‘Berlanga. Vida y cine de un creador irreverente’, de Miguel Ángel Villena
XXXIII Premio Comillas
Tusquets Editores, 2021
Estado de alarma, toque de queda, cierres perimetrales, mascarillas, vacunaciones masivas… La transfiguración que ha experimentado la realidad a causa de la pandemia daría a Luis García Berlanga materia prima, no para una trilogía como su espléndida ‘La escopeta nacional’, sino para una serie de ocho temporadas por lo menos.
No sabemos cómo se tomaría que la covid-19 haya deslucido un tanto la celebración de su centenario, aunque lo más probable es que lo hiciera con autoironía y humor. Pero sí estaría orgulloso de la lluvia de letras que ha revitalizado su memoria y que la palabra ‘berlanguiano’ ocupe lugar de honor en el diccionario de la RAE.
Entre los libros que se han editado o reeditado con motivo del Año Berlanga, el de Miguel Ángel Villena es la biografía más completa y canónica. ‘Berlanga. Vida y cine de un creador irreverente’ (Tusquets Editores) ha recibido el XXXIII Premio Comillas.
Dos años de trabajo entre histórico, periodístico y cinematográfico, una treintena de entrevistas con personas que conocieron al director valenciano, y una conexión geográfica, pues los abuelos maternos de Villena procedían de Utiel, y fue en esta población vitivinícola donde pasó sus vacaciones y oyó hablar por primera vez de los Berlanga.
A lo largo de 300 páginas –galería fotográfica y apéndices incluidos–, Villena desmonta la poliédrica figura de Berlanga en varios planos: su trayectoria tanto vital como profesional contexualizadas en la cinematografía de su tiempo y en la época histórica que vivió del franquismo a la Transición. Lo hace con meticulosidad y rigor, pero con un estilo ágil y periodístico que le aporta amenidad.
Después de estar dos años conviviendo amigablemente con su fantasma y la estela que en vida dejó, Villena ha llegado a un conclusión: «Una de las cosas que más me ha sorprendido es que Berlanga no se inventaba nada», afirma.
«Al ver sus películas –prosigue– se tiene la impresión de que esos personajes y escenas, a veces delirantes, salían de su fecunda imaginación. Pero cuando rascas en su filmografía ves que casi todo lo que cuenta se basa en una historia o una anécdota real, que él hace pasar por su filtro de caricaturista social. Era como una esponja, un incansable mirón, observaba lo que ocurría a su alrededor y lo plasmaba con su toque personal. Aunque nunca presumió de ello –más bien al contrario–, fue un hombre culto, ávido lector de periódicos y gran conocedor del cine clásico».
Nacido en una familia burguesa y adinerada, los primeros años de Luis García Berlanga fueron una fiesta; una fiesta que se truncó con la Guerra Civil cuando su padre fue encarcelado y él tuvo que enrolarse y luchar, primero en la batalla de Teruel y luego en la División Azul.
Las palabras miedo y frío resumen los recuerdos del año y medio que pasó con los alemanes en el frente ruso. Luego, llegó el éxito en dos tandas, las primeras películas en blanco y negro y, más tarde, el bombazo de ‘La escopeta nacional’ y las que siguieron. Pero entre medias hubo muchos proyectos frustrados por la censura o la falta de dinero para acometerlos. Y, ya en su vejez, la muerte de su hijo preferido, Carlos, puso una nota trágica a sus últimos años perturbados por una cruel enfermedad.
Contrastes y claroscuros marcan a un hombre extraordinario. «Él mismo era también muy contradictorio y así lo reconocía. Sociable y solitario, locuaz y buen oyente, supersticioso y vitalista, caótico pero perfeccionista y organizado», dice Villena.
Esa contradicción se plasma en su visión de la mujer, la de un redomado machista, incluso misógino, y a la vez un ferviente adorador del erotismo. «Se podría tildar de libertino y en su juventud iba de putas como era costumbre entre los señoritos de su época».
«Desde que se casó con María Jesús Manrique practicaba un erotismo de salón, era un fabulador del placer sexual, fetichista de tipo intelectual», matiza el autor. «Contemplaba a las mujeres con una mezcla de fascinación y temor. En esa mirada influyó la figura de su madre que, según me contaron parientes suyos, era una mujer tipo Bernarda Alba que llevaba a sus cuatro hijos, todos varones, más rectos que velas».
Brillante es uno de los adjetivos que mejor define a Berlanga, según Villena. «Un hombre que expandía ondas positivas. Amable, pacífico, ocurrente, seductor. Ha sido y es uno de los directores de cine más queridos y autor de grades obras maestras entre las que destacaría la trilogía de ‘La escopeta nacional’, ‘La vaquilla’ y ‘Todos a la cárcel’, aunque mi preferida es ‘El Verdugo'».
Berlanga y Bardem coincidieon en la Escuela de Cine, donde eran los listos de la clase, pero debido a sus distintas ideologías –anarquista y gamberro autrohúngaro el uno, y comunista de manual el otro–, su relación no duró mucho, aunque se respetaban mutuamente. La pareja más feliz de Berlanga fue, sin duda Rafael Azcona, al que conoció cuando colaboraba en ‘La Codorniz’ y publicaba alguna novela.
«La primera película que escribieron juntos fue ‘Plácido’, en 1961, y hasta ‘Moros y Cristianos’, estrenada en 1987, escribieron a medias el guion de diez películas. Para Berlanga fue un personaje fundamental y siempre declaró admiración por Azcona, que a juicio de los entendidos ha sido uno de los grandes genios del cine español», concluye Villena.
¿Qué hombre habitaba tras la barba patricia y la amable mirada tolerante con las humanas miserias? Un testigo privilegiado del siglo XX español y uno de sus mejores retratistas en clave de farsa y comedia. Eso lo sabemos. Pero lo que sobre él revelan los libros plantea una pregunta: ¿quién fue realmente Berlanga? Porque los seres que brillan con luz propia guardan siempre un último secreto, la esencia de su genialidad, que es por naturaleza un misterio indescifrable.
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