#MAKMAEscena
Entrevista al bailarín y coreógrafo Mauricio Pérez
‘Quiero avanzar, pero…’
‘Graners de Creació 23-25′
Sala Refectori
Centre del Carme Cultura Contemporània (CCCC)
Nadie tiene ni idea de lo que está haciendo, pero todas terminamos colgando el cartel de ‘¡Estreno!’ con una sonrisa incrédula y nerviosa, rezando porque tenga sentido lo que llevamos meses construyendo. Una vez terminado el aplauso, llega el vacío
Volvemos a ese bucle ansioso de no saber cuál será el siguiente paso, qué supervivencia tendrá lo nuestro o qué revivir inventarnos.Creadores y creadoras vivimos sumidas en un estado de precariedad insostenible. Llega un momento en que el amor al arte no lo puede todo y una se descubre, con menos de treinta años, cargando con un burn out precoz.
Esta problemática no es nueva. Las compañías consagradas también hubieron de pasar por el túnel de la precariedad hasta conseguir una estabilidad mínima, y así en todas las disciplinas artísticas, pero esto no debería ser ni ley ni consuelo.
Mauricio Pérez Fayos, bailarín, coreógrafo y gestor cultural, bajo el marco de las residencias de ‘Graners de Creació 23-25’, está desarrollando un proyecto de mediación (‘Quiero avanzar, pero…’) para repensar cómo sería ese contexto ideal para la creación, con la voluntad última de traer estas propuestas a tierra y activar un cambio.
Mauricio Pérez estudió en el Conservatori Professional de Dansa de València y en el Conservatorio Superior de Danza de Madrid. En 2018 recibió el Premio Extraordinario a nivel autonómico y actualmente está cursando un máster en gestión cultural.
Su discurso creativo combina distintas áreas de las artes escénicas, poniendo el foco en torno al cuerpo y al movimiento, en relación con temáticas de actualidad. Aboga por potenciar proyectos sostenibles, por la aportación al marco social y por una lucha activa en promover la danza como una herramienta plural y accesible.
En julio de 2023 tuvo lugar el primer encuentro de ‘Quiero avanzar, pero…’. En la Sala Refectori del Centre del Carme Cultura Contemporània nos juntamos un grupo de creadoras valencianas menores de 35 años (Javier Hedrosa, Sara Espinar, Marta Fernández, Teresa Aviñón, María Mora y Elsa Moreno) para contarnos las penas, pero, sobre todo, para buscar soluciones.
En el centro del mapa de nuestra utopía aparece la renta básica universal. Ahí poco podemos hacer las artistas, pero el reclamo es firme. Entrando en acciones que le competen más a nuestro sector, las vías que se abrieron fueron múltiples. Se propuso que los espacios escénicos de titularidad pública y privada pudieran ceder sus salas mientras estén desocupadas sin pedir nada a cambio, como ya sucede con el Espai La Granja de Burjassot.
Pensamos en un programa de estudios nómada que permitiese al alumnado realizar cursos por distintas ciudades de España, para interconectar los circuitos, fortalecer la red y enriquecer la formación artística. También surgió la necesidad de pensar la escenografía en términos de sostenibilidad, gestionar una biblioteca pública de material escenográfico o un mercado donde poder intercambiar estos objetos y poder darles una segunda, tercera o cuarta vida.
Fueron tres horas de un intenso debate que podría no tener fin, porque los problemas iban apareciendo como grandes pulpos camuflados en el ecosistema artístico. Pero de todas las propuestas que podíamos llegar a imaginar, hubo una que conseguimos identificar como la primera gran acción para el cambio: una asociación de artistas escénicas emergentes.
Tal vez anexionada a alguna de las asociaciones que ya existen en la Comunidad Valenciana, pero que sea un espacio propio, dirigido por y para las nuevas generaciones, que atienda a nuestros problemas específicos, que sirva de banco de recursos, de puente con las instituciones o con otros profesionales. La cuestión es que hay que organizarse. Dejar de vernos como individuos que caminan a tientas y apoyarnos en la colectividad.
Paralelamente a estas actividades de mediación, Mauricio Pérez está desarrollando su primera (y tal vez la última) creación de danza contemporánea. ‘Esto iba a ser La Oportunidad, pero ha terminado siendo mi primera despedida’ estará en escena del 5 al 8 de octubre en el Espai Inestable, dentro del Festival Circuito Bucles.
La pieza se resume en una frase del propio creador que dice: ‘‘Últimamente tengo un sueño en el que no puedo dejar de bailar. Cuando estoy despierto y a lo largo del día es quizá lo último que hago’.’ La sensación de fracaso y la precariedad, igual que se piensan en estos encuentros, aquí se materializan en el cuerpo del intérprete, en busca de soluciones.
🌾Mauricio Pérez Fayos comença aquest juliol la seua residència de Graners de Creació a @e_inestable
— Graners de Creació (@GCreacio) July 24, 2023
🎭Amb el seu treball imbrica diferents camps de la creació escènica, centrant el seu discurs creatiu al voltant del cos i el moviment.@ConsorcioMuseos @centredelcarme pic.twitter.com/76ReLdC9Z6
Fuiste premio autonómico de danza con 17 años, luego te fuiste a Madrid y ahora estás de vuelta a València. Con apenas 23 años llevas bastante recorrido en el mundo de la danza. Háblanos de tu trayectoria.
Empecé a trabajar como bailarín freelance con 17 años. He estado con creadores nacionales como Daniel Abreu, Gustavo Ramírez y Taiat Dansa, de las que también soy asistente coreográfico. Ahora, con esta residencia, siento que me estoy estrenando como creador.
Antes ya había pasado por festivales y algún certamen, pero no es lo mismo. ‘Esto iba a ser La Oportunidad, pero ha terminado siendo mi primera despedida’ es la primera pieza que hago sin el respaldo de una institución académica, y se nota la diferencia.
Cuando estás en la escuela, aún puedes asumir el error, justificarte con que estás en proceso de aprendizaje, pero fuera de ese marco todo se vuelve más serio. Si antes no me preocupaba tanto que quedase algún cabo poco definido, ahora es lo que me quita el sueño, tenerlo todo estructurado.
Después de ganar el premio autonómico de danza tenía que hacer algo. Estaba la opción de irme a alguna escuela europea y me concedieron varias plazas, pero tuve que rechazarlas por una cuestión económica. Al final decidí irme a Madrid, porque me dieron una beca y era más asumible.
En aquel momento lo tomé como una desgracia, pero a día de hoy pienso que fue una suerte ser pobre en ese momento. Al principio estaba convencido de que quería ser bailarín y hacer audiciones para grandes compañías, pero cuando te enfrentas al mundo profesional con 18-19 años, te enfrentas a muchas otras cosas.
Cedes tu cuerpo en procesos muy precarios donde juegan con tu ilusión. Hubo un coreógrafo que me dijo: «Estás con nosotros porque estás delgado». Tanta exigencia termina llevándote a un agotamiento precoz. Ese sueño que tenía de bailar para grandes compañías, en año y medio se rompió.
Durante la pandemia estuve reflexionando mucho. Me inicié también en el mundo de la iluminación y la gestión técnica. Al final, aprendes que cuando quieres impulsar un proyecto coreográfico, lo último que haces es bailar.
Por suerte, me he relacionado con grandes profesionales que me han sabido guiar y estoy agradecido de que, a ese nivel, el ecosistema funcione. Básicamente, se ha ido instalando en mi cabeza la idea de que para bailar primero tienes que dedicarte a otras cosas.
🌾 Aquest divendres hem tingut la primera jornada d'UTOPIA QUEER amb la mediació de Mauricio Pérez Fayos.
— Graners de Creació (@GCreacio) July 21, 2023
📷 La trobada s'ha produït al @centredelcarme , on les creadores emergents han pogut parlar de la importància del col·lectiu, les xarxes i els contextos de confiança pic.twitter.com/PcCnhs48PY
‘Graners de Creació‘ es de las pocas convocatorias de residencias de larga duración para desarrollar un proyecto. ¿Crees que ahora mismo funciona el sistema de residencias?
‘Graners’ es una marca que te permite acelerar e impulsar tus proyectos. Es una aceleradora que, si sabes combinarla con otras herramientas, puede ser muy fructífera, pero necesitas una buena coordinación. A mí, personalmente, la residencia de Graners me sale rentable porque estoy haciendo un proyecto unitario.
Como estoy yo solo, con la economía que me da la residencia puedo cubrir costes. Pero si quisiera contar con cinco intérpretes, no llegaría. Por eso digo que es una marca, es un logo que va a aparecer en el dossier y a validar tu proyecto y con eso podrás abrir más puertas.
Algo muy positivo que tiene ‘Graners de Creació’ es el cuidado y el amor. Confían en ti a ciegas, porque, aunque sea un proyecto a tres años, en la convocatoria solo tienes que presentar el planteamiento inicial, no esperan que sepas lo que quieres hacer en los próximos años.
Las residencias funcionan y son muy útiles, pero hay cosas por mejorar. Creo que habría que unificar las convocatorias, porque en cada sitio piden una cosa, luego las bases son difíciles de descifrar y para los creadores es complicado tener que resumir tu proyecto y además adaptarlo a las exigencias de cada espacio. Estaría bien que hubiese un modelo universal al que ceñirse para presentar tu proyecto, de una forma más sencilla y personal.
De todas las propuestas que surgieron en la actividad de mediación, ¿con qué te quedas?
Para mí, el mayor hallazgo fue que yo salí pensando en la reunión número cinco. Vi que esto es lo que hace falta en el contexto. Otro hallazgo fue que mi condición no es única y exclusiva, que todas estamos igual, y la unión hace la fuerza. De todo lo que hablamos, creo que lo más significativo que puede llegar a suceder en un tiempo breve es la asociación de emergentes.
Tenemos que generar esa comunidad, ese acompañamiento. Todas las compañías estamos igual, en una burbuja intentando sacar adelante los proyectos. Y deberíamos conocernos, compartir bases de datos, recursos… La asociación de emergentes recoge un poco todas las medidas.
Y ya que haces ese ejercicio de proyección sobre un futuro utópico para las creadoras, ¿cómo visualizas tu futuro? En una proyección realista y otra utópica.
En mi futuro utópico, yo quiero estar jubilado a los 25 años. Creo que el trabajo está sobrevalorado. Pero más allá de eso, me encantaría en un futuro que todo el mundo se diese cuenta de que la cultura puede ser transformadora y que la comunidad es más importante que el individuo. La utopía para mí sería poder seguir creando, de manera sostenible, consciente y ecológica.
Haciendo una proyección realista, espero seguir afrontando el cortoplazo de la mejor manera posible y tener la sensación de que no estoy perdiendo el tiempo.
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