Vigilias, de Toni Cucala
Espai d’Art Contemporani ‘El Castell’ (E CA)
C / Cisterna, 28. Riba-roja del Túria (València)
Hasta el 25 de junio de 2017
Al hilo de la exposición ‘Vigilias’ de Toni Cucala con la que se ha inaugurado en Riba-roja el nuevo centro de arte E CA (Espai d’Art Contemporani ‘El Castell’), hablamos con el autor de sus motivaciones artísticas y del carácter contemplativo de sus obras, unas piezas que surgen a partir de la relación de su cuerpo con el entorno para despertar niveles de consciencia y de conexión con lo transcendente. En la serenidad silenciosa de las salas del E CA, las obras de Cucala invitan al espectador a detener la mirada, a explorar las diferentes capas de realidad y a descubrir el verdadero sentido de nuestra relación con el mundo.
¿Cómo surge el proyecto Vigilias?
En realidad se trata de una interpretación bastante libre por mi parte del concepto de “vigilia” que desarrolla María Zambrano en sus escritos. Mi visión de las vigilias está relacionada con cierto modo de experimentar algunas realidades, acontecimientos que de pronto se muestran y que sólo puedes ver si estás atento, despierto. Se genera un extraño espacio en ese mundo de soledades que de pronto cobra vida y despierta en mí la necesidad de aprehenderlo, de estar en ese lugar y reproducirlo con mis manos, con mi tiempo y mi cuerpo. Engendrarlo de nuevo. A mí me resultan vitales, en el sentido de que generan lugares de vida.
¿Se pueden definir como momentos de revelación mística? ¿Son tus obras vehículos de conexión con lo transcendente?
Me gusta intuir ese territorio latente desde donde se pueden generar piezas limpias. Quizá lo transcendente estriba en hacer surgir, en desvelar en los objetos un acontecimiento que hasta hace poco solo me pertenecía a mí.
En tu obra, el cuerpo juega un importante papel. ¿Puedes explicarnos tu proceso de trabajo?
Me resultan atractivos ciertos modos de experimentar el entorno. Sentir cómo a partir de las facultades y los límites de mi cuerpo me conecto con otras realidades que se revelan ante mí. Por ejemplo, pasear entre pinos y comprobar los cambios que se operan en el paisaje a medida que avanzo. Cómo a cada paso que doy se genera un paisaje distinto. Se trata de algo que viene de muy lejos y que autores como Maderuelo han tratado en sus ensayos, situando su génesis en la fascinación de los poetas de la China medieval por la belleza del paisaje o en la subida al Monte Ventoso de Petrarca.
Algunas piezas también han surgido a partir del espacio que puedo abarcar con los brazos extendidos. Para conocer los límites de ese espacio, su tamaño y forma, realicé una acción trazando en una pared las líneas de ese límite con unos carbones en las manos. El dibujo resultante presentaba la forma de una mandorla, lo que fue un descubrimiento precioso en sentido estricto: las mandorlas que rodean a las divinidades en los pórticos de las catedrales, las representaciones de la Virgen… esa zona donde se encuentra el límite entre lo sagrado y lo humano. En mi caso, el dibujo trazado en la pared revelaba un lugar de cobijo que me alberga y me protege. Intuyo que el nimbo dibujado puede ser también mi limbo de vida. En definitiva la almendra con su cáscara es una metáfora de esta sensación. No sé, es como si todo cuadrara perfectamente, pero solo en el ámbito de la poesía.
Una visión muy mística y espiritual…
Sí, pero también es una visión muy física y matérica. Por ejemplo, en una de las piezas identifico la sangre que corre por mi brazo, que es de color esmeralda, con el horizonte del mar. En otro caso, experimento la cantidad de agua de mar que cabe en la palma de mi mano, que se queda allí sin desbordarse… Se trata de un hecho físico y visual que atrapa poderosamente mi atención y, sin saber muy bien por qué, me lleva a proyectarme a otros lugares. En realidad todo convive en mi cabeza de forma simultánea. Es como una amalgama de pensamientos y sensaciones que resultan complejas de explicar en palabras.
La formalización de esos momentos de vigilia son finalmente obras y objetos de formatos muy diversos.
Las formas que surgen están vinculadas a cada situación en concreto, a momentos muy diferentes. Quizás esto explica la diferencia formal entre las piezas; la representación del cruce entre los límites de dos olas requiere que se acometa de forma distinta a la reproducción de una corona de espuma. En este último caso, he contemplado un proceso de síntesis que aglutina todas las posibilidades de coronas, concentradas en una única forma, una especie de icono y de concepto. De este modo tiendo a apartarme de la representación y el objeto adquiere protagonismo. Además se acerca más a la idea que quiero transmitir, despojándola de su carácter eventual o contingente.
Tu obra pictórica ha evolucionado mucho en cuanto a técnicas y formatos…
El formato en el que se ha desarrollado la pintura ha cambiado mucho respecto a las técnicas tradicionales. En mi caso ha surgido de una forma muy natural, aunque siempre desde los valores pictóricos. En 2013 ya presenté en la sala de exposiciones del Ayuntamiento de Valencia unos dibujos de papel teñido de rojo recortados con la forma que adoptaban muchas de las manchas que constituían los cuadros. Como si despegaras la veladura de la tela y la dejaras exenta en la pared. Esto me llevó a trabajar con otros materiales que permitieran presentar formas exentas y transparentes. Trabajé con metacrilatos, resinas epoxi, etc. Debido a estas necesidades procesuales, mi taller ha visto desfilar moldes, silicona, aluminios, contrachapados, madera de ayous y ya últimamente alabastro, escayola y caucho. Pero el modo de acometer las piezas siempre es muy pictórica. Yo pienso las formas recortadas como soportes que luego pinto. De hecho, la ficha técnica de algunas de ellas continua siendo óleo sobre tabla. En cuanto a la resina epoxi, es una evolución de las veladuras tradicionales, que se realizan también con resina dammar.
¿Cuáles son tus referencias artísticas?
En las obras que se muestran se puede reconocer mi interés por los trabajos de Jean Arp, Kenneth Noland o Ellsworth Kelly. También recuerdo que me quedé atrapado con las piezas de Artschwager cuando vi su trabajo en la exposición que hizo en el Retiro en 1989. Por otro lado, me resultan muy evocadoras las obras de Spalletti y la manera en que consigue generar espacios de contemplación con formas tan sencillas y colores tan contenidos. También hay otros artistas como Gary Hume, Richard Deacon, Alison Wilding o Martin Puryear cuyas propuestas me parecen muy interesantes.
Irene Gómez
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