicioso. Y, sí, ando un poco decepcionada y de vez en cuando recuerdo una frase Albert Camus: “Soy de izquierdas a pesar de la izquierda”.
El lenguaje que usas es duro y a la vez poético, sobre todo en los títulos de los capítulos. ¿Cómo mantienes el equilibrio entre ambos?
Respecto a la forma de titular los capítulos, es ya una costumbre que está en mis tres novelas y que supongo que continuaré. Elijo una frase del capítulo y con ella le doy nombre. Reconozco que busco un lenguaje duro y a la vez poético. Es el tipo de literatura que me gusta, el que planea entre lo afilado y lo poético; forma parte de mi estilo. Intento lograr ese equilibrio y cambio frases y palabras buscando una precisión que a mí me resulte eficaz y que me impacte. A veces, no siempre, creo que lo consigo.
Has hecho un par de documentales, ‘Lo que tus ojos no ven’ y ‘Down on me’, ambos de contenido social. ¿En que registro te sientes más cómoda?
Me gustan igualmente el medio audiovisual y el literario. De hecho, creo que mis novelas y relatos son muy visuales; me encuentro cómoda con las imágenes. El cine, para mí, tiene una desventaja, y es que necesitas a un equipo a tu lado; dependes de mucha gente y eso supone un desgaste que no produce la literatura.
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