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‘La furia del Sharq’, de Mikel Ángel Toledo i Banyuls
Proyecto ‘Rex Lupus’
NPQ Editores
Viajemos siglos atrás, hasta el año 1150. La península ibérica, a la sazón, es un territorio fragmentado, un tapiz formado por siete grandes lienzos unidos por fronteras fugaces que podían variar, de un día para otro, debido al constante batallar entre los de la cruz y los de la media luna. Un tablero de juegos de guerra y de conquista.
Al norte, los cinco reinos cristianos –Castilla, León, Portugal, Navarra y Aragón– y, al sur, Al-Ándalus, donde los almohades habían impuesto su dominio a los almorávides, que solo permanecían en las Islas Baleares. Al sudeste, un sexto reino musulmán, el Sharq al-Ándalus, que abarcaba desde el delta del Ebro hasta Almería, cuya capital fue Murcia, emporio de riqueza en esos tiempos.
Un reino pujante que jugó un papel esencial en las luchas de poder de la época, gobernado entre 1147 y 1172 por un personaje singular conocido como el Rey Lobo por su coraje, sagacidad y capacidad de liderazgo.
Abú Abd Allâh Muhammad ibn Sah´d ibn Mardánish, nacido en Peñíscola en 1124, un muladí con antepasados cristianos que, con solo 23 años, se proclamó rey de Valencia, poco después de Murcia, y opuso una tenaz resistencia al avance implacable de los fanáticos almohades, que irrumpieron desde el Magreb dispuestos a ocupar la piel de toro.
La singularidad de este monarca reside en que, a diferencia de otros líderes de su tiempo, poseía una mentalidad abierta y se nutría de ambas culturas, la cristiana y musulmana. Vestía, armaba a sus hombres y equipaba a sus monturas a la usanza cristiana y tenía aliados y consejeros entre los cristianos. Precisamente, esa ambivalencia lo marcó como un personaje maldito, políticamente incorrecto, que convenía borrar de las crónicas y planes de estudio.
Eclipsado por dos grandes figuras que lo enmarcan cronológicamente –El Cid y el rey Jaime I–, el Rey Lobo permaneció durante siglos en un rincón en penumbra de la historia, hasta que en los albores del siglo XXI un artista pegolino desempolvó su rastro y lo hizo cabalgar de nuevo en imágenes y a todo color.
Es el proyecto ‘Rex Lupus’, una trilogía de relatos históricos en formato de cómic que recrean la vida de este personaje histórico. Un proyecto maratoniano que incluye tres volúmenes, dos de ellos ya publicados por NPQ Editores: ‘El sexto reino‘, en 2017, y ‘La furia del Sharq‘, en septiembre del pasado año. La tercera parte de la saga verá la luz en un par de años, aproximadamente. Mientras tanto, su contenido se puede consultar en https://rexlupus.es/.
El artífice de la trilogía, Mikel Ángel Toledo i Banyuls (Pego, Alicante, 1968), descubrió al Rey Lobo en 2004, cuando se celebró en su localidad natal el 725 aniversario de la Carta Pobla otorgada por el rey Pedro III El Grande, hijo de Jaime I. En esa época, ejercía como artista fallero y el municipio le encargó un monumento conmemorativo sobre esa efeméride histórica que despertó su interés por los líderes del pasado islámico de su tierra.
Años después, en 2012, al leer una novela de Sebastián Roa, ‘La loba de al-Ándalus’, protagonizada por la esposa favorita del Rey Lobo, reconoció al héroe que le había impresionado y sintió el impulso de recuperar su memoria. Así inició un proyecto en la que ha invertido una década e innumerables horas de trabajo.
“Usando un programa informático podría haber acabado el proyecto en dos o tres años, pero decidí realizarlo manualmente a base de papel, dibujos y acuarelas, como si cada viñeta fuera un cuadro para cumplir la promesa que le hice a un niño de siete años”, dice Toledo.
Se refiere a él mismo cuando, ante el primer cómic en color, comprobó consternado la diferencia entre las imágenes de la portada y de las páginas interiores. “Me prometí que algún día yo haría un cómic en el que todas las viñetas tuvieran la misma calidad”.
Y puede decir que lo ha conseguido. Con minuciosidad, regodeándose en los detalles, Toledo pone énfasis en las numerosas campañas bélicas del Rey Lobo sin olvidar las intrigas políticas y algún que otro lance amoroso. Con un estilo dinámico y expresionista, plasma batallas, asedios, escaramuzas y masacres que se alternan con escenas de interiores y alguna pincelada erótica, pues Ibn Mardanísh no seguía a rajatabla los estrictos principios de la religión islámica y, como buen levantino mediterráneo, saboreaba los placeres de la vida.
Para relatar los hechos históricos y reflejar fielmente los detalles de la ambientación –arquitectura, vestimentas, armas, etcétera–, Toledo se documentó mediante libros de historia, archivos, artículos de divulgación, además de visitar el rastro del Rey Lobo, como castillos y paisajes que recrea en sus dibujos.
“Cuando se novelan hechos históricos la mayor dificultad es ser fiel a la realidad, además de concretar y sintetizar los acontecimientos en el mínimo texto posible para adaptarlo a la distribución de las viñetas y al lenguaje del cómic”, dice Toledo.
“Si pretendes ser realista, el dibujo tiene que estar muy bien documentado: ropajes, armas, castillos, caballos, las perspectivas, las proporciones, los encuadres, los gestos, las manos. Todo es mucho más complicado que con un estilo y un color más simple. Pero la satisfacción que siento al ver por fin mis libros en papel y poder dar a conocer esta historia y estos personajes, me compensa el esfuerzo que le he dedicado”.
¿Por qué el olvido difuminó la figura de este gran monarca? “A la historia oficial influida por la iglesia católica no le interesaba recordar que fue un musulmán el que frenó la invasión de los almohades, mientras los reinos cristianos se desangraban en disputas internas”, responde Toledo. “Si hubiera sido cristiano, seguro que habría sido recordado y ensalzado, como ocurre con Jaime I”, concluye Mikel Ángel Toledo i Banyuls.
Los primeros días de su vida Toledo fue conocido como ‘El niño sin nombre’. Sus padres estaban convencidos de que iban a tener una niña y no habían pensado en un nombre de chico a su gusto, hasta que su madre, después de ver un reportaje sobre el gran Miguel Ángel, optó por llamarlo igual que el gran artista italiano del Renacimiento.
Como si la elección fuera una señal del destino, Mikel Ángel mostró desde tierna edad imaginación y talante creativo. Con pocos años ya dibujaba sus propios cómics a base de sencillas viñetas y, aunque las circunstancias no le permitieron seguir una formación artística convencional, toda su actividad profesional se orientaba de alguna forma hacia el arte.
En los años ochenta se labró una sólida reputación como decorador artístico de locales de ocio, especialmente discotecas, pero la crisis de 1992 acabó con la diversión nocturna, su negocio se fue a pique y tuvo que reinventarse como artista fallero. Su primer monumento en Valencia recibió varios premios en su categoría y enseguida tuvo contactos para fallas de la Sección Especial.
Su prometedora carrera en un oficio que le fascinaba también se truncó. A causa de un grave accidente de tráfico, que pudo haber acabado con su vida de no ser por su fuerte constitución, como reconocieron los médicos, empezó a desarrollar síntomas: vértigo, tinnitus, insomnio, temblores…
Intentó, pese a todo, proseguir en el mundo de los ninots en una nave industrial de su propiedad, pero el riesgo cada vez mayor de sufrir una caída letal le hizo renunciar por fin a su vocación. Incapaz de rendirse, hizo un curso de tatuador y durante un tiempo aplicó su creatividad a pintar la piel de sus clientes, otra faceta más de su espíritu versátil.
Fue por entonces cuando el Rey Lobo irrumpió en su vida y le inyectó una dosis de ilusión y energía que le permitió concentrarse en la recuperación de este personaje de principios del siglo XII para revivirlo a todo color en los albores del siglo XXI. Y la saga del Rex Lupus continúa… en el próximo y tercer libro.
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